jueves, 29 de octubre de 2015

No habías oído hablar de él: todo lo que sabemos sobre el orgasmo cervical

Si usted está leyendo este artículo, es probable que eso del orgasmo vaginal le suene a antediluviano, que el orgasmo clitoridiano lo conozca ya al dedillo (valga la redundancia) y que ande con otras cosas más exóticas como el beso de Singapur, el sexo tántrico o a saber qué. Así que si quiere probar algo nuevo, puede fijarse en el orgasmo cervical, sobre el que hay muy poco escrito pero del que cada vez se habla más en las revistas femeninas y los artículos relacionados como el sexo.
Puede que eso del orgasmo cervical le haga pensar en el movimiento del cuello al realizar sexo oral, pero estamos hablando de otra cérvix.
Concretamente, del cuello uterino que comunica vagina y útero y por el cual espermatozoides y menstruación se cruzan en sus respectivos caminos. Mide unos tres centímetros de longitud y 2,5 de diámetro, y se encuentra en la parte final de la vagina. La mayor parte de publicaciones sobre el supuesto orgasmo cervical están imbuidas de cierta retórica mística: que si puede durar durante horas, que si proporciona una experiencia en la que participa todo el cuerpo en su conjunto, que si es el centro de la sexualidad femenina…
Lo importante está en el interior
No es fácil descubrir de dónde proviene este súbito interés por el orgasmo cervical, pero bien puede ser de un artículo publicado por Kim Anami, su gran defensora, en las páginas del Playboy de marzo de 2010. En él, la autora explicaba cómo aparte del orgasmo de clítoris y el del punto G, existía otro, que había descubierto gracias a sus lectoras taoístas… y a su propia experiencia. Se trataba del orgasmo cervical, “el más profundo y trascendente de todos ellos” y “el pico definitivo del placer”, capaz de conciliar el lado más físico del orgasmo clitoridiano y el emocional del punto G.
La longitud es importante, pero aún más lo es la posición en la que se realice el acto sexual

A pesar del rechazo de muchos sexólogos, Anami defiende haber experimentado potentes orgasmos cervicales, algo que compara con vivir un éxtasis. “Es un resplandor de todo el cuerpo, un subidón que se extiende de manera que todo parece delicioso y me deja radiante durante días”. Toma ya. “Cada toque, cada palabra, cada interacción es exquisita”. Y procede a explicar una anécdota en la que, mientras se encontraba en un restaurante con su pareja, sintió terribles ganas de experimentar otro orgasmo de cérvix, por lo que salieron corriendo hasta que él la hizo el amor (bueno, textualmente, la “folló”) hasta que se puso a gritar, gemir y llorar, todo al mismo tiempo. Una experiencia que la tuvo flotando durante dos días.
La clave se encuentra, como uno bien puede pensar, en llegar a frotar la región de la vagina que da acceso al cuello uterino. Para ello ya no se debe empujar de arriba a abajo, como se haría si se intenta alcanzar un orgasmo vaginal, sino de un lado a otro, de forma que la punta del pene (o del dildo o vibrador, dos herramientas parece ser que muy útiles para conseguir este tipo de satisfacción) acaricie dicha zona. A pesar de lo que cabría pensar, no sólo importa la longitud –aunque también ayuda–, sino sobre todo, la posición.
En busca del clímax perdido
La posición recomendada por la autora para alcanzar dicho orgasmo es la penetración del hombre por detrás mientras la mujer se encuentra arrodillada. Por lo general, es necesario calentar un poco antes de lanzarse a la acción, ya que no resulta nada fácil alcanzar tan remoto punto. Todas aquellas que confiesan haber experimentado un orgasmo de esta clase coinciden en algo: si no se encuentran totalmente relajadas y sin que ningún problema emocional les atormente, es imposible alcanzarlo. Anami advierte que puede ser algo doloroso en un primer momento, por lo que conviene empezar el acto sexual con otras posiciones antes de lanzarse a por ello y, cuando se haga, tratarlo con mucho cuidado.
La sensación que se experimenta durante uno de estos orgasmos es muy diferente a lo conocido, señala Anami en una entrevista con Cosmopolitan. Si el orgasmo vaginal o el clitoridiano son como escalar una montaña, la sexóloga compara el cervical con atravesar una cordillera, debido a la gran cantidad de subidas y bajadas que se experimentan durante el acto sexual. Algo que lo asemeja al sexo tántrico, que se basa no tanto en seguir un camino recto y rápido hacia el clímax sino en retrasar este todo lo posible para alcanzar una mayor intensidad. Según Anami, todas las mujeres pueden conseguirlo con tiempo y esfuerzo, hasta el punto que, como ella, lo alcancen simplemente con una caricia de su pareja en la oreja o susurrándole tiernamente. O, al menos, eso asegura.
Como cabe esperar, no todo el mundo está de acuerdo en considerar esta clase de orgasmos como algo especialmente innovador ni esencialmente diferentes a un orgasmo vaginal. Es el caso de, por ejemplo, la sexóloga Betty Dodson, que en una respuesta a una consulta, explica que en su opinión los conocidos como orgasmos cervicales o uterinos no son más que otras forma de llamar al viejo orgasmo vaginal, sólo que de forma un tanto diferente. Lo cual tiene un problema, a juicio de la sexóloga: que provoca que volvamos a centrarnos en el sexo vaginal que tan malos resultados tiene en lo que respecta a la satisfacción de las mujeres, sobre todo en comparación con el del clítoris.
No obstante, Dodson reconoce la existencia de un orgasmo de fusión (meltdown orgasm) que ella misma ha experimentado en alguna ocasión, y para el que hace falta una penetración profunda y la estimulación del clítoris. En su caso, lo alcanzó siendo penetrada por un hombre con gran autocontrol mientras se encontraba de lado, con una pierna alzada, y un vibrador sobre su clítoris: la sexóloga reconoce que nunca había sentido nada similar y que le fue casi imposible repetirlo. Así que quizá merezca la pena intentarlo o, por lo menos, utilizarlo para tirarse el folio. A juzgar por los tremendos testimonios de las aquí citadas, tampoco serías el primero.



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