El lenguaje mentiroso es una de las armas más eficaces de las que se
vale la reacción para engañar a las mayorías, en el afán de encubrir sus
intenciones de mantener el sistema de dominación. Bajo el manto de una
supuesta “sociedad civil” se solaparon los conjurados del 11 de abril,
estafaron a buena parte de los venezolanos y venezolanas para hacerlos
partícipes involuntarios de la matanza con la que quisieron justificar
el golpe fascista. Una vez aplastado el complot por el pueblo y los
militares bolivarianos, el término entró en desuso para quienes así se
autonombraron, pues recuerda la contundente derrota, así como el
diabólico entramado mediático que le dio soporte.
Luego de esto, los revolucionarios pasamos a ser “oficialistas” y la
contrarrevolución se convirtió en “oposición.” El que los medios
informativos en manos de la oligarquía hayan acuñado estas palabras en
el uso cotidiano del lenguaje no es cualquier simpleza. Tales
denominaciones nos remiten al superado pacto puntofijista con el que se
alternaron en el gobierno durante cuatro décadas. Cinco años en el
“oficialismo” y cinco en la “oposición”, ese era el mayor cambio posible
en el escenario político adecopeyano. Pero esta vez hay una gran
diferencia, y es que el pueblo bolivariano no se conformará con turnarse
en el manejo del Estado: llegó al gobierno para transformarlo y hacer una revolución. Vemos
entonces como la derecha, gracias a la ayuda de su aparataje
informativo, con el simple uso y resignificación del lenguaje,
tergiversa las grandes metas históricas que nos hemos planteado. A pesar
del revoltillo de egoísmos en que se debate, es un error subestimar la
capacidad de la derecha para avanzar, manipulando las conciencias y
enturbiando nuestro rumbo. Quede claro, somos revolucionarios, que es
diferente y mucho más que ser oficialistas.
Creo necesaria la anterior reflexión para referirme a los llamados
colectivos y a la manera en que la contrarrevolución ha trastornado su
imagen y concepto durante años. Tratan nuestros enemigos, sin importar
el color o vocero de las decenas de factores en que se hallan divididos,
de criminalizar al pueblo revolucionario organizado. En la matriz que
intentan imponer, “colectivo” (igual que “comunal”) es sinónimo de
violencia delincuencial, crímenes, desorden, muerte, terror, ilegalidad…
Precisamente, esas son las palabras que nos vienen a la mente al pensar
en Leopoldo López y los otros alcaldes guarimberos que están siendo
procesados por conspirar contra la paz del país. Justamente lo que se le
imputa, con varios vídeos como prueba, al joven Lorent Enrique Gómez, a
quien tanto defendieron los(as) Capriles, Chúos, Ledezmas, MariCoris y
otros fascistas.
La triquiñuela es propia de los laboratorios mediáticos imperiales.
De atentar contra su pueblo acusaron a Muammar Gadafi, y fueron sus
calumniadores los que propiciaron la bestial invasión genocida en Libia.
La resistencia del pueblo palestino es acusada de terrorista por la
ocupación sionista que ha masacrado a miles de inocentes. Igual en
Siria, con los hoy si reconocidos terroristas del EIIL, que solo
anteayer financiaron y organizaron, llamándolos “Ejército Libre de
Siria.” Del mismo modo, se responsabiliza a los colectivos de cuanto
crimen señala el Código Penal, pero quien más insiste en ello es la
ultraderecha, que hace pocos meses cerró calles, destruyó servicios
públicos y asesinó e hirió a mansalva, con el silencio cómplice de toda
la “oposición democrática”. Se trata de una vieja trampa, muy conocida
en los bajos fondos, en la que el ratero sorprendido birlando la
cartera, acusa escandalosamente a la propia víctima del delito, para
confundir y evitar la acción de la justicia.
Pero, ¿qué es un colectivo? Los colectivos no son esas “hordas
chavistas armadas” de las que tanto habla y tuitea la contrarrevolución.
Los colectivos son grupos de personas organizadas que trabajan para
preservar, hacer efectivos y profundizar los derechos consagrados en la
Constitución. Se dedican a fines muy diversos: ecológicos, feministas,
reivindicación de la diversidad sexual, educativos, culturales,
deportivos, vecinales, recreativos, políticos o de defensa de la patria,
asumiendo su corresponsabilidad constitucional. Pueden estar orientados
por el gobierno, alguno de los partidos que lo apoyan o ser autónomos.
En el año 2002, para debilitarnos y desarrollar la conspiración, como
nuevamente intentan ahora, se criminalizó a los círculos bolivarianos,
llamándolos “círculos del terror”, siendo estos tan solo organizaciones
políticas de base y apoyo popular en la calle, en momentos de permanente
agresión contra el gobierno bolivariano. Recuerdo aquella sentencia
del general traidor Damiani Bustillos (Ministro del Interior de facto de
Carmona), “Tenemos ubicado a Freddy Bernal, jefe de los círculos bolivarianos, lo buscaremos hasta debajo de las piedras.”
De esa manera también se criminalizaba al liderazgo, justificando el
asesinato selectivo de quienes teníamos y tenemos relación permanente
con las bases de la revolución chavista, en la práctica malévola de
tergiversar la actuación o el perfil de un dirigente (o del movimiento
popular), para causar temor o rechazo, destruirlo moralmente y luego
ejecutar su asesinato cuando exista la oportunidad.
En aquel fatídico 2002 del golpe fascista, el paro petrolero y el
paro patronal, los círculos bolivarianos fueron un baluarte en la
defensa pacífica de la revolución, tal como hoy diversos colectivos, en
su gran mayoría, son consecuentes defensores del legado del comandante
Chávez y del gobierno revolucionario del presidente Maduro. Entonces, los colectivos son, en esencia, cualquier expresión del pueblo bolivariano organizado.
Valga un agregado final. No se caracteriza un colectivo, o quien
forme parte de él, por delinquir, infundir temor o atentar contra la
ciudadanía. Todo lo contrario. Lo fundamental en su práctica es la
solidaridad, el respeto a la convivencia y el trabajo permanente por
lograr el fin supremo de la revolución: conciliar el reino de la
libertad con el reino de la necesidad o, para usar palabras del
Libertador, “Producir la mayor suma de felicidad posible.”
Siguenos a traves de nuestro twitter @elparroquiano
Si deseas comunicarte con nosotros ya sea para denunciar, aportar o publicitar con nosotros, escribenos aca: eparroquiano5@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario