jueves, 24 de septiembre de 2015

Similitudes entre metástasis y células madre mejorarían los tratamientos

Un grupo de científicos ha hallado relaciones genéticas entre las células madre mamarias y los tumores metastásicos, un descubrimiento que podría explicar cómo se extienden estos cánceres y abrir vías para nuevos tratamientos, según publica la revista británica “Nature”.
El resultado de este trabajo, desarrollado por la Universidad de California San Francisco (UCSF), podría cambiar radicalmente la manera en que los investigadores abordan el estudio de la metástasis de células cancerígenas, explicaron sus autores en el texto.
La metástasis, recuerdan, es la principal causante de muertes por cáncer, pero sus “pequeñas semillas” son tan difíciles de localizar que solo un puñado de científicos ha logrado estudiarlas a fondo.
Las células cancerígenas que se separan de un tumor usan el torrente sanguíneo para desplazarse y alojarse en alguna parte del cuerpo humano, donde pueden convertirse inmediatamente en un cáncer metastásico o permanecer en letargo durante años y activarse décadas después de la eliminación del tumor primario.
En su estudio, los científicos de UCSF detallan la captura y análisis de células metastásicas individuales procedentes de un cáncer de mama humano implantado en ratones, las cuales llegaron a formar tumores en varias partes de la anatomía de los roedores.
Los expertos descubrieron que los programas genéticos presentes en esas células eran muy distintos a los de los tumores primarios en los que se formaron, al tiempo que poseen genes característicos de las células madre mamarias.
Según la investigadora Zena Werb, uno de los autores de este trabajo, los medicamentos modernos ignoran la diferencia que existe entre tumores primario y metastásicos.
“Realizamos pruebas con medicamentos que tienen capacidad para eliminar tumores primarios, pero la mayoría no funcionan con metástasis y esto deja a los pacientes expuestos a una recurrencia”, explicó Werb.
El problema, agrega Devon Lawson, coautor del estudio, radica en que se desconocen aún las causas exactas por las que las células metastásicas durmientes sobreviven durante años sin ser detectadas, lo que dificulta su investigación.
En trabajos anteriores, el grupo encabezado por Werb halló en los bordes de cánceres de mama subconjuntos de células que parecían estar listos para la metástasis debido a su proximidad al torrente sanguíneo y a ciertas proteínas que rodean al tumor.
Las condiciones de ese “microambiente” parecía ser idóneas para activar programas genéticos similares a los de las células madre mamarias, las cuales permiten el desarrollo de los pechos durante la pubertad y su crecimiento durante la lactancia.
Estos genes “autoreplicadores”, explica Werb, podrían permitir a las citadas células generar nuevos tumores en otras partes del cuerpo, si bien ningún investigador ha sido testigo todavía de este posible fenómeno.
En este estudio, el equipo de UCSF usó una técnica conocida como “xenoinjerto de derivados de paciente” (PDX, sus siglas en inglés), que consiste en trasplantar células de tumores humanos en ratones.
En contraste con el tejido sano de ratón, las células metastásicas procedentes de un tumor humano brillan como bengalas gracias a un proceso que recurre a la citometría de flujo y que detecta esas “pequeñas semillas” individuales en su viaje por la sangre o cuando ya están alojadas en alguna parte del cuerpo.
Los expertos usaron después “nueva tecnología de microfluidos” para identificar a los genes activos de esas células. “Hemos sido capaces de contemplar la expresión genética desde un nuevo nivel de resolución”, destaca Lawson.

 
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