Por Ignacio Ramonet.
La
televisión sigue cambiando rápidamente. Esencialmente por las nuevas
prácticas de acceso a los contenidos audiovisuales que observamos sobre
todo entre las jóvenes generaciones. Todos los estudios realizados sobre
las nuevas prácticas de uso de la televisión en Estados Unidos y en
Europa indican un cambio acelerado. Los jóvenes televidentes pasan del
consumo “lineal” de TV hacia un consumo en “diferido” y “a la carta” en
una “segunda pantalla” (ordenador, tablet, smartphone). De receptores
pasivos, los ciudadanos están pasando a ser, mediante el uso masivo de
las redes sociales, “productores-difusores”, o productores-consumidores
(prosumers).
En
los primeros años de la televisión, el comportamiento tradicional del
telespectador era mirar los programas directamente en la pantalla de su
televisor de salón, manteniéndose a menudo fiel a una misma (y casi
única) cadena. Con el tiempo todo eso cambió. Y llegó la era digital. En
la televisión analógica ya no cabían más cadenas y no existía
posibilidad física para añadir nuevos canales, porque un bloque de
frecuencia de seis megahercios equivale a una sola señal, un solo canal.
Pero con la digitalización, el espectro radioeléctrico se fracciona y
se optimiza. Por cada frecuencia de 6 MHz, en vez de una sola cadena, se
pueden ahora transmitir hasta seis u ocho señales, y se multiplica de
ese modo la cantidad de canales. Donde antes, en una zona había siete,
ocho o diez canales, ahora hay cincuenta, sesenta, setenta o centenares
de canales digitales…
Esa
explosión del número de cadenas disponibles, particularmente por cable y
satélite, dejó obsoleta la fidelidad del telespectador a un canal de
preferencia y suprimió la linealidad. Como en el restaurante, se
abandonó la fórmula del menú único para consumir platos a la carta,
simplemente zapeando con el mando a distancia entre la nueva multitud de
canales.
La
invención de la Web –hace 25 años– favoreció el desarrollo de Internet y
el surgimiento de lo que llamamos la “sociedad conectada” mediante toda
clase de links y enlaces, desde el correo electrónico hasta las
diferentes redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) y mensajerías de
texto y de imagen (WhatsApp, Instagram, etc.). La multiplicación de las
nuevas pantallas, ahora nómadas (ordenadores portátiles, tablets,
smartphones), ha cambiado totalmente las reglas del juego.
La
televisión está dejando de ser progresivamente una herramienta de masas
para convertirse en un medio de comunicación consumido individualmente,
a través de diversas plataformas, de forma diferida y personalizada.
Esta
forma diferida se alimenta en particular en los sitios de replay de los
propios canales de televisión, que permiten, vía Internet, un acceso no
lineal a los programas. Estamos presenciando el surgimiento de un
público que conoce los programas y las emisiones pero no conoce
forzosamente la parrilla, ni siquiera el canal de difusión al que
pertenecen esos programas originalmente.
A
esta oferta, ya muy abundante, se le suman ahora los canales online de
la Galaxia Internet. Por ejemplo, las decenas de cadenas que YouTube
difunde, o los sitios de vídeo alquilados a la carta. Hasta el punto de
que ya no sabemos siquiera lo que la palabra televisión significa. Reed
Hastings, director de Netflix, el gigante estadounidense del vídeo en
línea (con más de 50 millones de suscriptores), declaró recientemente
que “la televisión lineal habrá desaparecido en veinte años porque todos
los programas estarán disponibles en Internet”. Es posible, pero no es
seguro.
También
están desapareciendo los propios televisores. En los aviones de la
compañía aérea American Airlines, por ejemplo, los pasajeros de clase
ejecutiva ya no disponen de pantallas de televisión, ni individuales, ni
colectivas. Ahora, a cada viajero se le entrega una tablet para que él
mismo se haga su propio programa y se instale con el dispositivo como
mejor le convenga (acostado, por ejemplo). En Norvegian Air Shuttle van
más lejos, no hay pantallas de televisión en el avión, ni tampoco
entregan tablets, pero el avión posee wi-fi y la empresa parte del
principio de que cada viajero lleva una pantalla (un ordenador portátil,
o tablet, o smartphone) y que basta pues con que se conecte, en vuelo,
al sitio web de la Norvegian para ver películas, o series, o emisiones
de televisión, o leer los periódicos (que ya no se reparten…).
Jeffrey
Cole, un profesor estadounidense de la Universidad UCLA, experto en
medios en Internet y redes sociales, confirma que la televisión se verá
cada vez más por la Red. Nos dice: “En la sociedad conectada la
television sobrevivirá, pero disminuirá su protagonismo social; mientras
que las industrias cinematográfica y musical podrían desvanecerse”.
Sin
embargo Jeffrey Cole es mucho más optimista que el patrón de Netflix,
ya que afirma que, en los próximos años, el promedio de tiempo
consagrado a la televisión pasará de entre 16 a 48 horas a la semana
actualmente, hasta 60 horas, dado que la televisión, dice Cole, “va
saliendo de la casa” y se podrá ver “en todo momento”, gracias a
cualquier dispositivo-con-pantalla, con sólo conectarse a Internet o
mediante la nueva telefonía 5G.
También
hay que contar con la competencia de las redes sociales. Según el
último informe de Facebook, casi el 30% de los adultos de EE UU se
informa a través de Facebook y el 20% del tráfico de las noticias
proviene de esa red social. Mark Zuckerberg afirmó hace unos días, que
el futuro de Facebook será en vídeo: “Hace cinco años, la mayor parte
del contenido de Facebook era texto, ahora evoluciona hacia el vídeo
porque cada vez es más sencillo grabar y compartir”.
Por
su parte, tambien Twitter está cambiando de estrategia: y está pasando
del texto al vídeo. En un reciente encuentro con los analistas
bursátiles de Wall Street, Dick Costolo, el consejero delegado de
Twitter, reveló los planes del futuro próximo de esa red social: “2015
–dijo– será el año del vídeo en Twitter”. Para los usuarios más
antiguos, eso tiene sabor a traición. Pero según Costolo, el texto, su
esencia, los célebres 140 caracteres iniciales, está perdiendo
relevancia. Y Twitter quiere ser el ganador en la batalla del vídeo en
los teléfonos móviles.
Según
los planes de la dirección de Twitter, se pueden subir vídeos desde el
móvil a la red social a partir de ahora, a comienzos de 2015. Se pasará
de los escasos seis segundos actuales (que permite la aplicación Vine), a
añadir un vídeo, tan largo como sea, directamente en el mensaje.
Google
también quiere ahora difundir contenidos visuales destinados a su
gigantesca clientela de más de mil trescientos millones de usuarios que
consumen unos seis mil millones de horas de vídeo cada mes… Por eso
Google compró YouTube. Con más de 130 millones de visitantes únicos al
mes, en Estados Unidos, YouTube tiene una audiencia superior a la de
Yahoo! En Estados Unidos, los 25 principales canales online de YouTube
tienen más de un millon de visitantes únicos a la semana. YouTube ya
capta más jóvenes de entre 18 y 34 años que cualquier otro canal
estadounidense de televisión por cable.
La
apuesta de Google es que el vídeo en Internet va a terminar poco a poco
con la televisión. John Farrell, director de YouTube en América del
Sur, prevé que el 75% de los contenidos audiovisuales serán consumidos
vía Internet en 2020.
En
Canadá, por ejemplo, el vídeo en Internet ya está a punto de sustituir a
la televisión como medio de consumo masivo. Según un estudio de la
empresa de sondeos Ipsos Reid and M Consulting “el 80% de los
canadienses reconocen que cada vez ven más vídeos en línea en la Red”,
lo que significa que, con semejante masa crítica (¡80%!), se acerca el
momento en que los canadienses verán más vídeos y programas en línea que
en la televisión.
Todos
estos cambios se perciben claramente no sólo en los países ricos y
desarrollados. También se ven en América Latina. Por ejemplo, los
resultados de un estudio, realizado por la investigadora mexicana Ana
Cristina Covarrubias (directora de la empresa Pulso Mercadológico)
confirman que la Red y el ciberespacio están cambiando aceleradamente
los modelos de uso de los medios de comunicación, y en particular de la
televisión, en México.
La
encuesta se refiere exclusivamente a los habitantes del Distrito
Federal de México y concierne a dos grupos precisos de población: 1)
jóvenes de 15 a 19 años; 2) la generación anterior, padres de familia de
entre 35 y 55 años de edad con hijos de 15 a 19 años. Los resultados
revelan las siguientes tendencias:
1)
tanto en el grupo de los jóvenes como en la generación anterior, las
nuevas tecnologías han penetrado ya en elevada proporción: el 77% posee
teléfono móvil, el 74% ordenador, el 21% tablet, y el 80% tiene acceso a
Internet.
2)
El uso de la televisión abierta y gratuita está bajando y se sitúa
apenas en el 69%, mientras que el de la televisión de pago está subiendo
y ya alcanza casi el 50%.
3)
Por otra parte, aproximadamente la mitad de los que ven la televisión
(29%), usan el televisor como pantalla para ver películas que no son de
la programación televisiva, ven DVD/Blu-ray o Internet/Netflix.
4)
El tiempo de uso diario del teléfono móvil es el más alto de todos los
aparatos digitales de comunicación. El móvil registra 3 horas 45
minutos. El ordenador tiene un tiempo de uso diario de dos horas y 16
minutos, la tablet de una hora y 25 minutos; y la televisión de apenas
dos horas y 17 minutos.
5)
El tiempo de visita a redes sociales, es de 138 minutos diarios para
Facebook, 137 para WhatsApp; en cambio para la televisión es de sólo 133
minutos. Si se suman todos los tiempos de visitas a las redes sociales,
el tiempo de exposición diaria a las redes es de 480 minutos,
equivalentes a 8 horas diarias, mientras el de la televisión es de sólo
133 minutos, equivalentes a 2 horas y 13 minutos.
La
tendencia indica claramente que el tiempo dedicado a la televisión ha
sido rebasado, ampliamente, por el tiempo dedicado a las redes sociales.
La
era digital y la sociedad conectada son ya pues realidades para varios
grupos sociales en la Ciudad de México. Y una de sus principales
consecuencias es el declive de la atracción por la televisión,
especialmente la que emite en abierto, como resultado del acceso a los
nuevos formatos de comunicación y a los contenidos que ofrecen los
medios digitales.
El
gran monopolio del entretenimiento que era la televisión en abierto
está dejando de serlo para ceder espacio a los medios digitales. Cuando
antes un cantante popular, por ejemplo, en una emisión estelar de sábado
por la noche, podía ser visto por varios millones de telespectadores
(unos 20 millones en España), ahora ese mismo cantante tiene que pasar
por 20 canales diferentes para ser visto a lo sumo por 1 millón de
televidentes.
De
ahora en adelante, el televisor estará cada vez más conectado a
Internet (es ya el caso en Francia para el 47% de los jóvenes de entre
15 y 24 años). El televisor se reduce a una mera pantalla grande de
confort, simple extensión de la Web que busca los programas en el
ciberespacio y en Cloud (“Nube”). Los únicos momentos masivos de
audiencia en vivo, de “sincronización social” que siguen reuniendo a
millones de telespectadores, serán entonces los noticiarios en caso de
actualidad nacional o internacional espectacular (elecciones,
catástrofes, atentados, etc.), los grandes eventos deportivos o las
finales de juegos de emisiones de tipo reality show.
Todo
esto no es únicamente un cambio tecnológico. No es sólo una técnica, la
digital, que sustituye a otra, la analógica, o Internet que sustituye a
la televisión. Esto tiene implicaciones de muchos órdenes. Algunas
positivas: las redes sociales, por ejemplo, favorecen el intercambio
rápido de información, ayudan a la organización de los movimientos
sociales, permiten la verificación de la información, como es el caso de
WikiLeaks… No cabe duda de que los aspectos positivos son numerosos e
importantes.
Pero
también hay que considerar que el hecho de que Internet esté tomando el
poder en las comunicaciones de masas significa que las grandes empresas
de la Galaxia Internet –o sea, Google, Facebook, YouTube, Twitter,
Yahoo!, Apple, Amazon, etc.– todas ellas estadounidenses (lo cual en sí
mismo ya constituye un problema…) están dominando la información
planetaria. Marshall McLuhan decía que “el medio es el mensaje”, y la
cuestión que se plantea ahora es: ¿cuál es el medio? Cuando veo un
programa de televisión en la web, ¿cuál es el medio? ¿la televisión o
Internet? Y en función de eso, ¿cuál es el mensaje?
Sobre todo, como reveló Edward Snowden y como afirma Julian Assange en su nuevo libro Cuando Google encontró a WikiLeaks
(1), todas esas mega-empresas acumulan información sobre cada uno de
nosotros cada vez que utilizamos la Red. Información que comercializan
vendiéndola a otras empresas. O también cediéndola a las agencias de
inteligencia de Estados Unidos, en particular a la Agencia Nacional de
Seguridad, la temible NSA. No nos olvidemos de que una sociedad
conectada es una sociedad espiada, y una sociedad espiada es una
sociedad controlada.
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