Una joven de 22 años de edad pasó 10 años de su vida enclaustrada en la casa de su madrastra ubicada en el cantón La Troncal, provincia de Cañar, Guayaquil, Ecuador. En este inmueble fue abusada sexualmente, quedó embarazada y posteriormente logró huir.
La tragedia la contó la víctima durante una entrevista para el diario ecuatoriano Expreso, el cual la identificó con un nombre ficticio para su protección: Camila.
De acuerdo con el medio, la muchacha consiguió fugarse en marzo de este año, por lo que procedió a denunciar su caso tras estar por largo tiempo en una habitación donde fue violada, torturada física y psicológicamente.
La joven ahorró $1,50 y cargó con su pequeño hijo que engendró durante los ultrajes del hermano de su madrastra.
Sus padres emigraron a EE.UU y comenzó la pesadilla
Camila narró que la terrorífica situación inició cuando tenía tan solo 12 años. En medio de un escenario económico muy duro sus padres se vieron forzados a emigrar a Estados Unidos y la dejaron a ella y a sus dos hermanos bajo el cuidado de su docente, quien se valió de la confianza y cercanía que obtuvo con su papá.
La docente recibió a los tres niños en su residencia con el compromiso de protegerlos en tanto los padres se dedicaban al trabajo en el exterior.
Camila relató entre lágrimas todo el martirio al que se vio sometida desde el 2012 y cómo escapó de “la casa del terror”.
“Ella era mi profesora en la escuela y luego tuvo una relación con mi papá. Mis padres se fueron a vivir a los Estados Unidos y nos dejaron a su cuidado, al principio mi mamá no sabía la relación que ellos tenían. Los primeros meses nos trataban bien, luego comenzaron los maltratos, tanto físicos como psicológicos. Cuando cumplí 12 años me decía que yo nací para ser una mujer de la calle y mis hermanos marihuaneros”, declaró.
Acotó que se sentía muy conmovida al recordar estos hechos “A veces cierro los ojos y me imagino que otra vez estoy en ese cuarto, encerrada con candado y contando las horas, porque sabía que todos los días a las 03:00 ese hombre entraba para violarme”, aseguró.
Transcurrieron los días y los agravios contra ella y sus hermanos se intensificaron y la situación empeoró porque no tenían contacto de ningún tipo con los padres o parientes.
“No nos alimentaba, no nos dio educación, solo estudié hasta octavo año, tampoco nos compraba ropa a pesar de que mi padre le daba dinero. Ella le decía que estábamos bien, no nos permitió tener comunicación con mi madre. Nos repetía que ella no nos quería. A mis hermanos los hacía dormir en la calle y no les daba de comer. Sabía lo que me hacía su hermano, escuchaba mis gritos, producto de tantos abusos, salí embarazada, tengo un niño de 4 años”, reveló.
El violador la intimidó y le reiteró permanentemente que si buscaba huir la iba a asesinar junto con sus hermanos.
“Me mantuvo encerrada por años, no me dejaba salir, me dio un teléfono, pero únicamente para contactarme con él, no me permitía tener redes sociales. De tantos golpes que recibí, me lesionó los pulmones y estuve internada en un hospital, ahora me entero de que a mis padres les dijeron que tenía tuberculosis y que por eso me habían hospitalizado”, apuntó.
Escapó del infierno y espera rescatar a sus hermanos
El 31 de marzo tomó la firme decisión de terminar con tanto suplicio, tomó al bebé y abandonó el sitio.
“Cada vez que me encontraba una moneda, la escondía, ya me había dado cuenta de que el candado estaba dañado, por lo que aproveché para escaparme, pero no pude llevarme a mis hermanos. Temo por sus vidas”, manifestó.
Espera que la Policía rescate rápidamente a sus hermanos.
Hace un año el padre de Camila murió producto del contagio de la COVID-19 en Estados Unidos. Las víctimas fueron informadas de su muerte en marzo pasado. Su madre no puede retornar debido a que presenta una demanda por manutención por 34.000 dólares.
La condena para la madrastra y el hermano violador oscila entre 40 años
Por su parte, el abogado Kelvin Ronquillo señaló que Camila introdujo una denuncia formal por violación y otra por violencia psicológica, por lo tanto los cuerpos de seguridad tiene elementos para proceder.
“Es terrible lo que esta joven soportó y lo que hizo para escapar. Esa señora sabía todo lo que estaba pasando, ella fue autora y cómplice, incluso los torturaba metiéndolos en un tanque con agua, estas personas deben pagar por lo que le hicieron a estos niños. Hay penalidades y fuertes”, sostuvo el jurista.
Por su parte, un funcionario de Guayas refirió que el agresor incidió en delito que está tipificado en el artículo 171 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) y podría recibir una condena de 19 a 22 años.
No obstante, hay cargos que llevarían la pena hasta de 29 años. “En este hecho también hay concurrencia de infracciones, en el caso de la madrastra. La pena para ambos podría ser de hasta 40 años”.
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