Si bien es cierto que es una práctica que genera placer, alivio
de tensiones y es en definitiva un recurso propio para la
satisfacción, también es cierto que va más allá de algo genital: el
autoerotismo es concientizar tus sentidos, tu cuerpo y transformar tu
visión actual sobre tu sexualidad para construir un mapa erótico de ti
misma. Para hacerlo, es ideal que sientas ganas, curiosidad y dispongas
de tiempo.
Al principio puede ser un poco raro, pero en la medida que explores
tu cuerpo, estarás cada vez más abierta a nuevas sensaciones. Si quieres
darte un empujón, puedes hojear literatura erótica, mirar alguna peli
que te excite o buscar el elemento que más te emocione.
¿Cómo comenzar?
Quítate la ropa que te molesta y disfruta del cuerpo que tienes.
Mírate a un espejo y destaca tus mejores zonas, no se trata de tener una
mirada de juicio, se trata de gustarte, de enamorarte de tus
cualidades.
Acaricia tu piel, evita ir directo a los genitales, recórrela con tus
dedos o si gustas, apóyate de alguna textura suave, de esas que erizan.
Identifica cuáles zonas son más vulnerables a sensaciones y hasta
cuánto tiempo te agrada la estimulación. Esta misma actividad puedes
hacerla durante el baño, con tu piel húmeda, secándote con una toalla
suavemente o aplicándote crema en tu piel (hay unas estupendas con
olores intensos y temperaturas)
El autoerotismo se trata del placer de descubrirte, de tener un poco
de tiempo para relajarte y disfrutarte. El placer no solo está en los
orgasmos (que si llegan: bienvenidos).
Otra forma de alborotar tu piel es usar un vibrador y pasarlo por zonas no genitales, dándote una especie de automasaje. Detecta qué se siente.
Conocerte íntimamente, va a permitir sentirte más plena, relajada,
más segura de tu cuerpo y al tener pareja, vas a poder compartir toda
esta información maravillosa para el disfrute de ambos.
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