Tanto si llevas varias
décadas con tu pareja de toda la vida como si has decidido meter a un nuevo amante bajo tus
sábanas, alimentar la llama del deseo es el mejor seguro para preservar la
salud de una buena relación.
Sugerentes cambios en
la vestimenta y en la lencería o mantener encuentros en lugares hasta ahora no
explorados son dos estrategias perfectas para que la pasión se vea azuzada por
el estímulo de la novedad. Incluir variantes en tu lecho de siempre no se presenta
tampoco como una alternativa menos eficiente.
El cucharón es óptimo para las parejas más acarameladas. El
trépano se aconseja para las que buscan sensaciones más agudas
A
través de su particular interpretación del Kamasutra, la revista ‘Cosmopolitan’
reúne en un solo volumen 101 posiciones para aquellos que andan buscando una
conexión más profunda en la intimidad de la habitación.
Extraemos de esta sensual guía las cinco mejores posturas que os permitirán experimentar a ti y a tu pareja los más desorbitantes clímax.
Como ya se deduce por el nombre, se
trata de una variante de la conocida posición del cóncavo cubierto muy
especialmente recomendada para los enamorados más melosos. Para llevarla a
cabo, basta que la chica
pliegue un poco más las piernas colocando las rodillas próximas al tronco,
creando así una pose de ovillo.
Mientras
tanto, el afectuoso galán deberá abarcar con sus brazos
el cuerpo de la tierna dama. Nada de impetuosas sacudidas, aquí todo es paz y
después gloria.
La
técnica que impone el cucharón es de suaves empellones. La intimidad que se
consigue con la postura, unida al roce que facilita con el punto G, lleva a
algunas féminas a sobrepasar las fronteras más recónditas de la ‘petite mort’.
La colchoneta
Con esta alternativa, la chica acepta convertirse
en todo un objeto destinado al reposo del guerrero. Por ello, si el encuentro
ha derivado en una frenética actividad, quizás lo más adecuado sea acabar el
acto aliviando el deseo con esta plácida y sosegante postura.
Tumbada
sobre su vientre y con las piernas ligeramente abiertas, la mujer se
transformará en una cama de mórbidas curvas. El varón apoyará sus codos y sus
piernas justo al lado de los de ella.
Para
alcanzar un nivel superior, la mujer puede ir cerrando poco a poco sus extremidades
inferiores. La estrechez que se creará con este truco llevará a algún que otro
guerrero a sentirse todo un paladín de las artes del amor.
La gloria mañanera
Para muchas mujeres el mayor momento de
deseo aparece con las primeras luces del alba. Ellos; sin embargo, suelen ser
más perezosos, así que si las féminas desean colmar sus apetitos a hora tan
temprana llega el momento de que se lo trabajen un poco.
Con
el hombre acostado y aún con la mente vagando por paisajes oníricos, ella se
tumbará sobre su cuerpo con los ojos mirando al cielo matutino. Si el soñador
se halla un poco más despierto, la fémina puede dirigir su mano hacia sus zonas
más íntimas para conseguir una estimulación extraordinaria.
El perrito con
almohadas
La alternativa más animal del reino de
las posturas se puede convertir en algo aún más libidinoso añadiendo unas
cómodas almohadas.
Colocadas
debajo de los cojines naturales que ella lleva en su pecho, el número
de almohadas empleadas permitirá jugar con el ángulo de penetración,
explorando diferentes maneras de rozar las partes más sensibles de sus zonas
más secretas.
La T del trépano
Cuando
la libido no permite ya andarse con tonterías y hay carencias que solicitan
sensaciones muy profundas, es forzoso recurrir a material quirúrgico de primera
necesidad.
Llega
el momento de utilizar la barrena. Con el tronco de la mujer apoyado sobre el
borde del lecho, el hombre, de pie, aguantará con sus brazos cada una de sus
extremidades inferiores, permitiéndose con esta T humana una técnica para
alcanzar unos niveles inexplorados de máxima penetración.
Síguenos a través de nuestro: Twitter: @elparroquiano