Hoy se cumple un año desde que Chávez
dio su último discurso. Aquel donde entregó, ante los medios de
comunicación, el timón del país a su sucesor, Nicolás Maduro.
“Afortunadamente esta Revolución no depende de un hombre”, aseguró esa
noche. Pero no se puede negar que se siente un vacío.
El
5 de marzo Venezuela entera se paralizó con la noticia de su muerte y
el mundo entero mostró su desconcierto. El gigante no era inmortal como
muchos querían pensar. Él, como tantos otros, sucumbió como el más
humano de los mortales ante tan despiadada enfermedad.
Hoy,
por segunda vez el país celebra unas elecciones sin que la figura del
gran líder carismático movilice a los venezolanos con su característica
elocuencia. La pregunta es si su ausencia se reflejará en los índices
de abstención.
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