lunes, 23 de agosto de 2010

Enfrentemos la privatización solapada de la gestión cultural

El ministro del Poder Popular para la Cultura, Farruco Sesto, hace un llamado a Ministros, Ministras, Gobernadores, Gobernadoras, Alcaldes y Alcaldesas como máximos representantes de las instituciones públicas con algún tipo de gestión cultural para que revisen las características de sus actuaciones de modo que rectifiquen lo que sea necesario y reimpulsen una política que brinde espacios suficiente a la promoción de nuestros propios valores a escala nacional, regional y local.

Este llamado forma parte de una carta abierta redactado por Sesto, que tiene su origen en las innumerables reuniones y encuentro con individualidades y colectivos del quehacer cultural venezolano, quienes les han manifestado su orgullo por los avances de la acción cultural revolucionaria, pero también han hecho observaciones y críticas contundentes a las prácticas desarrolladas en los distintos niveles de Gobierno.

Parte de esas críticas se deben a que hay instituciones que no se preocupan en promover nuestros valores y los artistas criollos que los encarnan, sino que agotan sus recursos en eventos a los que son invitados artistas internacionales que cobran en dólares.

Además el texto expresa que los artistas denuncian como una privatización de la cultura se ha impuesto en el país, perjudicandotanto a la administración pública, como a nuestros artistas y al pueblo en general.

Ante este panorama Sesto se ofrece a contribuir con la creación de un sistema económico racional y saludable que sirva de soporte a la actividad artística en todos los ámbitos.

A continuación el contenido íntegro del documentos redactado por el ministro Farruco Sesto:

CARTA ABIERTA

Primera de una serie de doce.

Enfrentemos la privatización solapada de la gestión cultural

En estos últimos años he participado en innumerables reuniones con cultores, artistas, intelectuales de todo el país.

Entre ellas, muchas han sido con personas y grupos que activan vitalmente en los universos de la música y la danza.

En esas reuniones he recogido el orgullo generalizado por los avances de la acción cultural revolucionaria. Pero también he tomado nota de algunas observaciones y críticas que, a veces, son especialmente contundentes.

Quiero referirme hoy a una angustia creciente entre músicos y cantantes.

Tiene que ver con el auge de algunas prácticas que ellos consideran negativas en la gestión de la cultura llevada a cabo en distintos niveles de Gobierno, es decir en ministerios, gobernaciones, alcaldías, así como en diversas instituciones públicas.

He recogido con mucha fuerza esa preocupación durante la gira que estoy realizando y que me ha llevado ya a diecisiete estados en los últimos dos meses. También he podido conversar en mi despacho con una intranquila delegación conformada por tres generaciones de importantísimos músicos y cantantes, considerados como glorias nacionales, cuyo nombre no voy a mencionar aquí.

La preocupación manifestada por unos y otros la resumo del modo siguiente:

-Existen responsables de la gestión cultural pública en sus distintos niveles que, lejos de preocuparse por una acción continua que promueva día a día nuestros valores y a los artistas que los encarnan, queman sus recursos puntualmente en poco tiempo en una política de eventos. Es decir que sustituyen la visión estratégica necesaria para el desenvolvimiento de las políticas culturales por una especie de operativos de coyuntura.

-En esa política de eventos efectistas, se contratan muchas veces a figuras de éxito comercial que poco añaden (si es que añaden algo) a las estrategias culturales de la transformación, cuando no las contradicen directamente. Por otra parte, mientras que a nuestros artistas se les solicita comprensión en cuanto a la necesidad de administrar cuidadosamente los recursos para la cultura, a estas figuras comerciales se las recompensa con abultados honorarios que nada tienen que ver con nuestra realidad. Buena parte de estos artistas contratados provienen del exterior y queda en el aire un misterio sobre el origen de las divisas con que les pagan, puesto que las providencias de los organismos competentes establecen que el único modo de acceder a esas divisas es con el certificado del Ministerio competente, en este caso el del Poder Popular para la Cultura, el cuál (podemos garantizarlo) es muy exigente y reflexivo a la hora de otorgar dicho certificado.

-Hay una queja generalizada de que han proliferado estructuras privadas de intermediación entre los artistas y los responsables de la gestión cultural pública. Se denuncia como una privatización de la cultura por mampuesto. Con el agravante de que se ha convertido en un factor que incrementa los precios. Lo que pasa con los artistas, ocurre con los equipos de sonido, tarimas, y otros elementos logísticos, manejados por empresas privadas con conexiones en el interior de los organismos, que disparan extremadamente los costos de la actividad cultural abierta con lo cuál, en definitiva, se perjudica tanto a la administración pública, como a nuestros artistas y al pueblo.

Ante tal situación hago un llamado a Ministros y Ministras, Gobernadores y Gobernadoras, Alcaldes y Alcaldesas, así como a los máximos responsables de las instituciones públicas con algún tipo de gestión cultural, a que revisemos, entre todos y cada uno, las características de nuestra actuación en este sentido, a que rectifiquemos donde haya que rectificar y a que reimpulsemos una política que, sin negar ni contradecir el diálogo necesario de nuestras culturas entre sí y con el mundo, le demos el espacio suficiente a la promoción de nuestros propios valores, tanto a escala nacional, como regional y local.

Nuestro pueblo y sus artistas lo agradecerán.

El Ministerio del Poder Popular para la Cultura se pone a la orden para contribuir a crear un sistema económico racional y saludable que sirva de soporte a la actividad artística en todos los ámbitos.



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