Este martes 21, coincidiendo con el
solsticio de verano, la ciudad china de Yulin celebrará la séptima
edición de su controvertido festival de la carne de perro y los lichis,
una cita en la que se estima que 10.000 canes serán sacrificados y
servidos a los asistentes en las mesas de casas y restaurantes.
Como cada edición, el encuentro no es
ajeno a una polémica que ha ido creciendo año tras año. Por una parte,
sus partidarios defienden que esta práctica es una expresión del
patrimonio cultural de la zona, y argumentan que su consumo no es
diferente al que se hace de otros animales como vacas, cerdos o pavos.
Por otro, están los que sostienen que
este festival representa un acto de crueldad que nada tiene que ver con
la tradición alimentaria de la población de ese área. Su postura se ha
visto reforzada por las imágenes que circulan de perros siendo golpeados
y eviscerados en los mercados de la ciudad, algo que han provocado la
indignación de organizaciones y personas en todo el mundo. Desde
diferentes puntos del planeta se han hecho llamamientos a su
cancelación, y hace unos días, la Human Society Internacional hizo
entrega de once millones de firmas de personas que solicitan a las
autoridades chinas que prohíban su celebración.
Jill Robinson, fundadora de la ong
hongkonesa Animals Asia, aplaude iniciativas como esta, aunque advierte
que “Yulin es tan solo una parte de un problema más grande”, el del
consumo de perros en diferentes partes del país durante todo el año.
Diferentes organizaciones como la suya estiman que en el país asiático
se consumen unos 10 millones de perros al año (790.000 toneladas de
carne), y que la gran mayoría son animales robados y sacrificados de
manera ilegal para luego ser vendidos en restaurantes.
“Nuestras investigaciones apuntan a que la gran mayoría de la carne de perro consumida en China proviene de animales de compañía
robados”, explicó a este diario. Para ello, bandas organizadas o
personas solas van con furgonetas apresando a los canes que pasean por
calles y parques, y no dudan en emplea trampas envenenadas para hacerse
con ellos. “No solo incumplen la legislación y cometen actos crueles,
sino que introducen carne que no cumplen los estándares de seguridad en
la cadena alimentaria”, añadió.
Sin embargo, Robinson también quiso
dejar patente que cada vez un mayor número de personas en China se
oponen al consumo de la carne del mejor amigo
del hombre. “Aquí, los perros son cada vez más vistos como compañeros,
no como un alimento. Ha habido un enorme cambio en la percepción de la
gente sobre estos animales, y cada vez más gente está en contra de su
consumo”. Hace dos semanas, una encuesta publicada por la televisión
pública china CCTV mostraba que el 64% de los encuestados está a favor de que se prohíba la carne de perro.
El hecho de que China sea un país en el
que la clase media cada vez tiene más perros como mascotas -unos 127
millones según la Oficina Nacional de Estadísticas-, sumado a las
protestas nacionales e internacionales, ha provocado que incluso las
autoridades locales se muestren cada vez más reacias a apoyar eventos
como el de la próxima semana.
En 2014, el gobierno de Yulin se
desmarcó del festival diciendo que está organizado por negocios privados
y que no cuenta con el respaldo oficial, y dos miembros del Congreso Nacional del Pueblo han solicitado que se ponga fin legalmente a esta práctica.
El diario Global Times, altavoz de las ideas más conservadoras del Partido Comunista, afirmaba esta semana en un editorial que “comer
carne de perro nunca ha sido una tradición popular en China” y que el
festival de Yulin es “un caso individual” en donde sus habitantes
“tienen que considerar las consecuencias de este controvertido evento”.
Sin embargo, también reconocía la cita no debe ser “cancelada a la
fuerza, ya que sería una violación de los derechos humanos”.
El matutino también criticaba la
posición de muchos occidentales sobre el tema, “que piensan que sus
culturas y sentimientos merecen más respeto que las de otros”. Según
AFP, esta actitud y las campañas llevadas a cabo por organizaciones
internacionales podrían incluso estar teniendo el efecto contrario,
ya que muchos chinos, arrastrados por el patriotismo local y la defensa
de un orgullo cultural que ven atacado, están más dispuestos a ir al
festival y comer perro como muestra de apoyo.
“Ha pasado antes, es un riesgo que
corremos”, opinó al respecto Robinson. “Ya sucedió con el mundial de
fútbol de Corea del Sur. A causa
de la campaña internacional contra el consumo de perro en el país, la
gente lo comió más que nunca. Sin embargo, tengo fe en que a largo plazo
la situación cambie en China y que el festival desaparezca”, añadió.
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