lunes, 5 de octubre de 2015

Plástico y aguas servidas amenazan los mares




¿Qué sentiría usted si le lanzan basura en la cara, le tiran botellas de plástico en el cuerpo, le echan agua sucia y encima esperan que sonría y ponga buena cara? Por alguna razón se cree que el mar es una especie de destructor de basura, planta de tratamiento y experto de belleza: se le echan desperdicios sin piedad, se le descargan todas las aguas servidas y además se espera que mágicamente luzca como si nada de ello hubiese ocurrido. En esas condiciones se volvió a conmemorar, en septiembre pasado, el Día Marítimo Mundial.
Venezolanas y venezolanos “siempre hemos crecido de espaldas al mar, y hay una sensación de que el mar diluye todo, lo aguanta todo”, enfatiza Alejandro Luy, gerente de la Fundación Tierra Viva. “A menos que veas algo sucio, lleno de basura, supones que los mares están bien”.
Pero lo que no se ve es que los mares sufren, y que aun cuando las tres cuartas del planeta Tierra son agua, la realidad es que son menos las áreas protegidas acuáticas que las terrestres. Y ello ocurre a pesar de que hay algo claro: las actividades que se generan en tierra firme repercuten en el mar.

PROPIOS Y AJENOS

El mar es “un acumulador de problemas”, que recibe los que se generan en tierra y que además sufre sus propias “enfermedades”. Una de ellas son las consecuencias del cambio climático, que inciden sobre el ecosistema marino.
Luy, en conversación telefónica con el Correo del Orinoco, explica que, efectivamente, el mar no se lo traga todo. Lo que sucede, aclara, es que la contaminación está presente “en un grado tan fino que no nos percatamos de ella”.
Todas las evidencias indican que los mares están llenos de gran cantidad de basura plástica, recuerda el ambientalista. Se conoce que hay cinco islas de plástico que se formaron como consecuencia de las mareas, y aunque es una información ampliamente difundida, persiste la ilusión que lleva a pensar que las cosas están bien en el ámbito marino aunque no sea cierto. Hay organizaciones que hablan, incluso, de un séptimo continente formado por basura plástica en medio del océano Pacífico.



“El plástico que no se hunde es lentamente degradado y fragmentado por la acción del sol y las olas, dando lugar a múltiples trozos del tamaño de una uña o menores”, muestra un trabajo de la BBC. Una investigación citada por el medio británico, que fue publicada en Marine Ecology Progress Series, estimó “que los peces en profundidades intermedias en el Pacífico Norte podrían ingerir entre 12 mil y 24 mil toneladas de plástico cada año”.
Luy igualmente trae a colación lo que sucede con los corales, que pueden morir sin que el público en general se percate. “A menos que lo veas, no percibes que hay una muerte importante de ecosistemas”, señala.

OJO CON LA SOBREEXPLOTACIÓN

Para el activista e investigador, es perentorio revisar el desarrollo sustentable de los mares en función de la pesquería. “Las pesquerías continentales y marinas del país han ido decreciendo, y eso es consecuencia de la sobreexplotación”, subraya.
Por ello, plantea como prioritario evaluar cómo se hace la explotación de recursos marinos en los mares, al igual que declarar algunas zonas como áreas protegidas y garantizar que los recursos que se encuentren se puedan mantener a largo plazo. Pone el ejemplo de las medidas tomadas con la langosta en el parque nacional Archipiélago Los Roques, donde solo se permite la captura del animal en cierta época del año y de ejemplares con un determinado tamaño.
Los Roques es un área Ramsar, protegida por una convención internacional para el resguardo y el uso racional de los humedales. La Convención de Ramsar, como lo reseña su portal web www.ramsar.org, recoge “una definición amplia de los humedales, que abarca todos los lagos y ríos, acuíferos subterráneos, pantanos y marismas, pastizales húmedos, turberas, oasis, estuarios, deltas y bajos de marea, manglares y otras zonas costeras, arrecifes coralinos, y sitios artificiales como estanques piscícolas, arrozales, reservorios y salinas”.
El Cuarto Plan Estratégico para 2016-2024 recuerda que, a escala mundial, “los ecosistemas de humedales continentales y costeros estaban desapareciendo a un ritmo mayor que el de ningún otro ecosistema, y desde entonces no se ha invertido la tendencia hacia la pérdida de los recursos de los humedales”. Atentan contra ellos de manera directa “el desarrollo de infraestructuras, la conversión de tierras, el uso del agua, la eutrofización y contaminación, la extracción excesiva, la sobreexplotación de los recursos de los humedales, el cambio climático y las especies exóticas invasoras”.
Hay especialistas, expone Luy, que estiman que se necesitan otras áreas para proteger los recursos marinos, aunque no necesariamente estén resguardadas bajo la figura del parque nacional. Comparte este criterio: “La superficie marina en general no está tan protegida”.


LA AMENAZA PLÁTICA Y LÍQUIDA

El plástico es el desecho que más abunda en las costas venezolanas, de acuerdo con los trabajos realizados por la Fundación para la Defensa de la Naturaleza. “Es una amenaza mundial, real e importante”, alerta, aunque quizá la población no lo ve así porque no necesariamente consigue grandes acumulaciones, sino un tenedor, un plato, una bolsa.
Ese plástico “se convierte en partículas más pequeñas” que pueden ser consumidas por peces. “Esa partículas están allí, navegando en una gran sopa”, describe.
El río Orinoco, la gran serpiente que divide en dos el territorio nacional, no solo es el “río padre”, sino una víctima de actividades contaminantes. “Lleva mucha carga de agroquímicos y tóxicos”, precisa Luy; lo atacan el mercurio de la minería ilegal, los sedimentos. “Todo se genera en la cuenca del Orinoco y va a dar al Atlántico”, donde las corrientes lo arrastran hacia el Caribe.
Las aguas servidas que llegan a un destino final sin tratamiento son otro factor que contraría la salud del mar. “De cada 100 litros de aguas servidas solo 30 son tratados”, puntualiza, y los restantes “van a contaminar ríos y mares”, ilustra el ambientalista. El río Guaire es un caso emblemático, porque desemboca en el río Tuy, y este lo hace en Barlovento.
“Esas aguas deberían ser tratadas”, insiste, “y en la medida en que no haya un plan para tratar aguas servidas esa seguirá siendo una fuente de contaminación directa para nuestros mares”.

ACCIONES

Una de las cosas principales para los mares venezolanos es pensar “cómo explotamos nuestros recursos y las especies amenazadas por la sobreexplotación”, resalta. En cuanto al río Orinoco, es perentoria, a su juicio, “una revisión de toda la cuenca”.
Hay lugares en los que es necesario que se cumplan regulaciones sobre el uso de agroquímicos que están contaminando tributarios del Orinoco, sugiere Luy, convencido de que “un manejo integral de la cuenca del Orinoco tendrá incidencia positiva en la calidad de las aguas del Atlántico y del mar Caribe”.
Más que preocuparse por crear nuevas legislaciones, opina que sería más importante cumplir con las que ya existente. “Hay convenios internacionales que nos obligan, hay especialistas que saben cuál es la dinámica de las poblaciones de peces marinos que se han visto afectados”, subraya. No es un problema de leyes, reitera, sino de creación de áreas protegidas.
La superficie marina es extensa, es una fuente de alimentos para los venezolanos y tiene una gran importancia geopolítica para la nación, enumera. Por ello, Luy solicita pensar en el mar “no como agua inservible, sino como una necesidad para nuestro desarrollo”.

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