Se derrumba la torre del homenaje, cae el torreón, se desmorona la atalaya, las murallas se desploman, se hunden las almenas por su propio peso y con ellas la fortaleza de la barbacana. Se viene abajo el castillo, que era de naipes.
En su camino de ronda, solitario y ya vencido, se ve al diputado presidente de nada, polvoriento y asustado. Mira al firmamento como invocando el favor divino que no llega. Sabe que la estampida a su rededor se ha iniciado. Hace aguas la embarcación, y no muchos han de naufragar con él.
Los 27 cancilleres de la Unión Europea le hacen una trompetilla a su propio Parlamento y confirman el demérito: ya el diputado no es Presidente encargado en plaza pública ni en institución alguna: Asamblea Nacional saliente llaman a ese club de amigos que de tanto en vez se miran las caras para simular la pantomima de ser lo que ya no son. El gobierno de la recia Alemania ha sido más explícito aún: según informó su ministro de Relaciones Exteriores, «le retiró su reconocimiento como presidente interino»: Los germanos somos gente seria, farfulla para sí.
Por estos lados del Caribe, también otros se bajan de la nao: los dominicanos anuncian que su reconocimiento al diputadillo aquél feneció el pasado 5 de enero cuando terminó su mandato como presidente del parlamento venezolano. Perdido hace rato el apoyo de México, Argentina y Bolivia, ¿qué le va quedando por estos lares? ¡Y dígame si en Ecuador ganan los de Correa!
Así que afantasmado, como un ectoplasma que va diluyéndose en el aire, va por la vida el exdiputado a la búsqueda de otra quimera con qué engañar a incautos: como la autojuramentación y el mantra, como el «Sí o sí», como la Operación Libertad, como la trucada «toma» de la base aérea de La Carlota, como la invasión que no fue y la fulana «responsabilidad de proteger», como la «consulta», en fin… de espejismo en espejismo… pero caminando en círculo por el desierto, cada vez con menos audiencia: y es que Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo. Se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, según la afamada sentencia de Lincoln.
Como si no fuese suficiente el asco universal, ni el repudio de quienes a su derecha extrema aún acarician el sangriento delirio de que la IV Flota haga por ellos lo que ellos no son capaces de hacer, ni el desprecio de las mayorías nacionales, al diputado de mentirijillas lo zarandean en su propio patio: su dizque canciller le pide cuentas acerca de los millardos de millones de dólares que mal usó ese gobiernito de ficción… como si el dizque canciller no hubiese sido parte de él, dicho sea de paso.
Con Neruda, el exdiputado podría decir:
Abandonado como los muelles en el alba
es la hora de partir, ¡oh, abandonado!
En una de sus primeras canciones en solitario, un cáustico Lennon nos recita la ristra de sus no-creencias: no cree en Jesús, ni en Buda, ni en Kennedy, ni en Elvis, ni en Dylan, ni en nada, ni siquiera en los Beatles, y termina con un verso que en buena medida encarnaba a toda una época, que sirve de epígrafe a esta columna: El sueño ha terminado.
Si tuviese el coraje, si tuviese aunque fuese algún sentido del ridículo, el exdiputado aludido diría, nos diría, como nos dijo aquél un día memorable: Los objetivos que nos planteamos no fueron cumplidos y vendrán nuevas situaciones…. Y admitiría como única estrategia plausible el regreso a la ruta democrática: al voto, al diálogo, a la paz, a la Constitución, y a la soberanía de la patria. Y entregaría a otro la vocería que aún detenta, ilegítimamente.
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