lunes, 25 de enero de 2016

¿Cuánto cambió Evo Morales en los 10 años que lleva como presidente de Bolivia?

En 10 años como presidente de Bolivia, Evo Morales cambió muchas cosas en ese país. Y, por supuesto, también cambió él.
Después de todo, los que saben de las lisonjas, sinsabores, sacrificios, triunfos y vanidades que vienen con el poder, coinciden en que nadie puede ser la misma persona después de una década de vivir como el centro de todo.
Y en Bolivia, para bien y para mal, Evo Morales es el centro de todo y no es la excepción a la regla.

Así, el hombre que no pudo contener las lágrimas en sus primeros segundos como presidente ahora se reúne con Vladimir Putin un día y al otro es recibido y halagado por los principales mandatarios de la Unión Europea.
Y aunque recientemente convocó a empresarios e inversionistas en el hotel Four Seasons de Nueva York, cada fin de año les sigue rindiendo cuentas a los productores de hoja de coca, el grupo que lo lanzó a la política hace casi tres décadas.

A continuación algo de lo que ha cambiado –y lo que no– desde el 22 de enero de 2006, cuando Morales asumió por primera vez la presidencia.

Ese domingo de enero

Ese día, en la plaza San Francisco de La Paz, decenas de miles de personas lloraron junto a Evo.
Fue el momento más emotivo de aquella tarde de domingo de enero.

Mientras el cantautor argentino Piero entonaba su viejo tema "Para el pueblo lo que es del pueblo", los fuegos artificiales iluminaban el festejo.
Y unos minutos antes, el escritor Eduardo Galeano había tomado el micrófono para decir que era el "fin del tiempo del miedo en Bolivia".
La sensación general era que para ese país empezaba una nueva historia, con la que también iniciaba una vida muy distinta para el hombre en el centro de la celebración: el dirigente sindical que ese 2006 llegó al palacio de gobierno de su país con nada menos que el 54% de los votos a su favor.
Ese domingo, para Morales se acabaron, tal vez para siempre, las noches en las que debía dormir en diferentes casas para protegerse de secuestros u órdenes de detención en su contra.
No se preocuparía más por los soldados entrenados por la DEA que le dieron tantas palizas, sino que éstos tendrían que cuadrarse ante él, el nuevo presidente.
Dejaría el departamento modesto y frío que tenía en un barrio de clase media de La Paz para vivir en la residencia destinada a los mandatarios bolivianos.
Y tampoco volvería a viajar sin maleta, como acostumbraba hacerlo, por temor a que"alguien le siembre" un paquete de cocaína en el interior.
Ahora, cuando Evo sale fuera de Bolivia, su equipaje tiene categoría de valija diplomática y vuela en avión privado.
Pero los cambios no se limitan a las prerrogativas propias de su cargo.

De "derechistas" a "compañeros"

El presidente de Bolivia tuvo un bautizo a fuego en sus primeros años, rodeado por una oposición que le impedía aterrizar en medio país y que controlaba el Congreso.
Su intento por modificar la Constitución de su país estaba bloqueado y, entre 2007 y 2008, no fueron pocos los analistas que dijeron que él y su plan de "refundar Bolivia" estaban desahuciados.
Entonces Morales no daba tregua y acusaba a sus opositores de "separatistas", "terroristas", "derechistas" y "neoliberales".
Y desde el bando contrario le devolvían epítetos tales como "macaco", "asesino", "indio" y "comunista".

En una década, el presidente boliviano se impuso en tres elecciones presidenciales y un referéndum en el que se jugaba su continuidad en el cargo.
Sus opositores nunca llegaron a conseguir la mitad de los votos que él conseguía y muchos se fueron rindiendo con el pasar de los años.
Es más, algunos comenzaron a aproximarse al otrora satanizado "evismo".
Y Morales aprendió muy bien que no sólo los bloqueos de carreteras y marchas sirven para ganar en la política: también sirven las alianzas, incluso las que puedan considerarse contradictorias.
Así fue que después de los años más difíciles, casi de la noche a la mañana, en las propias palabras del presidente boliviano, "neoliberales" y "vendepatrias" se convirtieron en "compañeros confundidos que había que rescatar".

Las alianzas inauditas se multiplicaron desde los comicios presidenciales de 2009 y en la actual campaña por habilitarse para una nueva reelección, Morales no ha cambiado de estrategia.
Al partido de Morales se sumaron exmilitantes de practicamente todos los partidos políticos de la oposición boliviana, que ahora ocupan cargos públicos y desde entonces cantan el himno de ese país con el puño izquierdo en alto.
El oficialismo boliviano también sumó a sus nuevos "compañeros" a la misma patronal agraria a la que antes acusaba de conspiración y complot.

Algunos de los jóvenes que en los primeros años de gobierno de Evo perseguían con palos a personas con rasgos indígenas, hoy hacen campaña a favor del presidente boliviano.
Y los músicos que le dedicaban canciones para insultarlo ahora cantan a favor de una tercera reelección para Morales.
Al presidente boliviano parece no molestarle. Iincluso puso a uno de ellos como candidato a una alcaldía en el sur de Bolivia. Un apoyo que no le bastó para alcanzar el cargo.

En tiempos de crisis

Cuando las brasas arden, Morales también mostró diferentes facetas.
En los diferentes momentos de crisis que atravesó su presidencia, Evo tuvo varias oportunidades para demostrar las cualidades que le permitieron sobrevivir a tantos años de persecuciones y represión.
Y si en las urnas fue imbatible, en las calles demostró en más de una oportunidad que su movimiento era tan fuerte y cohesionado que no permitiría que nadie le arrebate sus victorias.
Sin embargo también atravesó momentos de impotencia, como cuando en 2006 dos grupos de mineros comenzaron a matarse los unos a los otros y su naciente gobierno nada pudo hacer para evitarlo.
Y, como cualquier otro político, también conoció la derrota.
Aquella vez en la que sus propias bases le dijeron que no defenderían la "neoliberal" y "descomunal" subida de precios de la gasolina que decretó en la navidad de 2010.
Morales retrocedió después de cinco días de protestas en las calles en el último día de ese año.
Dijo que lo hacía porque él "manda obedeciendo", pero su rostro no expresaba ninguna alegría en el momento de anunciarlo.

Siendo mandatario, Evo Morales tuvo que apelar a sus viejas artes sindicales, como declararse en huelga de hambre en pleno Palacio de Gobierno o dirigir marchas a través del altiplano boliviano.
Fueron acciones inesperadas que descolocaron a sus contendores y le permitieron lograr sus objetivos.
Sin embargo, también durante su mandato, otras marchas fueron reprimidas y por ello algunos de los que lo conocieron aseguran que Morales ha cambiado.
Y a muchos les costó creer lo que pasó en septiembre de 2011,tal vez el peor año de la década de Evo.
Una marcha que se oponía a un proyecto carretero en medio de una selva fue asaltada por oficiales de Policía y aviones de las Fuerzas Armadas.
Muchos todavía le recuerdan ese episodio a Evo y a sus defensores.

Lo que cambió (y lo que no)

Pablo Stefanoni, exdirector de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique

"En estos 10 años, el liderazgo de Evo Morales ha sufrido algunas transformaciones.
Puedo referirme a una: para justificar sus reelecciones se debió abandonar la imagen de que él es "uno más" entre los campesinos, lo que un documental reflejó en el título "Hartos Evos hay aquí".
En este tiempo se fue acentuando la idea de que se trata de un líder excepcional, casi predestinado para ello, en la huella del legendario Tupak Katari.
El canciller David Choquehuanca sintetizó esta evolución: "Hay un solo Fidel, un solo Gandhi, un solo Mandela y un solo Evo".
Esto era necesario, porque si hay "hartos Evos" no habría razón para modificar la Constitución y habilitar un cuarto mandato.
Lo que no ha cambiado de Evo es un fuerte predicamento como líder popular.

Se trata de un presidente-símbolo que trasciende una mera gestión presidencial. De allí que no sea fácil para sus opositores vencerlo en las urnas.
Su liderazgo combinó desde el comienzo pragmatismo y búsqueda de inscribirse como un presidente que cambió Bolivia.
Esos orígenes como sindicalista son aún muy perceptibles en su forma de gobernar".

¿Cuarto mandato?

A pesar de todas esas zozobras y algunos escándalos de corrupción en el camino, se puede decir que en 2014 Evo Morales ganó la última elección de Bolivia sin despeinarse.
Incluso triunfó en esas ciudades en las que en los primeros años no podía aterrizar.

Su oposición poco pudo hacer para evitar que Morales se asegure el tercer mandato. Un expresidente salido del partido de derecha más radical de Bolivia y un millonario que en la década del 90 impulsó la privatización de empresas estatales bolivianas no pudieron hacerle ni sombra.
10 años después, es la primera vez que parece que Evo Morales compite con él mismo.
Con su oposición pulverizada después de perder y perder elecciones, se someterá a lo que digan los bolivianos.
Ellos decidirán, sobre la base de su vida-mito, gestas épicas, contradicciones y errores, si le dan una nueva oportunidad.
Fuente: BBC Mundo



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