miércoles, 28 de diciembre de 2016

La Galaxia perdió a su princesa: Carrie Fisher, 1956-2016







“La muerte una parte natural de la vida es. Regocíjate por los que te rodean que en la Fuerza se transforman. Llorarlos no debes. Añorarlos tampoco”.

¡Si tan solo la sabiduría del maestro Yoda pudiese servir de consuelo en un día como este! Carrie Fisher fue y siempre será una hija de la Fuerza, un ícono para muchas generaciones, el pilar de una de las más fantásticas historias, una heroína de transcendencia incalculable.

El deceso de la Princesa Leia nunca estuvo entre los guiones de Star Wars. De hecho, “esperanza” fue la última palabra que escuchamos de boca de su personaje en la saga. Sin embargo, ayer se convirtió en un trago amarguísimo y real, cuando la noticia de la muerte de Fisher explotó en los medios estadounidenses.

“Con un gran pesar, Billie Lourd confirma que su querida madre, Carrie Fisher, falleció a las 8:55 de la mañana [hora de Los Ángeles]”, señala un comunicado de prensa difundido por el portavoz de la familia, Simon Halls.

La actriz de 60 años había sufrido un paro cardiorrespiratorio el 24 de diciembre, mientras regresaba en un vuelo desde Londres, donde promocionaba su último libro, The Pricess Diarist.

Entre otros temas, en esa publicación semiautobiográfica Fisher admitía su romance con el actor Harrison Ford –casado, con dos hijos y 14 años mayor que ella–, quien en la saga interpretó al piloto contrabandista Han Solo, el eterno amante de Leia.

“Fue tan intenso... Éramos Han y Leia durante la semana, y Carrie y Harrison durante los fines de semana”, escribió la actriz, quien desde hace casi tres décadas se dedicó a la literatura, utilizando los más crudos fragmentos de su propia vida.

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“La muerte una parte natural de la vida es. Regocíjate por los que te rodean que en la Fuerza se transforman. Llorarlos no debes. Añorarlos tampoco”.
¡Si tan solo la sabiduría del maestro Yoda pudiese servir de consuelo en un día como este! Carrie Fisher fue y siempre será una hija de la Fuerza, un ícono para muchas generaciones, el pilar de una de las más fantásticas historias, una heroína de transcendencia incalculable.
El deceso de la Princesa Leia nunca estuvo entre los guiones de Star Wars. De hecho, “esperanza” fue la última palabra que escuchamos de boca de su personaje en la saga. Sin embargo, ayer se convirtió en un trago amarguísimo y real, cuando la noticia de la muerte de Fisher explotó en los medios estadounidenses.
“Con un gran pesar, Billie Lourd confirma que su querida madre, Carrie Fisher, falleció a las 8:55 de la mañana [hora de Los Ángeles]”, señala un comunicado de prensa difundido por el portavoz de la familia, Simon Halls.
La actriz de 60 años había sufrido un paro cardiorrespiratorio el 24 de diciembre, mientras regresaba en un vuelo desde Londres, donde promocionaba su último libro, The Pricess Diarist .
 
 
Entre otros temas, en esa publicación semiautobiográfica Fisher admitía su romance con el actor Harrison Ford –casado, con dos hijos y 14 años mayor que ella–, quien en la saga interpretó al piloto contrabandista Han Solo, el eterno amante de Leia.
“Fue tan intenso... Éramos Han y Leia durante la semana, y Carrie y Harrison durante los fines de semana”, escribió la actriz, quien desde hace casi tres décadas se dedicó a la literatura, utilizando los más crudos fragmentos de su propia vida.
De hecho, el presente obituario –muy a nuestro propio pesar– desobedece los deseos pre mortem de la Princesa rebelde, externados por su propio puño y letra en su monólogo teatral convertido en libro en el 2008, Wishful Drinking.
“Creo que esto sería fantástico para un obituario: díganles a mis amigos más jóvenes que no importa cómo me vaya, quiero que se reporte que me ahogué bajo la luz de la luna, asfixiada por mi propio brasier”.

Las palabras de Fisher no son mera ocurrencia ni producto de su desorden bipolar o de su adicción a las drogas y al alcohol.

Su extraña petición revela más bien lo que ella sentía por el director George Lucas y por la saga que la llevó a la fama, o bien, la que le “arruinó” su carrera.
En el libro, Fisher recuerda lo acontecido en su primer día de rodaje, cuando Lucas la vio ataviada en su insigne vestido blanco.

“No puedes usar sostén”, le dijo el cineasta. “No hay ropa interior en el espacio”. Claro, porque es obvio que no hay brasieres, pero sí biquinis dorados. Lucas luego le explicaría la razón, un argumento al que Fisher añadió su toque personal de sarcasmo.

“Lo que sucede es que vas al espacio y ya no pesás. Muy bien hasta ahí, ¿no? Pero, ¿y cuando tu cuerpo se expanda? Tu sujetador no lo hará, así que te estrangularías”, le dijo Lucas. Fisher bromeó más tarde que su obituario debería decir: “Murió a la luz de la luna, estrangulada por su propio sostén”.

Víctima de su éxito. La hija del cantante Eddie Fisher y de la actriz Debbie Reynolds tenía apenas 19 años cuando fue seleccionada para el papel de Leia en la cinta de Lucas.
Para entonces, el único filme en el que aparecía su nombre entre los créditos era Shampoo (1975), en el que interpretaba un rol secundario.

 in embargo, el papel de Leia la lanzó a un estrellato insospechado. Según dijo en una entrevista en el 2011 con Newsweek , era demasiado ingenua para negociar sus derechos con Lucasfilm. Ford, quien entonces tenía 33 años, tampoco puso objeción alguna, lo que le inspiró confianza a Fisher para firmar su contrato.
“El error fue ceder mi imagen de gratis. En aquellos días, no había algo como la ‘imagen’, lo que es gracioso considerando la familia de la que vengo. No había mercadeo relacionado con las películas. Nadie podía haber anticipado el alcance de la franquicia. No es que yo piense que no soy linda o algo así, pero cuando me miraba en el espejo, no creía que estaba cediendo algo de valor”, comentó.

“Luego, sentía que era como Minnie Mouse. La identidad de la Princesa Leia eclipsó cualquier otra identidad que pude haber tenido”, agregó.

Así, la depresión afloró cuando Fisher comenzó a ver en los supermercados calcetines con su imagen o incluso hasta decoración para cupcakes por la que ella misma pagó. También supo que la convirtieron en un tipo de marihuana, una completa ironía si se toma en consideración que nunca le gustó fumar hierba.

En esa entrevista, de hecho, Fisher reconoció que el consumo de drogas fue uno de los grandes errores de su vida, pero el mes pasado también admitió a Rolling Stone haberse divertido mucho con los hongos y los ácidos.

Según dijo, el LSD fue su refugio en medio de lo que en un principio se le diagnosticó como depresión maníaca, ahora mejor conocida como trastorno bipolar.

“No creo haber sido suicida, y probablemente tiene que ver con las drogas. Yo tuve... tengo este desorden de humor, entonces es probable que me hayan salvado de los sentimientos más intensos. Yo era capaz de silenciar todo eso. Y amaba el LSD. Era fantástico”, aseguró a Rolling Stone , al tiempo que admitió haberse sentido tentada en tiempos recientes a volver a consumir ese psicodélico.

Sus impulsos la llevaron a contraer matrimonio en 1984 con el músico Paul Simon, pero apenas un año más tarde se divorciaron.

También tuvo una relación entre 1991 y 1994 con el agente de talentos Bryan Lourd, pero culminó cuando él se confesó bisexual.

Las relaciones fallidas se convirtieron en un fantasma para Fisher, quien en los 80 no consiguió mayores papeles que en las cintas Hannah and Her Sisters , de Woody Allen, y When Harry Met Sally…

Entonces, escribir sobre su vida –e incluso burlarse de sí misma– no fue solo un medio de subsistencia, sino también una peculiar terapia.

Fue hasta 1987, cuando publicó Postcards from the Edge , que Fisher por fin logró definir un nuevo norte fuera de su rol como Leia Organa.

Esa comedia claramente autobiográfica, pero ficcionada, fue adaptada para el cine en 1990 por el director Mike Nichols y le valió una nominación al Óscar a Meryl Streep como mejor actriz protagonista.

Al mismo tiempo, abrió las puertas a Fisher para convertirse en una reputada asesora de guion, quien pulió, por ejemplo, las frases de Campanita en El retorno del Capitán Garfio (1991) o el guion completo de Arma letal 3 (1992).

Sin embargo, sería por siempre su rol en Star Wars el que definiría la vida y la muerte de la actriz. “Soy la princesa Leia, pase lo que pase. Si estuviera intentando conseguir una buena mesa en un restaurante, no diría que escribí Postcards . O si estoy intentando que alguien acepte mi cheque y no tengo identificación, no diría: '¿Has visto When Harry Met Sally… ?'. La princesa Leia estará en mi lápida”, bromeó alguna vez.

Y así fue. Hoy, su muerte representa un duelo galáctico por Leia, la rebelde que empuñó las armas, un símbolo sexual que logró derrumbar los macabros planes del Lado Oscuro. Sonará a cliché, pero es justo y necesario un adiós muy a su estilo: ¡Que la Fuerza te acompañe, Carrie Fisher!


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