lunes, 19 de marzo de 2012

Alerta máxima en Francia por el ataque a un colegio judío

Una verja verde, una calle estrecha, tranquila y empinada, apartada del centro urbano, situada en un barrio residencial de Toulouse poblado de modestas casas unifamiliares de los años setenta. Este lugar idílico se ha convertido esta mañana en el escenario de un crimen que dejará una huella profunda en Francia. Un individuo ha llegado poco después de las 8.00 horas montado en una motocicleta Yamaha, y sin mediar palabra ha abierto fuego de forma indiscriminada y desde muy corta distancia contra los alumnos, padres y profesores del colegio judío Ozar Hatorah que esperaban junto a la verja la hora de entrar a clase. Los disparos del agresor, que según la fiscalía usó dos pistolas diferentes porque la primera se encasquilló, han acabado con la vida de Jonathan Sandler, un profesor de religión de 30 años, llegado hace dos desde Israel, y a dos de sus tres hijos, de tres y cinco años. Pocos minutos después ha muerto camino del hospital una tercera niña, de siete años, hija del director del colegio, Yacob Monsonego. Un quinto joven, de 17 años, se debate entre la vida y la muerte.
Toulouse, la ciudad roja y abierta, que mantiene desde hace siglos una activa y bien integrada comunidad judía que hoy agrupa a unas 12.000 personas, ha quedado conmocionada por la desolación y la barbarie. Pocos acertaban a explicar lo ocurrido. A las cuatro de la tarde, dentro del colegio, que funciona también como internado, solo había unas mochilas abandonadas en un rincón del patio. En las instalaciones, algunos profesores y estudiantes con kipá. Ninguno lograba contar lo que había visto: “Ha sido terrible”, decía un joven de 17 años sin levantar la vista del suelo. “No podemos hablar, es demasiado doloroso para nosotros”, añadía su madre. “Tiene que ser un tipo medio loco, no se puede matar así a los niños”, comentaba el pequeño Julien Thormiere, un vecino del barrio de la Roseraie, de once años.

La tesis del perturbado casual ha quedado superada muy poco después del suceso; el ministro del Interior, Claude Guéant, ha mandado reforzar la vigilancia en todos los locales judíos del país, ha admitido que los hechos podrían tener relación con otras dos ejecuciones similares ocurridas hace unos días en la misma zona y ha ordenado activar el mayor grado de alarma policial del país. El domingo pasado (11 de marzo), un soldado francés fue asesinado a tiros en plena calle en Toulouse, y el jueves posterior, dos militares más murieron tiroteados y otro resultó herido muy grave en la cercana ciudad de Montauban, sede de un importante regimiento de paracaidistas. Los tres militares fallecidos eran de origen magrebí; el herido es de Guadalupe.
Con el paso de las horas, los datos parecen confirmar la conexión entre los siete asesinatos. Primero, la Fiscalía antiterrorista de París ha decidido agrupar las tres investigaciones; más tarde, la policía ha informado de que el arma utilizada en los tres ataques fue la misma, y ha añadido que la descripción de la moto utilizada por el agresor también coincide y que tanto el perfil del asesino como la forma de actuar son idénticos en los tres casos: con calma, en pleno día, y ante numerosos testigos.
La policía ha encontrado casquillos de bala de dos pistolas diferentes, una del calibre 11.43 (el mismo utilizado en las matanzas anteriores), y otra de 9 milímetros. La investigación apunta a que la moto empleada en el atentado, una Yamaha T-Max, fue la misma que se usó en los otros dos ataques, y que fue robada antes del primer asesinato de un militar, el 11 de marzo, según informa Le Parisien.
Al caer la noche, la web de la revista Le Point ha informado de que la policía investiga a tres militares franceses de tendencia neonazi por su supuesta implicación en el ataque. Según la revista, los tres sospechosos formaban parte del 17 regimiento de Ingenieros paracaidistas de Montauban. En 2008 la prensa francesa publicó unas fotos en las que aparecían haciendo el saludo nazi ante una cruz gamada. Fueron expulsados. Según Le Point, el perfil de los tres soldados se asemeja a la descripción que los testigos hicieron de los presuntos autores de los tiroteos en Toulouse y Montauban: musculoso, tatuado y vestido de negro.
Por la tarde, en la sinagoga de la céntrica calle Riquet, cientos de vecinos y numerosos miembros de la comunidad judía han celebrado un solemne homenaje a las víctimas. Josef, desolado padre de dos alumnos de la escuela, intentaba explicar un sentimiento muy antiguo: “Los judíos estamos marcados, llevamos miles de años haciendo solamente el bien y siendo perseguidos. Esto nos recuerda que tenemos que seguir sufriendo”. Junto a la verja verde oscuro de la escuela alguien ha colocado cuatro rosas blancas.







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