El vuelo, que comenzó a más de 3.000 metros de altura, se tornó peligroso cuando una rotura en el equipo dejó al deportista sin control del parapente. Las imágenes capturadas por el propio atleta muestran cómo luchó contra el frío extremo y la falta de oxígeno, con síntomas evidentes de ahogo y congelaciones visibles en sus manos.
Un aterrizaje milagroso
A pesar de las condiciones adversas, el parapentista logró maniobrar su equipo y aterrizar de manera segura. Según la prensa local, permaneció consciente durante todo el trayecto, un hecho que los expertos consideraron casi un milagro.
Ou, un parapentista experimentado, explicó que volar a esa altitud requiere un equipamiento especializado debido a las bajas temperaturas, que pueden llegar a los -40 grados centígrados, y a los niveles críticos de oxígeno. “A 8.000 metros, la supervivencia es casi imposible”, afirmó.
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