martes, 16 de junio de 2015

Zuliana cuenta el calvario que vive tras querer reafirmar sus glúteos: "El biopolímero me destruyó"

Rosa Angélica Parra, comerciante marabina, comenzó a ver ulceraciones en su piel tres meses después de haberse inyectado en una estética en el segundo piso de Galerias Mall. La fina aguja que le atravesó los glúteos con un cóctel de supuesto colágeno y otras vitaminas le cambió la vida. Sus manos y pies se inflamaron y sus piernas se endurecieron como una roca. 
   
Sesenta y cinco centímetros cúbicos de aquella sustancia bastaron para borrarle por completo las ganas que tenía de reafirmarse los glúteos. Pagó 5.500 bolívares el 6 de febrero de 2013 por el “tratamiento de belleza”.

La mujer, de 32 años, se  complicó y comenzó a tener dificultad para respirar; los pulmones le dolían. Al hacerse varios estudios de laboratorio y una resonancia magnética se dio cuenta que su sangre estaba infectada por biopolímeros. Los síntomas que sufría se debían  a que el líquido que le habían inyectado “bajo engaño” estaba siendo rechazado por su organismo.

Las mejillas y el mentón le cambiaron de tamaño. “Me veía al espejo y no me reconocía, me destruyeron la vida por completo”, asegura la víctima.

Rosa recuerda perfectamente la tarde en que “le dañaron su cuerpo”. Prefiere olvidar ese capítulo de su vida, pero “son huellas que quedaron para siempre en mí”.

“Acudí al consultorio para reafirmarme los glúteos. Me dijo que me inyectaría colágeno y quedaría como una ‘miss’. El tratamiento me lo aplicó en 45 minutos, porque en el centro comercial se fue la electricidad en el momento que me estaba atendiendo y hasta buscó una linterna para terminar”, contó.

Sobre los riesgos de este procedimiento, la médica cirujano especialista en medicina estética, Mary Amado, explica  que en los casos menos graves, el biopolímero se transforma en gel o en pelotas de silicón duro, que deforman la piel.

“El biopolímero no se reabsorbe, por lo que el cuerpo la encapsula”, dice.

En otros casos, la sustancia puede “viajar” por los vasos sanguíneos y localizarse en otro órgano distinto al cual fue inyectado. “Es tan dañino para el organismo que puede provocar deformidad, mutilación e infección en cualquier parte del cuerpo”, detalla.

Rosa Angélica Parra tiene dos años con biopolímero en su sangre. Los efectos de la sustancia las siente “a cuenta gotas”. Aparecen lentamente los síntomas pero con fuerza.

El médico cirujano Daniel Slobodianik asegura: “Las secuelas de biopolimeros son en el 100% de los casos, unos mas leves que otros, y pueden tardar hasta 30 años en aparecer”.

La víctima se enfrenta a dos batallas: la legal para ganarle la demanda a la doctora que le inyectó la sustancia y así ser indemnizada y la otra; la psicológica para poder asimilar que los daños ocasionados son irreversibles.

“No tengo el suficiente dinero para poder operarme y minimizar los riesgos que contraje con ese tratamiento. He ido varias veces hasta el consultorio de la doctora que me inyectó para que responda por lo que me hizo pero no da la cara. El caso lo tiene la Fiscalía  5”.

El biopolímero mayormente se aplica para aumentar glúteos, pero también lo infiltran en el rostro, para levantar pómulos o reducir arrugas.

A Rosa le colocaron la sustancia de forma ilegal. El uso de los biopolímeros fue prohibido en Venezuela por el Ministerio de Salud en el 2012. Solo en ese año se registraron 866 denuncias de pacientes afectados por ese tratamiento.

Según la decisión del Servicio Autónomo de Contraloría Sanitaria del Ministerio se prohibió el uso de los biopolímeros bajo sus formas genéricas polimetacrilato (PMMA y Phema) y silicona líquida o cualquiera de sus mezclas, comercializados bajo las marcas Biofill, Bioskin, Metacol, Silome, y Bioderm.

La víctima del biopolímero puede someterse a una cirugía abierta para resarcir los daños ocasionados, sin embargo nunca se podrá eliminar el 100% de la sustancia en el organismo,  comenta Mary Amado.

Los especialistas recomiendan estar atentos ante falsos médicos y estéticas sin permisos que ofrecen células expansivas y otras sustancias, pero inyectan biopolímeros.

“Lo mejor es verificar que el médico tratante esté afiliado a  la Sociedad Venezolana de Cirugía Plástica Reconstructiva, Estética y Maxilofacial. Hay mucha publicidad engañosa en la calle”, explica Amado.

Pese a las advertencias y prohibiciones el biopolímero sigue comercializándose en el país, mientras que más mujeres y hombres caen en ese laberinto sin salida que lleva a la muerte.




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