La creación de la Universidad Experimental de la Seguridad (UNES) y
el cuerpo de Policía Nacional Bolivariana fueron pasos fundamentales
para la implementación de un nuevo modelo policial y de seguridad
ciudadana, acorde con los principios establecidos en la CRBV y la
sociedad socialista que nos proponemos. De una concepción, que asignaba
a los cuerpos de seguridad el papel de meros aparatos represivos para
mantener el orden existente, emprendimos la tarea de transformarlos en
instituciones en los que la labor preventiva y disuasiva del delito son
el principal objetivo, asignándosele a la coerción y la violencia
legítima del Estado la función de proteger los derechos individuales y
colectivos, en procura de la sana convivencia y el progreso social. Pero
los cambios que hemos acometidos en esta última década no son
suficientes. La centralización administrativa que implicó la creación de
la PNB y la profesionalización de sus oficiales con la formación
universitaria fueron metas importantes, pero que resultaron
insuficientes de acuerdo a las expectativas del país y a condiciones
sociales crónicas que aún no logramos revertir. Tal como lo dijo el
presidente Maduro, “Hemos avanzado, pero los retos son mayores que el
avance que hemos logrado.”
La tarea no ha sido ni es nada fácil. Ninguna lo es en revolución. Ya
hace más de 50 años, Francisco Herrera Luque, en su interesante estudio
Los viajeros de Indias, ensayo de interpretación de la sociología venezolana,
advertía el alto índice de criminalidad, la impunidad penal y la
ineficacia de los cuerpos policiales en Venezuela. Aunque podamos
disentir de la interpretación que hizo este autor, las reflexiones,
cifras y estadísticas que aporta en su estudio dan cuenta de que el mal
es de vieja data histórica, por lo cual no bastan solo leyes y reformas
técnicas o administrativas, sino que se requiere de una férrea voluntad
política y el compromiso general de la sociedad, con el gobierno y el
pueblo en sólida unidad, para superarlo. Con lo anterior no justifico lo
que aún no hemos logrado a propósito. Bueno aclararlo, antes de que
salga algún opinador reaccionario acusándome de eludir
responsabilidades. Simplemente caracterizo la magnitud del problema y
algunas orientaciones generales para sus soluciones.
No tengo la menor duda de que existen sectores que apuestan al
fracaso del Estado en esta área. Incluso, dolorosos hechos recientes
demuestran que el crimen se ha revestido de tintes políticos, producto
de algunos desquiciados que nos adversan. Ojalá todos comprendamos que,
por encima de la polarización política, en el combate a la criminalidad,
es necesario el concurso de toda la sociedad, en tanto se ve afectada
en su conjunto, sin distingos sociales, creencias o posturas
ideológicas.
Necesitamos más que de una simple “reestructuración”, tal como lo
señalan equivocadamente algunos, refundar las instituciones policiales,
junto al sistema judicial, con una óptica que las transforme
radicalmente, -e incluso que las rebase, en tanto organismos estatales-
con la incorporación plena del pueblo. Cuando el presidente Maduro se
refiere a una revolución policial y a la unidad cívico-policial que
requerimos, es consecuente con los postulados de protagonismo popular
legados por el Comandante Chávez y que debe guiar toda la acción de la
Revolución Bolivariana.
El fin último que anhelamos obtener, es el de una institucionalidad
policial eficiente y de alta calificación técnica, con oficiales de
ética impecable y respetuosos de los derechos que consagra la ley,
consubstanciados con las comunidades que, a su vez, deberán ejercer la
contraloría social y el apoyo imprescindible, para facilitar, no solo la
pulcritud en el ejercicio de este servicio público, sino la convivencia
armónica que todos deseamos y merecemos.
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