(Valencia, 15 de enero.) Dice un dicho
que los ojos son el reflejo del alma, y es que al conversar con el héroe
anónimo que logró salvar tres de las nueve vidas que iban a bordo
del transporte escolar que explotó este martes en Valencia, la frase
cobra certeza. La mirada de José Infante sigue perdida, producto de una trágica escena que, seguramente, no podrá olvidar jamás.
El joven de 24 años contó que aproximadamente a las 7:40 de la mañana de este martes, salió rápido de su casa porque escuchó de algunos vecinos que la Wagoneer roja iba en descenso sin frenos.
La angostas y escasas calles del sector La Manguita, ubicado en
Valencia, son completamente inclinadas. Debido a ello, la camioneta no
pudo ser detenida por Argenis Peraza, de 57 años. El vehículo llevaba una velocidad de casi 100 kilómetros por hora, según relató Infante.
“Yo escuché que no llevaba frenos y los comencé a seguir con mi moto, pero no los pude alcanzar y cuando llegué ya estaba prendida la camioneta”.
En el transporte escolar iba el ahijado de José, a quien el desespero lo invadió por completo y lo “estrujó” para que actuara ante la contingencia.
Señaló que el niño, de doce años, salió rápido de la camioneta porque iba en la parte trasera. Luego,
entre ambos, lograron sacar a dos más, uno de ellos con un fuerte golpe
en la rodilla que después fue atendido quirúrgicamente en la Ciudad
Hospitalaria “Dr. Enrique Tejera”.
José tuvo la intención de rescatar al resto de los escolares, pero el
tiempo se le había adelantado. Los cauchos ya habían explotado y no se esperaba que una segunda explosión le impediría continuar con su heroica labor.
“Cuando le metí la mano para halar a otro niño, la candela me quemó mi brazo y terminó de explotar la camioneta. Le toqué fue los dedos, pero no pude hacer más nada, no pude”, expresó el joven antes de un largo suspiro que delataba su lamento.
Al momento de la segunda explosión, continuó, las personas que se
unieron al rescate improvisado, le echaron tierra a la camioneta para
calmar las llamas. “Ahí me vine a la casa porque entré en shock”.
José Infante posiblemente no pueda aliviar el dolor que siente por no haber podido salvar a otros niños,
pero seguramente será recordado por esta hazaña que no solo dejará una
marca en su brazo derecho, sino en el corazón de quienes hoy lloran la
pérdida de sus pequeños.
La Manguita ha permanecido sola en las últimas horas, el olor a humo que dejó el incendio, sigue intacto en la calle Libertad.
Al igual que los restos de lo que por dos años fue utilizado como
transporte escolar para los estudiantes del colegio Ángel Cervini,
ubicado en Los Nísperos.
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