Destrozaban maquinarias durante la Revolución Industrial en
Inglaterra en nombre de un personaje mítico llamado “Ludd”. Doscientos
años después de su batalla más famosa, ¿por qué seguimos usando la
palabra “ludita (o luddita)” y qué relevancia tiene hoy?
“Eres un ludita”, se le dice a alquien que batalla para operar su
nuevo teléfono inteligente o que se niega a manejar las últimas
novedades tecnológicas. Hay otra palabra para ello: tecnófobo, pero no
transmite la misma sensación de hostilidad irracional frente el mundo
moderno.
¿De dónde procede el término “ludita”?
En medio de la Revolución Industrial en el Reino Unido, los
trabajadores calificados textiles temían por sus empleos. Un
levantamiento se inició en 1811 cuando los tejedores de Nottinghamshire
atacaron los nuevos telares automáticos con los que se reemplazaba su
fuerza de trabajo.
Los obreros se inspiraron en un legendario general Ludd, o Rey Ludd,
que vivió en el bosque inglés de Sherwood. Su nombre pudo haber
procedido de un joven tejedor de Leicestershire llamado Ned Ludd, quien
en el siglo XVIII habría destruido atavíos de siembra.
¿Preferir un libro tradicional a uno electrónico te hace “ludita”?
La expresión más extrema de esta filosofía fue la campaña de
bombardeos de Ted Kaczynski, un estadounidense nacido en 1942,
sentenciado a cadena perpetua por su campaña de atentados con bomba que
en unas dos décadas mató a tres personas e hirió a 23. Su manifiesto,
publicado por el New York Times, decía que la “Revolución Industrial y
sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana”.
En estos tiempos, cuando la tecnología digital enriquece o se
inmiscuye en nuestras vidas -dependiendo del punto de vista- el término
ludita parece más popular que nunca.
Así se define, por ejemplo, a muchos que se sienten irritados por el
sonido de los teléfonos celulares en momentos o situaciones inadecuadas.
Y también a aquellos que se oponen al uso de tarjetas electrónicas de
identificación o de tecnología para decidir los partidos de fútbol.
Incluso a quienes prefieren hojear un libro de papel antes que uno electrónico.
La enorme variedad de situaciones en las que se puede usar hoy la
palabra ludita asombraría, sin lugar a dudas, a aquellos obreros que
atacaron las fábricas de algodón de West Yorkshire y Lancashire o a los
que con martillos y hachas destruyeron el telar de Cartwright y fueron
blancos de los disparos de las autoridades. Ironías de la historia.
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