Representantes de cinco de las 26 poblaciones humanas abarcadas por un nuevo estudio genético guardan indicios de un evento de infección por coronavirus que obligó los organismos de sus ancestros a adaptarse a esa amenaza.
Las señales de tal adaptación están presentes en 42 genes diferentes que codifican las denominadas proteínas de interacción vírica (PIV), algunas de las cuales están envueltas en el contagio con el actual SARS-CoV-2.
Este estudio se llevó a cabo analizando los genomas de al menos 2.500 personas de orígenes muy diferentes y permitió también identificar que la región de la supuesta epidemia prehistórica fue Asia Oriental y se produjo hace unos 25.000 años.
"La evidencia acumulada sugiere que las antiguas epidemias de los virus ARN [que usan el ácido ribonucleico como el material génico y no el ADN] se producían con frecuencia durante la evolución humana", sostienen los investigadores en una artículo publicado en la revista Current Biology este jueves, "sin embargo, actualmente no sabemos si la selección ha hecho una contribución sustancial a la evolución de los genes humanos que interactúan más específicamente con los coronavirus".
"Los virus son criaturas simples con un objetivo: hacer más copias de sí mismos", explican dos de los autores de esta investigación en The Conversation. "Pero su estructura biológica simple significa que no pueden reproducirse de forma independiente. En cambio, deben invadir las células de otros organismos y secuestrar su maquinaria molecular". Las invasiones víricas implican unirse e interactuar con unas proteínas específicas que produce la célula huésped y estas son las que llaman PIV.
La localización geográfica de los múltiples individuos con los PIV identificados sugiere que los antepasados de los asiáticos orientales modernos estuvieron expuestos a los coronavirus hace milenios, mientras que otras poblaciones no. Pruebas adicionales revelaron que los 42 PIV se manifiestan principalmente en los pulmones, que son los órganos más afectados hoy en día por el covid-19.
Varios de estos PIV también son objetivos para otros tipos de virus, como el del Zika y el de la hepatitis C. Este conocimiento abre el camino para tratar de reutilizar los fármacos dirigidos contra estas infecciones en el tratamiento del covid-19, estiman los autores.
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