Son seres invertebrados de hábitos nocturnos que prefieren moverse cuando hay poca iluminación, a pesar de que no ven prácticamente nada. La verdad es que esto no es ningún hándicap para ellas, ya que gracias a sus antenas son capaces de guiarse y detectar cualquier vibración o cambio térmico que se produzca en su entorno.
Esto les permite adaptarse con enorme facilidad a ambientes hostiles, lo cual ha permitido que puedan sobrevivir en nuestro planeta desde unos 350 millones de años. Otra de las razones de esta prolongada supervivencia es su enorme capacidad para responder ante un estímulo: lo hacen entre los 12 y los 50 mseg, mientras que los humanos necesitamos unos 200 mseg.
La radiactividad puede acabar con ellas
Uno de los mitos más populares que giran en torno a estos animales es que serían capaces de resistir ante una catástrofe nuclear, ya que la radiactividad no es capaz de acabar con ellas.
Sin embargo, esto no es cierto. Un experimento realizado por Cazadores de mitos, de Discovery Channel, demostró que el 10% de las cucarachas alemanas son capaces de sobrevivir cuando se someten a una radiación de 100 Gy, sin embargo, todos los especímenes mueren una vez alcanzados los 1.000 Gy.
Esto significa que estos animales pudieron sobrevivir a una distancia de 300 m de la explosión de Hiroshima, pero que ninguno fue capaz de resistir en las cercanías del accidente de la central de Chernóbil, en donde se liberó unas cuatrocientas veces más material radiactivo.
Transmisor de enfermedades
Otra de sus muchas idiosincrasias es la variación de su color. Cuando nacen (ninfas) tienen una coloración blanquecina, la cual se pierde a lo largo de las siguientes ocho horas siguientes, en las que van adquiriendo la tonalidad café característica.
La naturaleza las ha dotado, además, de una resistencia sobrenatural y es que su exoesqueleto de quitina les permite aguantar hasta novecientas veces su propio peso corporal.
En cuanto a la transmisión de enfermedades, a diferencia de lo que sucede con mosquitos y garrapatas, que causan enfermedades en los seres humanos directamente a través de sus picaduras, las cucarachas únicamente las causan de forma indirecta, ya que pueden portar decenas de bacterias. De esta forma, pueden propiciar la aparición de brotes de salmonelosis, fiebre tifoidea o cólera.
Pueden vivir sin cabeza
No es cierto que las cucarachas tengan tres cerebros, pero sí que tienen un sistema nervioso enormemente complejo. Su cerebro se encuentra dividido en tres partes: un cerebro (protocerebro) que conecta con los ojos y las estructuras fotorreceptoras; un segundo cerebro (deuterocerebro) que enlaza con las antenas sensoriales y motoras, y el tercero (tritiocerebro), acoplado con un ganglio y que tiene una función gustativa y olfativa.
El cerebro de estos animales dirige sus actividades pero, además, cada uno de los segmentos en los que está dividido su cuerpo cuenta con ganglios, los cuales en ausencia de la cabeza pueden continuar realizando su labor.
Si a esto añadimos que el cerebro de estos animales no controla la respiración –las cucarachas no tienen pulmones y respiran a través de tráqueas o espirales que se encuentran repartidas por cada uno de los segmentos- explica que puedan vivir sin cabeza incluso durante varias semanas.
Los seres humanos combatimos a estos blatodeos a través de insecticidas que actúan dañando su sistema nervioso, provocando que las patas se contraigan de forma asincrónica. Esto hace que pierdan el equilibrio y que, por efecto de su peso corporal, se queden boca arriba en el momento de la muerte. Sin embargo, si a una cucaracha la volteáramos -sin dañarle su sistema nervioso- sería capaz de recuperar la postura normal y huir hasta un rincón seguro en muy pocos segundos.
Haz clip aquí para que te unas a THREADS