El recordado “Cantor del Pueblo”, Alí
Primera, murió en un lamentable accidente vehicular ocurrido en la
carretera Valle-Coche de Caracas en 1985, un 16 de febrero.
A
continuación se reproduce una destacada reseña sobre la vida del
trovador Alí Primera, escrita por Mariandry Laclé y publicada meses
atrás en YVKE Mundial.
“Bluyin”,
camisa roja, gallito en pecho, par de botas y guitarra en mano era el
acostumbrado atuendo de quien se convertiría en el eterno cantor del
pueblo venezolano: Alí Rafael Primera Rossel.
Alí o Ely (según
reza su partida se nacimiento) nació el 31 de octubre de 1942 en la
ciudad de Coro, estado Falcón. Hijo de Antonio Primera y Carmen Adela
Rossel. Don Antonio se desempeñaba como funcionario de la policía y
falleció en medio de una balacera en 1944, dejando al pequeño Alí
huérfano de padre con tan sólo 2 años y nueve meses de edad. Pasó su
infancia entre San José de Cocodite y Las Piedras, ambas poblaciones
pertenecientes al estado Falcón.
La inmensa sensibilidad social se
fue forjando en Alí desde su niñez. De pequeño se paseaba por los
“carros casas” de los gringos
que
eran contratados por las petroleras para trabajar en Paraguaná y
observaba cómo se alimentaban a placer y con lujos, mientras la gente de
su pueblo, entre los que se contaban él y su familia, pasaban hambre.
En
las tierras áridas de Paraguaná, Alí ayudó a su madre y hermanos con la
venta de empanadas y dulces caseros. Algunos vecinos le recuerdan
pidiendo siempre la “ñapa” y dirigiéndose feliz de vuelta a su casa,
independientemente de qué tan buena o mala había sido la venta.
Familiares hablan de la personalidad del cantor
A
los 6 años de edad, Alí se inició como “limpia botas”. “Hoy no fío,
mañana sí”, dice el letrero del cajón, aún conservado por su familia en
Punto Fijo. Pese a la situación precaria que tuvo que atravesar, es
recordado por sus familiares como un ser humano dispuesto a compartir
todas sus cosas con quien demandara alguna necesidad.
“Alí
no soportaba ver a un ser humano pasar hambre. Él llegaba a la casa y
decía: ‘Mamá, ¿qué tienes por ahí para comer? Porque me encontré a estos
niños con hambre’”, cuenta su hermana menor materna, Mireya Padilla
Rossel. No conforme con esto, buscaba de su ropa limpia y zapatos para
vestir a los pequeños que encontraba desnudos y sin calzado.
Entre
los 12 y 13 años de edad, fue boxeador, durante esta etapa de su vida
se dedicaba a apostar en las peleas y el dinero que obtenía lo destinaba
para ayudar económicamente a sus familiares.
Mireya lo describe
también como un hombre muy “picaflor”. “¿Alí? ¡Ay, Dios! Ese era muy
enamoradizo, nunca voy a olvidar que yo tenía una lista de todas las
jovencitas que tenía por novias, porque, además, él dejaba una excusa
diferente para cada una. Cuando regresaba, si yo había hecho las cosas
bien, me decía: ‘buena secretaria’”, relata Mireya entre risas.
Mireya, además comenta que Alí era de muy buen humor. “Siempre tenía un chiste, pero también debo decir
que su carácter salía a
flote cuando veía que alguien se aprovechaba de otra persona, ante las
injusticias en general. Pero si tú le llegabas con una sonrisa, ése
hombre te respondía con una más grande”, señala.
Con
sus sobrinos, Alí se caracterizó por ser un tío cariñoso y ejemplar. “A
mi tío siempre le gustaron las cosas bien hechas. Fue muy consentidor y
cuando podía nos sacaba en su camión a la playa para pasar rato con
nosotros”, relata su sobrina Zuly Primera, quien tenía 13 años de edad
cuando falleció el cantor.
Sandino
Primera tenía 5 años con 11 meses cuando murió Alí, pero de su
experiencia lo describe como un padre excepcional, amoroso y preocupado
por el bienestar de los suyos. “Recuerdo que siempre me hacía cosquillas
con su barba y cuando duraba tiempo de viaje y llegaba, al vernos él
corría desesperado a abrazarnos. Siempre estuvo pendiente de su gente”.
Otro
de sus hijos, Alí Rafael, afirma que pese a no haber tenido la
oportunidad de conocer a su padre, las canciones han sido su mejor
compañía: “la mejor herencia de mi padre para mí y para su pueblo son
sus canciones. Allí está el espíritu de lucha, la humanidad y
sensibilidad que lo caracterizan”.
Su paso por “la casa que vence las sombras”
Alí
terminó su educación básica en el Mariano Talavera de Punto Fijo y de
allí se fue a la ciudad capital donde obtuvo su título de bachiller en
el Liceo Caracas. Ingresó específicamente en el año 1965 a la
Universidad Central de Venezuela (UCV) para realizar estudios de
ingeniería química. En los cafetines y jardines de la máxima casa de
estudios, se dio a conocer como el “serenatero”.
Estudiantes de la
época, como Fátima Lugo, lo recuerdan inquieto, deambulando por los
pasillos con su guitarra y alzando cantos en protesta por las
injusticias sociales. “Me acuerdo de Alí por su inigualable
personalidad. Él andaba por las instalaciones de la universidad cantando
y era el primero que salía con pancartas a protestar por lo que se
estaba haciendo mal. Además, nos reuníamos con él en tierra de nadie a
escucharlo. Trataba de hacer despertar al pueblo”, asegura Fátima.
Europa y su primer par de retoños
Alí
Primera se hizo militante del Partido Comunista de Venezuela,
organización política que le otorgó una beca en 1968 para realizar
estudios de química de petróleo en Rumania. Estando en tierras europeas,
grabó su primer L.P. titulado “Gente de mi Tierra”, que luego sería
vetado por el gobierno venezolano.
En
Europa, Alí conoce a Taria Osenius, maestra de idiomas oriunda de
Suecia, con quien tuvo sus primeras hijas: Maria Fernanda “Chimpi” a
quien le dedicó el tema “Los pies de mi niña” y María Ángela “Marimba”, a
la cual le escribió “La piel de mi niña huele a caramelo”.
La
estadía en Europa no fue fácil para Alí, la difícil situación económica
le llevó a lavar platos en restaurantes y a cantar en distintos locales
para hacerle frente a su crisis. Él mismo en una oportunidad llegó a
afirmar: “En Europa el mundo se me hacía chiquito aún con los
latinoamericanos. Yo lavaba platos por no vender mi canto y a veces
lograba cantar en sitios donde realmente se respetaba mi canción”. En
1973 regresa a su país natal con su mujer y sus dos niñas a vivir en un
apartamento de El Valle, Caracas.
Más
tarde, culmina aquella relación sentimental e inicia otra con una
caraqueña llamada Noelia Pérez, en quien engendró a Jorge Ernesto “El
tupamaro”, apodo que le colocó el mismo Alí en referencia a los
guerrilleros urbanos de Uruguay.
Según
su hermana Mireya, Alí nunca perteneció a un grupo guerrillero de
manera oficial, pero sí sostenía reuniones y encuentros con algunos: “Mi
hermano nunca ingresó a las filas de un grupo guerrillero, pero sí los
apoyaba, les ayudaba a obtener recursos y de vez en cuando participaba
en reuniones para dar su aporte ideológico”.
Es
ese mismo año en el que regresa a su Venezuela natal (1973), Alí
primera apoyó a José Vicente Rangel en su primera campaña electoral.
Sobre Rangel, el cantor llegó a decir: “Es el único candidato que he
apoyado en la vida en razón de que encarna el hombre de carisma y que ha
elevado su nivel de compromiso con las luchas populares”.
Le llegó su Sol y eterno amor
El
10 de Marzo de 1977 Alí Primera conoce a la cantante Sol Mussett en un
evento llamado Los venezolanos primero, dirigido por Gerardo Brito y
realizado en Barquisimeto, estado Lara. Sol fue invitada como ganadora
del primer lugar de la voz liceísta en años anteriores, para aquél
entonces la joven tenía apenas 17 años de edad. Ella misma relató el
encuentro y la odisea que atravesó la pareja en una entrevista exclusiva
para YVKE Mundial:
“Mientras
cantaba, yo sentía una mirada muy fuerte y cuando me di cuenta era Alí.
Me bastó verle la transparencia de sus ojos para darme cuenta de su
calidad espiritual. A partir de ése entonces, en mí se despertaron los
sentimientos más bellos.
Durante la
reunión, Alí se acercó a Rafael Mussett, hermano de Sol, y le dijo que
le parecía que cantaba muy lindo aquella joven, que le gustaría grabarle
un disco.
“El manifestó su interés
en grabarme un disco y, por supuesto, de allí salió la gran anécdota,
porque efectivamente me hizo mis cuatro mejores canciones, las cuales
quedaron grabadas en mi vientre, se llaman: Sandino, Servando,
Florentino y Juan Simón”, comenta Sol sonriendo.
Sin embargo, como
buena historia de amor, no todo fue rosa en esta pareja. La diferencia
política entre el papá de Sol, quien era “adeco” férreo para la época, y
Alí, no permitió, en un principio, que la relación se desarrollara en
completa armonía.
“Cuando a mi papá
le dijeron que Alí era un comunista, rompió la primera correspondencia
de discos que me había enviado y me prohibió recibir sus llamadas,
cartas, en fin, tener algún tipo de contacto con él”, relata la señora
Sol.
Los novios se las ingeniaron y
Ali pasaba tres veces al día en un carro que pedía prestado, sólo para
tirarle un beso, tocarse el pecho y en silencio susurrarle a su
enamorada un “te amo”.
Luego de
muchos inconvenientes y conflictos que llevaron a que la mamá y hermanos
se enfrentaran al padre de Sol, éste por fin aceptó recibir la visita
de Alí en su casa. Cuando llegó el tan esperado día, el señor Rafael
Musset lo recibió gritándole a Sol: “Negra, por esto es que usted llora
enamorada. Este guaro es muy feo”.
“Una
vez en la sala mi papá le dice: ‘¡Mire, Alí! A mí no me gustan los
amores ‘madura cambures’, deje de estar sobándome a la muchacha para
madurármela, póngale fecha a ese matrimonio ya’”, recuerda Sol.
De
allí en adelante, Alí Primera fue ganando espacio en aquella familia de
adecos. Gracias a su nobleza y paciencia, el padre de Sol lo aceptó y
hasta comenzó sostener largas conversaciones con su yerno, el comunista.
“Mi
mamá estaba muy enferma, por lo que llegó un momento en que las visitas
comenzaron a ser más para ella que para mí. Alí le compró una silla de
ruedas y siempre estuvo muy pendiente de ella, hecho que hizo que se
ganara el afecto de mi padre. Recuerdo que si le regalaban algo alusivo
al partido AD, porque a él le hacían muchas bromas con eso, se lo traía a
mi papá”, comenta Sol.
Sol Musset y
Alí Primera se casaron el 17 de junio de 1978. Las tarjetas de la boda
llevaban impresas la humildad que ha caracterizado siempre la
personalidad del “cantor del pueblo”, pues donde las invitaciones suelen
decir el tipo de traje a usar, Alí le mandó a escribir a las suyas: “la
sencillez nunca deja de ser elegante”.
“Nuestra
boda fue del pueblo, tanto así que la primera invitación Alí se la
entregó a ‘Marquito’, un señor del estado Lara que vendía quesos por la
calle”, manifiesta la esposa del cantor.
“Estar a la orilla del riachuelo”, fue el tema que Alí Primera le dedicaría a su esposa Sol Mussett.
Perseguido, pero no acallado
Alí Primera fue objeto de numerosas persecuciones y atentados a causa de la temática de sus canciones.
Las
emisoras radiales que se atrevían a poner los temas de Alí eran
cerradas o los locutores botados. No obstante, fue impresionante la
cantidad de gente que se sabía sus letras, así lo demostraban en los
encuentros en los que se presentaba el cantor.
En una oportunidad,
mientras Alí viajaba a México, su apartamento 12-3 del edificio
Araguaney, ubicado en El Valle, fue allanado. Destrozaron las
instalaciones, incluyendo colchones y demás enceres, los cuales se
encontraban impactados por balas.
“Yo nunca voy a entender cuál
era el odio, qué tanto mal podía hacer un hombre que cantaba : `que
triste suena la lluvia en los techos de cartón’”, manifiesta Sol
Mussett.
Cuando estuvo preso en la
Digepol, Alí fue torturado. Le colocaban constantemente electricidad en
la garganta. “Alí me contaba en las noches de aquellas opresiones y me
decía ‘ellos pensaban que así me callaban la boca, pero eso jamás’ y así
fue”, afirma su viuda.
Como
anécdota, la hermana del cantor, Mireya Padilla Rossel, cuenta que uno
de sus hermanos, Alfonso Primera, era oficial de la policía y fue a
sacar a Alí de la cárcel, pero, cuando lo llama para decirle que estaba
libre, el joven revolucionario le contestó: “¿A mí sólo? ¡Pues no,
señor! Cuando salga el último de los que están conmigo, salgo yo”.
En
Acarigua también Alí sufrió un atentado en el que le dispararon a la
camioneta que conducía, pero fue ingenioso, se salió del carro y dio
vueltas para que los funcionarios de la Digepol creyeran que había
fallecido. Más tarde, el cantor contaría cómo uno de los hombres se
acercó, le dio una patada y dijo: “Ya a este lo callamos”.
Un canto que sigue vivo
Los
temas que escribió la pluma de Alí se han caracterizado por ser
premonitorios y hasta proféticos. Un ejemplo de ello es el tema “La
noche del Jabalí”, escrita por el cantor a la nación de Haití y que ha
tomado más vigencia que nunca a raíz del último terremoto que devastó
ese país el pasado 12 de enero de 2010.
Sobre
el día en que Alí escribe esta canción Sol Musset relata: “como yo
siempre le dejaba grabada la emisora que se atrevía a poner sus temas y
se la colocaba apenas llegaba, ese día yo tenía la radio encendida, pero
Alí llegó llorando desesperado, pensé que algún familiar había muerto,
porque apenas pudo hablar me dijo ‘ven, mi amor, tenemos que conversar’.
Desesperado me decía ‘me están matando a mis carajitos, a los
estudiantes, a las amas de casa en Haití y qué estoy haciendo yo por ese
pueblo, ¡qué estoy haciendo!’, me decía sin parar de llorar”, recuerda
Sol.
Los últimos momentos de Alí…llega el 16 de febrero de 1985
El
último concierto de Alí Primera fue en Maracaibo, estado Zulia, el 12
de febrero de 1985, día de la juventud. El 14 de febrero fue a buscar a
Sol que estaba en casa de sus padres para compartir con ella el día de
los enamorados.
El 15 en la mañana
llevó a Sandino, Servando y Florentino a la fiesta de carnaval del
colegio. Esa misma mañana, mientras Sol le acomodaba su cabello, él
quiso cortarse uno de sus rulos para entregárselo a su hija mayor, María
Fernanda, mientras lo hacía pronunció las siguientes palabras: “Toma,
hija, por si acaso algún día tu padre ya no está contigo”. Además, Alí
le dio instrucciones a su esposa de cómo hacer algunas cosas que en casa
que acostumbraba a realizar él.
Al
mediodía hizo una sopa de papas, que era lo único que tenían en casa
porque no había podido cobrar, y con eso quiso alimentar al pequeño Juan
Simón de tres meses. “Nunca se me va a olvidar que encontré a mi esposo
dándole sopa de papa al bebé y le dije que no lo hiciera, porque eso le
iba a caer mal, que yo le daba pecho y, sin embargo, Alí me respondió
‘no has comido bien’. Insistí, diciéndole que había tomado suficiente
agua, pero mi amado cerró aquella conversación con un ‘Déjame hacerlo,
así cuando crezca le dices que su papá le preparó y dio su primer plato
de sopa’”, relata Sol Musset con sus ojos entristecidos.
Alí
Se fue de su apartamento cuando ya eran alrededor de las 7.00 de la
noche, pero vaciló varias veces antes de irse. “Me dijo: ‘vamos a
despertar al carajito (Juan Simón), juego con él un rato y me voy’, pero
no quise porque me lo iba a dejar todo embochinchado y después yo
solita tenía que lograr que se durmiera nuevamente y tenía mucha ropa
para planchar. Sin embargo, me arrepiento de no haberlo dejado hacer lo
que quería, porque lo de la ropa se podía haber hecho después”, confiesa
Sol.
“Ese día lo acompañamos hasta
la puerta. Su niña Maria Fernanda le llevó la guitarra, Sandino el
cuatro, Servando el maletín y yo cargaba entre mis brazos a Florentino”,
precisa.
“Mi vida, te amo. Mis
hijos, los quiero”, con estas palabras Alí primera se marchó de su hogar
y en la madrugada del 16 de febrero de 1985 un fatídico accidente en la
Valle-Coche de Caracas acabó con su vida. Su hermana Mireya relata:
“Por casualidad de la vida, uno de los muchachos que iba en el automóvil
que impactó el carro de Alí era hijo de un amigo de él. A ese joven,
Alí le había regalado el traje de graduación que estaba usando esa
noche. Quien lo iba a imaginar”, manifiesta la hermana del cantor.
Al
momento de su accidente, Alí venía de una sesión de grabación. Después
de su muerte, José Montecano, uno de sus hermanos, también cantante,
músico y compositor, culminó el álbum, el cual fue llamado Por Si No Lo
Sabía.
Hoy, es propicio recordar que
desde que el cuerpo sin vida de Alí fue sacado de las instalaciones del
Alma Mater, lugar donde fue homenajeado en una ceremonia presidida por
el entonces rector Edmundo Chirinos, hasta los pueblitos más recónditos
que pasaron antes de llegar al cementerio, salió todo el pueblo a
despedir a su Alí con claveles rojos en mano, rojos por aquella canción
que grabó el cantor, aún en contra la voluntad de su esposa, la cual
dice: “Cuando tenga los cuatro metros bajo mi tierra liberada, quiero
que mis camaradas me despidan con canciones, flores rojas, puño en alto,
y que me prometan seguir luchando por la alborada, que también es
camarada”.