En esta era digital, las redes sociales, los mensajes de texto y por tanto los celulares han resultado ser, por una parte, una gran herramienta de acercamiento e información y por otra, un dolor de cabeza e incluso motivos de separaciones.
Los celos han sido una constante en las relaciones humanas
desde que comenzó la práctica de la monogamia, por tanto, no es de
extrañar que los teléfonos móviles hayan entrado a ser parte de esas
señales que se buscan cuando se sospecha de la pareja. Sin embargo,
cabría preguntarse ¿Qué tan beneficioso es escudriñar en el celular de
nuestros amores?.
A continuación un articulo completo:
¿Quién no ha tenido alguna vez la tentación de coger el teléfono móvil de su pareja y echar un «simple vistazo» a sus mensajes o llamadas? O, mejor dicho, ¿quién no lo ha hecho alguna vez?
Cierto es que cada vez existe una dependencia mayor y llevamos el móvil a todas partes como si fuera una prolongación de nosotros mismos. Pero, ¿es correcto que miremos su móvil?.
La respuesta, evidentemente, es no. Todo el que que haya tenido la tentación de hacerlo lo sabe. «Obviamente, existen razones legales, pero también psicológicas muy importantes para no hacerlo —asegura Mila Cahue, psicóloga del área de pareja del Centro de Psicología Álava Reyes—.
Cuando sospechamos que algo está ocurriendo, es mejor obtener los datos de otra manera que no sea vulnerando el espacio de intimidad que necesita cada uno de los miembros de la pareja. Mantener espacios personales es fundamental en una relación sana. Cuando uno se ve en la necesidad de vulnerar esos espacios, quizá lo importante no sea tanto encontrar una evidencia en el móvil, sino plantearse seriamente qué está pasando, en general, en la relación».
La curiosidad y querer conocer y controlar a nuestra pareja es algo muy humano y comprensible, «aunque tener la necesidad de mirar su móvil es una muestra clara de inseguridad personal y respecto a la relación —añade Susana de Cruylles, psicóloga clínica del Hospital Universitario Príncipe de Asturias—.
Cuando una relación es honesta y sincera, y la comunicación es buena, no hay necesidad de espiar. Cuando hay una crisis también se puede hablar de ello, y si se habla no tiene que haber necesidad de seguir buscando más información. Si confiamos en nuestra pareja, la respuesta que nos dé nos calmará. A lo mejor, de lo que hay que hablar con la pareja es de que no estamos confiando en ella. Hablarlo es mucho mejor que dedicarse al espionaje aficionado».
Malas interpretaciones
Un mensaje leído por una persona, cónyuge o no, que no sea el destinatario, «puede dar lugar a un mayor riesgo de error o mala interpretación —advierte la psicopedagoga Ana Roa—. Mensajes como “disfruté mucho, me gustaría repetirlo”, “lo pasamos muy bien anoche” o “cada vez estás mejor” pueden parecer comprometedores, pero tal vez sean sencillos e inocentes”. Muchos expertos coinciden en este punto, y es muy significativo destacar que el mero hecho de intentar descubrir algo “oculto” en el móvil personal de otro implica desconfianza y este es un elemento que de entrada distorsionará la percepción del mensaje y dará lugar a malentendidos».
Lo normal es que las personas no quieran cotillear el móvil, pero creen que es la única forma de conocer la verdad y acaban aprovechando un momento de descuido de sus parejas para mirar los mensajes y llamadas.
A la cabeza del «ranking», y de forma bastante destacada, se encuentra el «momento baño» y, más específicamente, el «momento ducha», ya que el teléfono no puede meterse debajo del agua… y suele dejarse en la mesita del salón o del dormitorio. Lejos, muy lejos, se encuentra el descuido, el «momento sacar al perro o la basura», o cuando la pareja está durmiendo… nadie me ve, nadie se entera.
Qué hacer si encontramos algo sospechoso
Pero si se tiene la tentación de mirarlo y se hace una vez, habrá una segunda vez, y otra vez, y después otra… y, o bien nos acabarán descubriendo, o descubriremos algo referente a la relación de pareja que no nos guste. ¿Qué hacer en este último caso? Se supone que hemos accedido a una información que no debiéramos haber visto.
«Si se encuentra una evidencia sutil, o contundente, obliga areplantearse la relación y, especialmente, a dar el paso siguiente que, en algunos casos, consiste en poner las cartas sobre la mesa y que la pareja hable claro», explica Mila Cahue.
Susana de Cruylles añade que rebelar que lo hemos mirado lleva a gran enfado y futura desconfianza por parte del otro, «pero aunque sea de esta manera, se ha puesto la situacion temida a la luz y se puedehablar de ella abiertamente. Es cierto que el otro va a desconfiar mucho más de nosotros, pero se ha dicho la verdad y esto puede ayudar a resolver la crisis, a hablar de los miedos y las inseguridades, en definitiva de nuestras vulnerabilidades».
La otra opción es callarse y obtener datos o información de otra manera, para no levantar sospechas de que se sabe lo que está ocurriendo como consecuencia de “algo que no debería de haberse hecho”.
No obstante, Mila Cahue explica que lo que ocurra después en la relación de pareja depende mucho del carácter y la personalidad de cada uno, y el abanico suele ser muy amplio.
Hay quien no necesita más pruebas y echa directamente a su pareja de casa; pasando por una discusión fuerte pidiendo explicaciones; discutir sin pedir explicaciones; postergar una conversación al respecto en el momento que se encuentre la calma, disimular e intentar obtener información de otra manera… «Lógicamente, ninguna de ellas es la mejor y lo más probable es que se encuentre con que la pareja podrá reprochar, y estará en su derecho, que se haya vulnerado un espacio personal», explica.
En cualquier caso, la psicóloga de parejas del Centro de Psicología Álava Reyes destaca que una situación de «espionaje» como la que estamos mostrando indica que la relación está muy debilitada puesestá fallando uno de los pilares que la cimentan: la confianza.
«Además, se ponen en evidencia las carencias en cuanto a la afectividad, la comunicación, la asertividad, la negociación, tan importantes para que una relación pueda mantenerse en buen estado, a lo largo del tiempo».
De Cruylles añade que tanto si nos pillan “in fraganti” como si lo confesamos nosotros… si una situacion así hace que la pareja se rompa, es muestra de que la pareja ya estaba en crisis y que las cosas no estaban funcionando, sería el detonante más que la causa única».
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