Una pregunta surge en la fila para pagar en un mercado de Caracas: “¿Por qué quitaron los ceros pero subieron los precios?”.
El cuestionamiento, a tan solo dos semanas de entrar en vigencia la reconversión monetaria en Venezuela, y una serie de medidas económicas en el área salarial, cambiaria y fiscal, pareciera tener por lo menos una respuesta: “paciencia”, según un tuit del economista venezolano Ingerzon Freites, miembro del Observatorio Venezolano de la Realidad Económica (Ovre).
Al ser consultado sobre el plan desarrollado por el Gobierno para enfrentar la crisis económica en el país suramericano, Freites explica que es “un cambio profundo en la visión en la administración de los asuntos económicos del país”.
No solo quitar los ceros
Tres días antes de que circulara oficialmente el nuevo cono monetario, el presidente Nicolás Maduro anunció un incremento salarial de 3.600%. Los venezolanos, a partir de este 7 de septiembre, pasarían a ganar de 50 a 1.800 bolívares soberanos.
Este sustancial aumento de inmediato hizo que los comercios modificaran, con la regularidad periódica de un país que atraviesa un proceso de hiperinflación, sus etiquetas. No solo eliminaron los cinco ceros del valor de la moneda, sino que colocaron unos precios directamente relacionados con el nuevo salario, basado en expectativas de ganancia, sin que se hiciera una estructura de costos que lo justificara.
El 22 de agosto fue publicada una lista con los precios de 25 alimentos esenciales en la dieta del venezolano, acordados entre empresarios, agroproductores, distribuidores y comercializadores y el Gobierno. Posteriormente, algunos de los costos de los productos fueron reajustados y difundidos y apareció un segundo listado con el marcaje de los insumos de aseo personal.
Estas modificaciones se unen al nuevo sistema de cobro a precios internacionales que tendrá el combustible. Este plan, que contempla subsidios para los venezolanos que participaron en un censo automotor, en las próximas dos semanas estará en periodo de prueba en los estados Amazonas, Apure, Bolívar, Falcón, Delta Amacuro, Táchira, Sucre y Zulia debido a que desde allí se extrae y se comercializa de manera ilegal en países vecinos como Colombia, Brasil y Curazao, entre otros.
¿Deben subir los precios?
El miembro del Ovre considera que el “Programa de recuperación económica”, como ha sido llamado por el Gobierno venezolano, dio “un giro de 180 grados” a la política sobre este tema: “Se pasó de una visión dogmática a una pragmática y ajustada a la realidad global”, dice.
Además, se estableció una única tasa oficial fluctuante del tipo de cambio, que se diferencia en unos treinta bolívares soberanos de la ilegal y, que según los voceros gubernamentales, irá disminuyendo el valor de la divisa no oficial, que es utilizada como referencia para fijar los precios de bienes y servicios en el país suramericano.
Freites explica que si bien el alza de los productos era inevitable, con el plan del Gobierno se busca “equilibrar las variables económicas”. “Eso requiere pasar del desorden al orden”, añade.
Existen elementos o variables que “tendrán un impacto profundo y una alteración en su comportamiento con efectos poco agradables en la población en el corto plazo”, manifiesta el entrevistado.
El experto recuerda que, si bien se han tomado medidas económicas, el país atraviesa aún un proceso hiperinflacionario y es necesario que el “plan avance y gane confianza para que los precios comiencen a estabilizarse”. La inflación acumulada es calculada por algunos economistas en hasta 10.000% en lo que va de año.
Productos en fuga
Los venezolanos lo han vivido desde siempre. Una vez que un alimento o producto de aseo es regulado, desaparece. En esta oportunidad, ocurrió con la carne de res, los huevos y el detergente. Algunos comercios aún no han reabierto sus puertas y en otros solo se ven artículos que no están en la lista de precios acordados.
Freites indica que una de las soluciones para evitar el acaparamiento es aumentar el control sobre la distribución, que hasta ahora ha estado distorsionado. “Se requiere una política pública de seguimiento”, agrega, y propone la tecnología ‘blockchain’ para registrar en tiempo real los movimientos de la mercancía.
En cuanto al comercio informal, cree que debe tomarse una decisión debido a que no paga impuestos, no posee permisos y “porque es ineficiente a la hora de producir o de generar ingresos”.
En los últimos años, debido a la distorsión económica, han surgido microcomercios, sobre todo en el área de la charcutería, carnes, hortalizas y verduras, “que han contribuido a la especulación”, afirma el economista.
En su opinión, esos pequeños negocios “trasladan su ineficiencia a los precios finales, lo que genera un proceso metabólico mucho más especulativo”.
Ante el impacto que podría tener la cancelación de los nuevos sueldos en la pequeña y mediana industria y para evitar que los precios de los productos se disparen, el Gobierno asumió por 90 días el diferencial del pago entre el anterior salario y el actual para esos sectores. Sin embargo, los usuarios en las redes han compartido fotos de alimentos con sobreprecios sin que se haya hecho efectivo aún el incremento.
¿Podrán resistir los sueldos?
La pregunta surge basada en la experiencia de diez aumentos salariales entre 2017 y 2018 que fueron insuficientes para remar dentro de la hiperinflación. ¿Y si los precios pulverizan el sueldo otra vez?
El economista expone que el anclaje del salario al petro, la criptomoneda venezolana, equivalente al precio de un barril de petróleo, permitirá que, a medida que los precios suban, el Estado pueda incrementar los sueldos de manera indirecta según las fluctuaciones del crudo.
“El salario no va pulverizarse”, afirma el entrevistado, entre otras razones, porque se establecieron acuerdos de precios que permiten que haya mayor poder de compra del que había antes de la reconversión.
Freites cita el ejemplo de la compra de un cartón de huevos, que contiene 30 unidades. Con el ingreso mínimo anterior solo podían adquirirse una veintena, mientras que ahora se pueden comprar 15 cartones.
Sin embargo, ante una eventual escalada de precios, cree que el Gobierno tendría que recurrir nuevamente a los incrementos cada dos meses y, al final de los 90 días de esta etapa, evaluar los cambios que deban hacerse.
¿Tres meses bastan?
El economista manifiesta que aunque se fijaron tres meses para la fase inicial de la aplicación de estas medidas, en unos dos años podría alcanzarse “el principal objetivo que es la estabilización”.
Sobre el fracaso del que han hablado algunos expertos en el área, Freites piensa que esos análisis contienen “un gran sesgo político” debido a que es imposible hacer un diagnóstico en apenas dos semanas.
“Faltan muchas cosas por anunciar”, suelta el entrevistado, y agrega: “Nadie puede decir desde el punto de vista científico que el plan fracasó”.
Este viernes los venezolanos cobrarán la primera fracción de ese nuevo sueldo. Después de un año de incrementos que se volvían sal y agua tan solo al ser anunciados, este día representa una bocanada en medio del espeso aire hiperinflacionario.
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