¿Qué sentiría usted si le lanzan basura en la cara, le tiran botellas
de plástico en el cuerpo, le echan agua sucia y encima esperan que
sonría y ponga buena cara? Por alguna razón se cree que el mar es una
especie de destructor de basura, planta de tratamiento y experto de
belleza: se le echan desperdicios sin piedad, se le descargan todas las
aguas servidas y además se espera que mágicamente luzca como si nada de
ello hubiese ocurrido. En esas condiciones se volvió a conmemorar, en
septiembre pasado, el Día Marítimo Mundial.
Venezolanas y venezolanos “siempre hemos crecido de espaldas al mar, y
hay una sensación de que el mar diluye todo, lo aguanta todo”, enfatiza
Alejandro Luy, gerente de la Fundación Tierra Viva. “A menos que veas
algo sucio, lleno de basura, supones que los mares están bien”.
Pero lo que no se ve es que los mares sufren, y que aun cuando las
tres cuartas del planeta Tierra son agua, la realidad es que son menos
las áreas protegidas acuáticas que las terrestres. Y ello ocurre a pesar
de que hay algo claro: las actividades que se generan en tierra firme
repercuten en el mar.
PROPIOS Y AJENOS
El mar es “un acumulador de problemas”, que recibe los que se generan
en tierra y que además sufre sus propias “enfermedades”. Una de ellas
son las consecuencias del cambio climático, que inciden sobre el
ecosistema marino.
Luy, en conversación telefónica con el Correo del Orinoco,
explica que, efectivamente, el mar no se lo traga todo. Lo que sucede,
aclara, es que la contaminación está presente “en un grado tan fino que
no nos percatamos de ella”.
Todas las evidencias indican que los mares están llenos de gran
cantidad de basura plástica, recuerda el ambientalista. Se conoce que
hay cinco islas de plástico que se formaron como consecuencia de las
mareas, y aunque es una información ampliamente difundida, persiste la
ilusión que lleva a pensar que las cosas están bien en el ámbito marino
aunque no sea cierto. Hay organizaciones que hablan, incluso, de un
séptimo continente formado por basura plástica en medio del océano
Pacífico.
“El plástico que no se hunde es lentamente degradado y fragmentado
por la acción del sol y las olas, dando lugar a múltiples trozos del
tamaño de una uña o menores”, muestra un trabajo de la BBC. Una
investigación citada por el medio británico, que fue publicada en Marine
Ecology Progress Series, estimó “que los peces en profundidades
intermedias en el Pacífico Norte podrían ingerir entre 12 mil y 24 mil
toneladas de plástico cada año”.
Luy igualmente trae a colación lo que sucede con los corales, que
pueden morir sin que el público en general se percate. “A menos que lo
veas, no percibes que hay una muerte importante de ecosistemas”, señala.
OJO CON LA SOBREEXPLOTACIÓN
Para el activista e investigador, es perentorio revisar el desarrollo
sustentable de los mares en función de la pesquería. “Las pesquerías
continentales y marinas del país han ido decreciendo, y eso es
consecuencia de la sobreexplotación”, subraya.
Por ello, plantea como prioritario evaluar cómo se hace la
explotación de recursos marinos en los mares, al igual que declarar
algunas zonas como áreas protegidas y garantizar que los recursos que se
encuentren se puedan mantener a largo plazo. Pone el ejemplo de las
medidas tomadas con la langosta en el parque nacional Archipiélago Los
Roques, donde solo se permite la captura del animal en cierta época del
año y de ejemplares con un determinado tamaño.
Los Roques es un área Ramsar, protegida por una convención
internacional para el resguardo y el uso racional de los humedales. La
Convención de Ramsar, como lo reseña su portal web www.ramsar.org,
recoge “una definición amplia de los humedales, que abarca todos los
lagos y ríos, acuíferos subterráneos, pantanos y marismas, pastizales
húmedos, turberas, oasis, estuarios, deltas y bajos de marea, manglares y
otras zonas costeras, arrecifes coralinos, y sitios artificiales como
estanques piscícolas, arrozales, reservorios y salinas”.
El Cuarto Plan Estratégico para 2016-2024 recuerda que, a escala
mundial, “los ecosistemas de humedales continentales y costeros estaban
desapareciendo a un ritmo mayor que el de ningún otro ecosistema, y
desde entonces no se ha invertido la tendencia hacia la pérdida de los
recursos de los humedales”. Atentan contra ellos de manera directa “el
desarrollo de infraestructuras, la conversión de tierras, el uso del
agua, la eutrofización y contaminación, la extracción excesiva, la
sobreexplotación de los recursos de los humedales, el cambio climático y
las especies exóticas invasoras”.
Hay especialistas, expone Luy, que estiman que se necesitan otras
áreas para proteger los recursos marinos, aunque no necesariamente estén
resguardadas bajo la figura del parque nacional. Comparte este
criterio: “La superficie marina en general no está tan protegida”.
LA AMENAZA PLÁTICA Y LÍQUIDA
El plástico es el desecho que más abunda en las costas venezolanas,
de acuerdo con los trabajos realizados por la Fundación para la Defensa
de la Naturaleza. “Es una amenaza mundial, real e importante”, alerta,
aunque quizá la población no lo ve así porque no necesariamente consigue
grandes acumulaciones, sino un tenedor, un plato, una bolsa.
Ese plástico “se convierte en partículas más pequeñas” que pueden ser
consumidas por peces. “Esa partículas están allí, navegando en una gran
sopa”, describe.
El río Orinoco, la gran serpiente que divide en dos el territorio
nacional, no solo es el “río padre”, sino una víctima de actividades
contaminantes. “Lleva mucha carga de agroquímicos y tóxicos”, precisa
Luy; lo atacan el mercurio de la minería ilegal, los sedimentos. “Todo
se genera en la cuenca del Orinoco y va a dar al Atlántico”, donde las
corrientes lo arrastran hacia el Caribe.
Las aguas servidas que llegan a un destino final sin tratamiento son
otro factor que contraría la salud del mar. “De cada 100 litros de aguas
servidas solo 30 son tratados”, puntualiza, y los restantes “van a
contaminar ríos y mares”, ilustra el ambientalista. El río Guaire es un
caso emblemático, porque desemboca en el río Tuy, y este lo hace en
Barlovento.
“Esas aguas deberían ser tratadas”, insiste, “y en la medida en que
no haya un plan para tratar aguas servidas esa seguirá siendo una fuente
de contaminación directa para nuestros mares”.
ACCIONES
Una de las cosas principales para los mares venezolanos es pensar
“cómo explotamos nuestros recursos y las especies amenazadas por la
sobreexplotación”, resalta. En cuanto al río Orinoco, es perentoria, a
su juicio, “una revisión de toda la cuenca”.
Hay lugares en los que es necesario que se cumplan regulaciones sobre
el uso de agroquímicos que están contaminando tributarios del Orinoco,
sugiere Luy, convencido de que “un manejo integral de la cuenca del
Orinoco tendrá incidencia positiva en la calidad de las aguas del
Atlántico y del mar Caribe”.
Más que preocuparse por crear nuevas legislaciones, opina que sería
más importante cumplir con las que ya existente. “Hay convenios
internacionales que nos obligan, hay especialistas que saben cuál es la
dinámica de las poblaciones de peces marinos que se han visto
afectados”, subraya. No es un problema de leyes, reitera, sino de
creación de áreas protegidas.
La superficie marina es extensa, es una fuente de alimentos para los
venezolanos y tiene una gran importancia geopolítica para la nación,
enumera. Por ello, Luy solicita pensar en el mar “no como agua
inservible, sino como una necesidad para nuestro desarrollo”.
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