Aviones de combate, bombarderos y
submarinos de Estados Unidos se dirigieron a la región, en un esfuerzo
por “mejorar la seguridad y la preparación” de Corea del Sur. Lo que a toda luz se denota en una provocacion directa al gobierno de Corea del Norte.
Corea del Norte, asegura que podrían ser una pantalla para la
preparación de un ataque sorpresivo.
Por tanto, como respuesta, Pyongyang ha recurrido a su herramienta más familiar: amenazas de escalada del conflicto.
Palabras de guerra
La cobertura internacional de las
tensiones con Corea del Norte crea la impresión de que sus recientes
amenazas en respuesta a los ejercicios militares surgieron de la nada.
De hecho, Pyongyang ha objetado ruidosamente las maniobras conjuntas durante décadas.
En lo que sus últimas amenazas difieren del pasado es en su intensidad y especificidad.
Durante el mes pasado, Pyongyang
prometió hacer trizas el armisticio de 1953 entre las dos Coreas y
cerrar la línea directa en la región fronteriza.
Luego anunció que había incrementado el
nivel de disposición al combate de sus fuerzas de artillería, con las
bases estadounidenses en Guam y Hawai en el punto de mira.
El aviso más audaz de Pyongyang fue que se reserva el derecho a una guerra nuclear preventiva contra Washington o Seúl.
Aunque Pyongyang ha cumplido con cortar
la comunicación en Panmunjom, hay pocas razones para sospechar que lo
hará con algunas de sus otras promesas, al menos a corto plazo.
Una razón es que el principal público de
las duras palabras de Kim Jong-un es interno. El joven líder fue
promovido velozmente en el Ejército Popular de Corea por su difunto
padre, a pesar de haber hecho poco para merecer esas calificaciones.
Enfrentarse a los enemigos externos del país ayudará a Kim Jong-un a
consolidar su poder militar y político.
Una segunda causa para la calma temporal
son las deficiencias tecnológicas de Corea del Norte en los campos
nuclear y de misiles.
En su mayoría, los analistas concuerdan
en que es improbable que Pyongyang haya dominado exitosamente la
tecnología necesaria para ubicar una ojiva nuclear en un misil balístico
y apuntarlo a Washington… todavía.
Sin embargo, sus recientes pruebas
nucleares y de lanzamiento de misil demuestran que Corea del Norte está
ansiosa por avanzar en su capacidad en ese campo.
Temor a ejercicios militares
A la vez que podemos repudiar las
amenazas de Pyongyang y sus amenazas mayormente para consumo
nacional, es posible que las inseguridades subyacentes de Corea del
Norte sean sinceras.
Las preocupaciones de que los ejercicios militares puedan ser usados
como un velo para preparar un ataque sorpresivo contra Corea del Norte
parecen ser ignorados por la óptica occidental.
Pero Corea del Norte, que piensa en términos “militares primero” y
prioriza la autosuficiencia en sus asuntos, podría tomar con
escepticismo que los ejercicios conjuntos sean sólo sobre su preparación
a responder a un ataque o una demostración benigna del compromiso de la
alianza de Corea del Sur y EE.UU.
Lo que posiblemente consolide la interpretación divergente norcoreana es
el hecho de que en 1950, Pyongyang usó los ejercicios con el mismo
propósito maligno que ahora ve en Foal Eagle.
En junio de 1950, Pyongyang puso en marcha un plan que encubría
movimientos militares a gran escala hacia el paralelo 38, disfrazados de
ejercicios de entrenamiento. En medio de estos juegos de guerra, varias
divisiones participantes se dirigieron al sur hacia Seúl,
desencadenando la Guerra de Corea.
Gobiernos estadounidenses previos han reconocido tácitamente que la
brecha en el entendimiento entre Washington y Pyongyang acerca del
propósito de las maniobras militares es vasta.
El riesgo de un error de cálculo
El expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, canceló reiteradamente los ejercicios anualesTeam Spirit para aplacar las preocupaciones de Pyongyang e incentivar las negociaciones sobre su programa nuclear.
Actualmente, el riesgo no es de una guerra a gran escala o un ataque nuclear, sino de un error de cálculo.
Corea del Norte continúa buscando nuevas
formas de emitir amenazas, en parte en un intento de esperando que EE.UU. cancele sus
ejercicios como hizo Clinton.
Entre tanto, Occidente la pone en evidencia y sigue con sus prácticas y vuelos de aviones B-52 sobre la península. Obama demostrando que no tiene intencion ninguna de hacerlo.
Este patrón ocurre en ausencia de
cualquier compromiso regular entre EE.UU. y Corea del Norte. Si
persiste, el riesgo de error de cálculo de cualquier bando subirá.
Corea del Norte podría malinterpretar
una acción estadounidense, determinar una amenaza inminente y
existencial al régimen, y atacar. O, si se le pone demasiado en
evidencia, podría sentir que su retórica ya no funciona y decidir una
acción más agresiva para equiparar sus palabras.
Una prueba de la sinceridad de los
temores norcoreanos sobre las maniobras militares será medir la retórica
del régimen cuando concluyan los ejercicios en abril.
Las salidas de la situación actual son
limitadas. Es improbable que las conversaciones entre Washington y
Pyongyang convenzan a Corea del Norte de renunciar a su programa
nuclear.
Pero el diálogo sobre la seguridad en la
península coreana, incluyendo el asunto de los ejercicios militares,
podría ayudar a evitar más malentendidos y errores de cálculo. Podría
asegurar que Corea del Norte no escuche sólo el enérgico mensaje de
seguridad adaptado para Seúl.
Washington debería también ser cauteloso
con cualquier subsiguiente esfuerzo para garantizar visiblemente a los
aliados sin la contraproducente exacerbación de las potenciales
inseguridades norcoreanas.
Medidas como mantener en la región
activos militares con capacidad nuclear podrían prolongar
innecesariamente el riesgo de error de cálculo cuando terminen los
ejercicios Foal Eagle.
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