El veneno de la cobra real puede matarnos, pero debidamente tratado
también puede darnos la vida, ya que sus toxinas hacen las veces de
inhibidores de la comunicación neuronal y de paliativos de muchas
enfermedades. La utilidad médica de ciertas de sus proteínas ha llevado a
un equipo internacional de científicos a secuenciar su genoma, con el
objetivo de esclarecer el modo en que el veneno se genera en su
organismo. De forma simultánea, se ha publicado también el genoma de una
serpiente no venenosa, lo que ha permitido comparar el ADN de ambas
especies.
El veneno secretado por las glándulas de las
serpientes es fruto de la evolución, que dotó a su organismo de un
mecanismo capaz de transformar proteínas ordinarias en neurotoxinas.
Esta potente arma biológica supone un gran desafío para los científicos,
que buscan incansables desentrañar las claves de su producción para en
un futuro crearlo y modificarlo en el laboratorio. En esta
investigación, que contaba con la participación del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), se recopiló toda la información
genética de un ejemplar de cobra real.
La cobra real, que
habita en los bosques del sureste asiático y se alimenta de otros tipos
de serpiente, emplea el veneno como arma química para capturar a sus
presas y para defenderse de sus depredadores. Aunque no posee el veneno
más mortífero del reino animal, una sola mordedura puede bastar para
matar a un elefante, como apuntan desde la agencia de noticias
científicas SINC.
La comunidad científica se servirá de
esta valiosa información para desarrollar futuros métodos de aislamiento
de las toxinas beneficiosas, que podrían ayudar a frenar del desarrollo
de enfermedades como la metástasis del cáncer.
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