Scottsdale no es el lugar en el que uno esperaría encontrar a una estrella del cine y la televisión conocida en medio mundo. Hablamos de una ciudad de tamaño medio, a poco menos de media hora en coche de Phoenix (Arizona), y situada en una de las zonas más áridas y conservadoras del país. Más inusitado aún sería que esa celebrity fuera el encargado de una pequeña tienda del casco viejo de la ciudad, especializada en aceites orgánicos, vinagres balsámicos añejos y demás aderezos. “Quiero ser el rey del aceite de Estados Unidos”, exclama el actor, al frente del negocio del que era cliente desde hace años y que ahora dirige junto a Paige, su esposa desde el pasado mes de febrero. Outrageous Olive Oils and Vinegars, que presume de artesanía y calidad “premium”, es la última parada de una trayectoria tan insólita como personal.
Muniz es un ejemplo de figura renacentista. En poco más de tres décadas ha ejercido como multimillonario actor de cine y televisión, piloto de automovilismo profesional, batería en dos grupos de rock, mánager musical y tuitero de éxito. Sorteó el fatídico destino que suele acompañar a los niños actores que se transforman en estrellas internacionales: no pegó a ningún paparazzo, no fue arrestado por consumo de drogas, no copó los titulares de los tabloides por su frenética vida sexual, no malgastó toda su fortuna.
Desde los míticos Shirley Temple y Henry Thomas, pasando por los Macaulay Culkin o Haley Joel Osment de los noventa o las más recientes chicas Disney como Lindsay Lohan y Demi Lovato, lo cierto es que el arquetipo de juguete roto es tan viejo como el mismo Hollywood. Retirado de la primera línea con 19 años, varias nominaciones a los Emmy y los Globos de Oro y 40 millones de dólares en el banco –como él mismo confesó en Twitter–, la emancipación de la fama de Muniz sorprende por la naturalidad con la que la culminó.
¿Qué decisiones diferencian su destino del vivido por los nombres recién apuntados? Ángel Herrera, fundador y consejero delegado de la agencia de actores y modelos Salvador, con 45 años de experiencia y cerca de 1.500 niños en cartera para trabajos de publicidad, moda y ficción, considera que el entorno familiar es un factor clave a la hora de garantizar que estos niños tengan una transición óptima a la vida adulta. “Si la familia ha sabido guiar al menor, como en cualquier otra actividad que pueda desarrollar, este no tendrá –casi con toda probabilidad– ningún problema en su vida adulta sea cual sea la salida que le depare. No hay otro secreto que tener una familia que priorice su formación personal por encima de triunfar a toda costa, por encima de ser como Tom Cruise o Robert De Niro”, afirma el agente.
Aunque debutó como actor con solo ocho años, Muniz se hizo un hueco como protagonista cinematográfico en el año 2000 con la lacrimógena Mi perro Skip, y posteriormente con ese trasunto juvenil de James Bond llamado Superagente Cody Banks. Sin embargo, su éxito de principios de siglo es una nube borrosa para él. “No tengo recuerdos ni de haber estado en Malcolm”, confesó Muniz en 2017, sobre las pérdidas de memoria severas con las que convive desde hace más de una década. “Mi madre me habla sobre viajes o grandes eventos a los que fuimos y son historias nuevas para mí. No sé cuál es la causa, pensaba que así era cómo funcionaba mi cerebro. No sabía que debía recordar haber ido a los Emmy cuando era joven”, añadió en el programa Dancing with the stars.
Su frágil estado de salud ha sido clave en su trayectoria vital. Entre 2012 y 2013 sufrió dos pequeños derrames cerebrales (accidentes isquémicos transitorios) a los que achaca los problemas de retentiva. Su etapa como piloto de carreras, con diferentes accidentes que le provocaron diversas conmociones cerebrales y la fractura de varias costillas y la espalda, también puso en peligro su vida. “Tengo el cuerpo de un hombre de 71 años”, reitera.
En Malcolm, Muniz daba vida a un joven superdotado que trataba de imponer la cordura en una familia solo dirigida por lo irreverente y lo surrealista, una sitcom con referencias al estilo cartoon y series como Los Simpson que exhibía tanto ingenio como sensibilidad. La serie llegó a la parrilla de Antena 3 en la primavera del año 2000 para acompañar precisamente a la familia de Springfield y a Futurama en la franja del mediodía del fin de semana y se convirtió en una de las ficciones más queridas por público y crítica, que la recompensó con hasta siete premios Emmy. Pero incluso antes del final de la serie –en 2006–, su protagonista ya tenía su vista centrada en su siguiente paso profesional. Decidió convertirse en piloto de carreras y participó durante cinco años en más de medio centenar de citas en diferentes competiciones automovilísticas de Estados Unidos.
Mario Casas, Michelle Jenner o Ingrid Rubio son algunos de los nombres mencionados por Ángel Herrera (“muchos de ellos pasaron por nuestra agencia”) como ejemplos de éxito de talentos jóvenes de nuestro cine que supieron madurar en la industria. Además del entorno familiar; la educación, el asesoramiento profesional y el amor por la profesión son cimientos indispensables para lograr este hito. El agente corrobora que se ha topado con varios casos en los que ser actor no beneficiaba al niño: “Lo afrontamos con la familia y les aconsejamos dejarlo. Nuestro trabajo también es asesorar a los padres y establecer una relación de confianza para velar por los intereses del menor, al menos en cuanto a la profesión se refiere”.
Una vez Muniz puso fin a su etapa como piloto a causa de una lesión de muñeca, se convirtió en batería de dos bandas de música rock (You Hang Up y Kingsfoil) y actualmente sigue ejerciendo como mánager del dúo electrónico indie Astro Lasso, apéndice de la segunda formación. Su retiro de Hollywood nunca pasó de oficioso a oficial y, pese a sus problemas de memoria, en los últimos años ha hecho personajes episódicos en series de televisión, cameos autoparódicos y roles protagonistas en telefilmes con vocación de sobremesa. Es más, ha mostrado su disposición a participar en un reboot de Malcolm y abandonar temporalmente su recién descubierta vocación olivarera. Lo que jamás volverá, como demuestra en cada uno de sus celebrados tuits, es su estima por la fama desorbitada que le acompañó desde la adolescencia. “Este año en Halloween voy a ir de una versión gorda, vieja y calva de Malcolm. Llevo trabajando en este traje 13 años”, sostiene. Se olvidó, seguro que deliberadamente, de añadir entre los adjetivos los de feliz y realizado. Malcolm solo necesitaba quitarse de en medio.
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