sábado, 19 de octubre de 2013

Se puso bruta, y lo mató con su teléfono inteligente

El cadáver de Arturo Pasquale, de 28 años, fue localizado en la sala de su casa ubicada a orilla de playa en una urbanización vacacional del estado Falcón. Estaba boca abajo sobre un enorme charco de sangre ya espeso, gelatinoso.

Aparte de tener la cabeza rajada por un fuerte golpe, que de seguro lo desmayó, tenía también una enorme herida de puñal en la base posterior del cuello que separó las vértebras cervicales Atlas (C1) y Axis (C2). Aquello era de una precisión escalofriante; cualquiera diría que lo habían hecho con un sable láser de Star War.

Cuando llegaron los agentes del Cicpc para casos especiales, determinaron que una hoja de metal había entrado limpiamente, sostenida por una mano nada temblorosa. Era un corte frío, realizado por una persona determinada a matar sin remordimiento. O, para llenar de morbo la mente, también podría tratarse de un cirujano o de un carnicero profesional.

Era evidente que el asesino había usado una especie de daga y justamente sobre el escritorio de madera en la escena del crimen reposaba un soporte también de madera, en cuya base había una plaquita de bronce donde podía leerse: “SS. Mayo de 1940”.

Una antigue daga de las SS

No era descabellado pensar que alguien había tomado la daga (que no era más que uno de los puñales usados por las tropas Schutz Staffel de Hitler, que participaron en la invasión de Francia en la Segunda Guerra Mundial de 1939 a1945), y la había usado para lo que fue concebida… para asesinar.

Arturo Pasquale, la víctima, era un coleccionista y aficionado a ese periodo histórico, tal como lo demostraban los objetos hallados en la estancia, tales como cascos nazis, cruces de hierro, uniformes aliados y reproducciones y afiches de guerra adquiridos por Internet.

Teclas sobre la sangre

Irónicamente su más preciada posesión, esa arma antigua, le cortó la vida, literalmente. ¡pero la herida en la cabeza era otra cosa! Posiblemente un arma de esta época, más moderna. Esa sospecha le vino a los investigadores, porque sobre la película de sangre gelatinosa había pequeñas teclas como las de algunos “Smart Phone” o teléfonos inteligentes. Específicamente la M y la D.

La data de la muerte sería de unas 12 horas. La mujer de servicio de Pasquale que encontró el cadáver declaró que ella había acudido esa mañana a hacer la limpieza como de costumbre, pero que la noche anterior el señor Pasquale estaba vivo. Dijo además que él la apuró, porque estaba esperando la visita de su novia que iba a llegar desde Valencia, estado Carabobo. Pero otros vecinos de la casa de playa, dijeron que habían visto entrar y salir a una “dama de compañía” conocida en la zona como “Sisi”.

Esta tal “Sisi” fue fácilmente ubicada e interrogada. No había pruebas en su contra, pero entre sollozos, contó que, aunque era verdad que había estado la otra noche en la escena del crimen, ¡no había matado a Pasquale!

Explicó que él mismo la había llamado para que le hiciera compañía, porque su novia a quien esperaba, había llamado para cancelar la cita que tenían. Desgraciadamente, como a las 10:00 p.m. llegó repentinamente y la encontró a ella y Pasquale en una situación muy comprometida. La furiosa y recién llegada novia se volvió como loca. Luchó con “Sisi” y Pasquale tuvo que intervenir.

“Sisi” huyó y ya no supo que pasó. Al día siguiente se enteró en el pueblo de la noticia del asesinato de Pasquale y se asustó. `¡Puede que no sea una mujer de conducta respetable!, pero no soy una asesina”, declaró “Sisi” con vehemencia.

Ya los investigadores tenían un cuadro más o menos claro de lo sucedido. Las teclas del teléfono que supuestamente fue arrojado con fuerza contra la cabeza de Pasquale antes de ser apuñalado, fueron enviadas al laboratorio del Cicpc en Carabobo y se determinó que pertenecían a un Smart Phone modelo “Javelin 8900”. Como también se encontraron huellas y cabellos de “Sisi” y de la otra mujer con la que ésta se “esmoñó” por toda la sala, se determinó su identidad en pocos días. Se llamaba Jackye Zabaleta de 25 años. Esta dama, era la futura esposa de Pasquale.

Se consiguió una orden para revisar sus registros telefónicos y se determinó que la noche del crimen lo había llamada en efecto para decirle que no podía ir a la casa de la playa. Pero evidentemente era una “trampa” para ver si lo pescaba montándole los cachos.

Cuando fue detenida preventivamente, se consiguió que tenía un teléfono inteligente nuevecito, que no correspondía con el pesado Javelin 8900. Pero no tenía coartada. Era indudable que había estado en la escena del crimen. Al revisar su casa, los investigadores consiguieron una factura de reparación de teléfono y una de compra de uno nuevo.

Con las facturas, se ubicó un local en el centro de Valencia donde ella, en su confusión, había dejado arreglando el Javelin 8900 con el que rajó a su novio y al cual encajaban perfectamente las teclas halladas sobre la sangre. Se determinó que había restos de esa misma sangre en el aparato. Jackie fue detenida y condenada a 20 años de prisión. “En un arranque de celos mortales se volvió bruta y mató a su novio con el teléfono inteligente”, dijo una fuente. La daga Nazi fue arrojada al mar y aún no se ha conseguido. Caso resuelto. 





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