jueves, 28 de enero de 2016

Ella prefirió un trasplante de páncreas que pincharse dos veces el día

Sue York, una mujer británica, es la primera persona en el mundo que optó por un trasplante de páncreas debido a su fobia a las agujas. York, de 55 años, padece diabetes tipo 1 desde los siete años.
Antes de su operación, cada vez que debía inyectarse insulina vomitaba y sufría temblores.
El trasplante ha cambiado completamente su vida, aseguró a una agencia de noticias internacional.

“Demasiadas agujas”

La gota que derramó el vaso y la llevó a optar por el trasplante le llegó en 2012, cuando las autoridades de transporte en el Reino Unido cambiaron las reglas para conductores diabéticos.
La británica ya no soportaba los pinchazos constantes para medir el azúcar en su sangre o las inyecciones de insulina.
La nueva normativa obliga a que las personas que padecen de diabetes deben verificar sus niveles de glucosa en la sangre antes de comenzar cada viaje y cada dos horas si está frente al volante.

Cada test requiere un pequeño pinchazo

“Simplemente, eran demasiadas agujas, demasiados procedimientos invasivos en mi piel”, dijo York.
Al principio pensó en dejar de conducir, pero el cansancio constante y su debilidad le impedían caminar más que unas pocas cuadras. York intentó también vencer su fobia con hipnoterapia y terapias cognitivas, pero no obtuvo resultados.

“Llena de energía”

Mientras estuvo en lista de espera para recibir un páncreas, York compareció tres veces ante un panel de médicos que debían determinar si era elegible o no para el trasplante.
Tras el trasplante de páncreas, York expresó sentirse “llena de energía”.
Algunos críticos cuestionaron que su fobia fuera lo suficientemente grave como para justificar la cirugía.
York cree que su historia puede dar esperanza a otros diabéticos con una fobia similar. “No sé quién fue mi donante, pero quiero agradecerle y agradecer a su familia con todo mi corazón”.
Fue operada en un hospital de la ciudad de Manchester, el Manchester Royal Infirmary, y aseguró sentirse “increíble” y “llena de energía”.
Ya no me agoto al subir escaleras o me quedo sin aire al caminar. Mi piel ya no tiene un color gris o amarillento. Ya no me veo constantemente exhausta, incluso cambié mis lentes porque mi visión ha mejorado y recuperé la sensibilidad en algunos sitios en mis pies”, finalizó diciendo.




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