jueves, 15 de agosto de 2013

Carta de un policía a su hijo...

Escrito por: Jorge Pérez Arellano-
Si la lees, parece una novela. De esas historias que cuando la empiezas a leer sabes que a tu novia y a tu mamá se les saldrán las lágrimas.
Comienza diciéndonos que cada vez que asesinan a un policía lo primero que se nos viene a la cabeza es que “algo debía”, pero también se nos olvida que como en todos los trabajos hay personas honestas y con vocación de servicio.
Comienza la nota con la carta que un policía le escribe a su hijo y dice así:


“Sí, hijo mío, soy policía… mi trabajo es modesto y tú lo sabes, apenas nos alcanza para vivir pero dentro de su modestia tiene muchas satisfacciones. Somos los malos de una sociedad que tanto nos necesita y tan mal nos paga, pero créeme, hijo, da gusto servir a los demás y nos sentimos importantes cuando salvamos una vida o protegemos a un inocente. Nuestra profesión es ingrata: todos no arrojan ofensas e insultos cuando cumplimos con nuestro deber; todos quisieran que la ley se cumpliera sólo para los demás y no para ellos.
La gente nos humilla cuando nos ofrece una dádiva para que no cumplamos con nuestro deber y si lo aceptamos nos dicen deshonestos. Tú sabes, hijo mío, que cuando salgo de la casa no sé si volveré a verte porque nuestro trabajo es de riesgo constante y en donde va la vida de por medio; así es, a veces tenemos que morir defendiendo la vida y la propiedad ajena mientras tú me esperas inútilmente para darme el beso con que a diario me das la bienvenida y entonces, hijo…, me duele decirlo pero ya no volverás a verme, porque habré entregado mi vida por un ingrata sociedad que tanto nos exige y nada nos da y ni siquiera es capaz de pedir que nos retribuyan con un sueldo o prestación decorosa para que tú y todos los hijos de los policías puedan estudiar una carrera que les ayude a servir orgullosamente a los demás como lo hago yo…
Si a veces no te veo es porque en este ingrato pero emocionante trabajo no tenemos horario, pues bien es cierto que trabajamos 12 horas pero en ocasiones por una necesidad del servicio nos doblamos en horarios. Lo siento, hijo, nosotros nunca decimos que no cuando sabemos que otros nos necesitan para su seguridad, porque es cierto que cuando la sociedad descansa o duerme nosotros estamos de pie y vigilando…
Quisiera poder estar a tu lado velando tus sueños, mirándote crecer, sonriendo conmigo pero me conformo con verte de vez en cuando; de todas maneras siempre estoy contigo, pensando en ti, porque nunca te olvido; ahora estudio para ser mejor policía y eso también me impide verte más tiempo… Perdóname, hijo, me gusta ser policía y lucho con mis compañeros para que tú y otros niños, jóvenes y adultos se puedan desarrollar con seguridad, llegar a la escuela libres de sobresaltos y miedos, para eso estoy aquí, por eso soy policía, no importa que todos nos ataquen y la gente nos acuse de golpear o matar.
“Si supieras, hijo mío, con qué clase de gente nos enfrentamos diariamente: drogadictos, borrachos, Politicos, periodistas, asesinos e influyentes, todos ellos irrespetuosos y agresivos, y nosotros tenemos que tratarlos como gente decente, esto nos lastima y nos humilla, que no sepan y que no se den cuenta de que también somos seres humanos, y que nos duelen los insultos y las agresiones.
Ellos piensan y cren que estamos obligados a aguantar todo porque somos los policías olvidados de Dios.
Hijo mío, quiero que comprendas y que sepas que por ser policía no puedo atenderte como mereces y darte lo que necesitas; sólo puedo dejarte como herencia: mi honor, mi orgullo y mi dignidad de hombre. Recibe un abrazo con mucho cariño… Tu padre”.





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