Cuando comemos por placer en lugar de hacerlo por hambre -lo que se
conoce como “apetito hedónico”- buscamos el disfrute que nos produce
paladear un determinado sabor en lugar de tratar cubrir las necesidades
energéticas del organismo.
Un nuevo estudio sobre los mecanismos fisiológicos que hay detrás de este fenómeno sugiere que cuando comemos por puro placer se elevan los niveles de la hormona grelina y del compuesto 2-araquidonilglicerol (2-AG), un cannabinoide endógeno, que sin embargo no se secretan cuando nos alimentamos “por necesidad”. Según los autores de la investigación, este circuito ignora por completo las señales del cuerpo que nos indican que hemos comido lo suficiente para recuperar los niveles de energía del organismo. “Las comidas especialmente sabrosas, omnipresentes hoy en día en nuestra dieta, contribuyen al apetito hedónico, que a su vez aumenta los índices de obesidad”, tal y como explica Palmiero Monteleone, de la Universidad de Nápoles (Italia), en un artículo que publica la revista Journal of Clinical Endrocrinology & Metabolism (JCEM).
Un nuevo estudio sobre los mecanismos fisiológicos que hay detrás de este fenómeno sugiere que cuando comemos por puro placer se elevan los niveles de la hormona grelina y del compuesto 2-araquidonilglicerol (2-AG), un cannabinoide endógeno, que sin embargo no se secretan cuando nos alimentamos “por necesidad”. Según los autores de la investigación, este circuito ignora por completo las señales del cuerpo que nos indican que hemos comido lo suficiente para recuperar los niveles de energía del organismo. “Las comidas especialmente sabrosas, omnipresentes hoy en día en nuestra dieta, contribuyen al apetito hedónico, que a su vez aumenta los índices de obesidad”, tal y como explica Palmiero Monteleone, de la Universidad de Nápoles (Italia), en un artículo que publica la revista Journal of Clinical Endrocrinology & Metabolism (JCEM).
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