Usó la carne de una de sus víctimas para hacer empanadas.
Fue el primer asesino serial del cual los venezolanos tuvieron conocimiento.
Cuando
fue capturado y acusado de la desaparición y muerte de varias personas
confesó haber matado a diez, pero las denuncias sobre desaparecidos
hacen creer que en realidad mató y se comió a más de 40 personas en la
ciudad de Táriba, estado Táchira.
Lo llamaron ‘El Comegente’. Desde 1999, fecha en la que fue
capturado, está internado en la Dirección de Seguridad y Orden Público
de Táchira.
La impresionante y aterradora historia de ‘El Comegente’, quien
realmente se llama Dorancel Vargas Gómez, se empezó a conocer en la
prensa de Venezuela en 1995, cuando gracias a la denuncia de un hombre
identificado como Antonio López, se pudo establecer que Dorancel asesinó
y se comió a un hombre de apellidos Baltazar Moreno.
Según portales venezolanos, por ese crimen Vargas permaneció dos años
en el Instituto de Rehabilitación Psiquiatrica de Peribeca. Al cabo de
ese lapso lo dejaron en libertad, creyeron que ya no era un ser
peligroso para la sociedad, pero lo primero que hizo fue buscar al
hombre que lo denunció, lo mató y lo desapareció, al parecer también se
lo comió.
Luego de huir de su humilde vivienda se instaló en San Cristóbal,
ciudad cercana a la frontera con Colombia, en donde se dedicó a la
indigencia, acompañado de Manuel, un amigo que conoció cuando estuvo
internado en el sanatorio.
Los reportes de prensa indican que Dorancel y su acompañante se
instalaron en una zona montañosa, ladera del río Torbes y bajo el puente
El Libertador, (San Cristóbal). Dicen que al parecer la siguiente
víctima de ‘el Comegente’ fue su propio compañero. Al parecer, con él,
luego de cocinarlo, preparó empanadas que degustó por varios días y con
las que alimentó a otros indigentes del sector. Esta versión se la
confirmó el mismo Dorancel al periodista y escritor venezolano Sinar
Alvarado, quien en 2004 lo entrevisto lo en su sitio de reclusión.
Según lo indicaron medios de comunicación, en la entrevista con el
periodista Alvarado, ‘el Comegente’ le indicó, a manera de pregunta:
“¿Usted ha comido peras?, es igual, claro que como gente, cualquiera
puede hacerlo, pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para
evitar el contagio de enfermedades… y sólo me como las partes con
músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas”.
Dorangel Vargas Gómez nació en la región de Caño Zancudo del estado de Mérida, Venezuela,
el 14 de mayo de 1957, proveniente de una familia dedicada a la agricultura.
Un rancho viejo de madera y latas:
Por largo tiempo Dorancel estuvo fuera del radar de las autoridades.
Aunque por aquella época se reportó la desaparición de varias personas
en la ciudad San Cristóbal, en un principio no se sospechó de este
hombre. Los indicios llegaron a comienzos de 1999 cuando un grupo de
jóvenes hallaron, en un parque cercano al puente El Libertador, una olla
en la que había cabezas y pies, partes que el caníbal no se comía.
Las autoridades empezaron a investigar las laderas del puente y
llegaron hasta un rancho viejo hecho de madera y latas. Al ingresar a
ella e inspeccionarla encontraron, según los reportes, objetos y
documentos de algunas de las personas que fueron reportadas como
desaparecidas. En la cocina de aquella ‘choza’ las autoridades
encontraron en una olla vísceras y pedazos de carne cocinadas, también
reportaron el hallazgo de tres cabezas humanas, así como varios pies y
manos. Ese día capturaron a José Dorancel Vargas Gómez.
Ante las autoridades y ante algunos medios de comunicación, entre
ellos RCTV, Dorancel confesó lo que había hecho con sus víctimas. Narran
que con frialdad contó cómo golpeaba con una varilla a las personas
para dejarlas inconscientes. Solo atacaba hombres adultos, obreros,
deportistas o excursionistas que frecuentaban las laderas del Puente El
Libertador. A sus víctimas las preparaba con hierbas exóticas.
Dorancel declaró también que no le gustaban las manos, los pies, ni
las cabezas. Pero que las preparaba en sopas cuando se le acababa la
carne pulpa. “Los órganos y las tripas me las como en pericos”, le dijo
al canal RCTV.
‘El Comegente’ habló siempre de espíritus que lo atormentaban y le
decían algunas cosas que tuvo que hacer. Nunca, según los reportes de
prensa, se arrepintió de lo que hizo. No se le conoció que atacara a
mujeres o menores de edad, confesó a la policía que le gustaba
alimentarse de hombres, bajo el argumento de que estos son más sabrosos,
saben a “marrano salado, un sabor parecido al jamón”. Según el criminal
las mujeres son dulces, algo así como comer flores y dejan el estomago
flojo, como si no se hubiese comido.
Dicen que sus empanadas de carne humana eran ricas:
Una de sus víctimas fue Manuel, su amigo y compañero de la cárcel, a
quien cocinó como relleno de “deliciosas” empanadas, de acuerdo al
testimonio de las personas que lo comieron sin saberlo.
Cuando los oficiales le preguntaron por qué lo mató, Dorangel
respondió: “como era tan buena persona seguro tenía que estar bien
sabroso”. A partir de noviembre de 1998 el “Hannibal Lecter de los
Andes” comenzó a matar personas cada semana.
Cazar y comer:
Dorangel proseguía a descuartizarlos bajo el puente Libertador,
guardaba las partes que él se comía y tiraba las manos, pies y cabezas
en el monte camino a la granja abandonada donde los cocinaba.
Los familiares de las víctimas pronto fueron a la policía para
denunciar a los desaparecidos, pero los oficiales no pudieron hallar
relación entre las víctimas, excepto que muchos de ellos eran hombres
adultos.
Debido a su pobreza, el comegente no contaba con una nevera para
guardar la carne, por lo que mataba a 2 personas por semana para no
padecer hambre.
El 12 de febrero de 1999, un miembro de la Defensa Civil atendió una
llamada de emergencia hecha por dos jóvenes que decían haber encontrado
ollas con restos humanos en el parque 12 de Febrero.
La policía empezó a rastrear las cercanías del puente en busca de más
cuerpos y así se tropezaron con el rancho de un demente. Tras
investigarlo descubrieron varios objetos, ropas, libros, cuadernos y
documentos cuyo origen el dueño de la granja no pudo justificar.
Cuando revisaron la cocina de la pequeña choza, encontraron en los
recipientes carne y vísceras de personas preparadas para el consumo;
además se tropezaron con 3 cabezas humanas, también varias manos y pies.
Su propietario, Dorangel Vargas Gómez, fue arrestado y escoltado por
el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial y la Policía Montada, quienes
lo trasladaron a la comisaría más cercana donde fue interrogado. Para
sorpresa del sargento Gumersindo Chacón, el comegente narró sin
remordimiento todas sus fechorías.
Cocinando personas:
En la comisaría, Dorangel Vargas, de 42 años, confesó que tras vivir
bajo el puente por 11 años, se alimentó de personas que descuartizaba
para después cocinarlas en rústicas ollas. El comegente afirmó que le
gustaba más alimentarse de hombres diciendo: “éstos son más sabrosos,
saben recio como cochino salado, como jamón, da gusto comer un buen
macho; las mujeres son dulces, es como comer flores y te dejan el
estómago flojo, como si no hubieses comido”.
Hoy en día Dorangel Vargas Gómez permanece encerrado en una celda de
la Dirección de Seguridad y Orden Público del estado de Táchira, donde
pasa los días fumando e imaginándose suculentas recetas.
Es el primer asesino en serie venezolano… o al menos el primero en ser capturado.
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