El asma es una enfermedad que obstaculiza las vías respiratorias desde el interior de los pulmones, es decir, los bronquiolos; lo que produce un ahogo en los pacientes. Tiene múltiples causas
y afecta a unos 300 millones de personas en el mundo, de las que 30
millones viven en Europa. Cuando los ataques se repiten y limitan mucho
la capacidad del afectado, se denomina asma grave. Su control actual es
con medidas de protección (evitar alergias) y fármacos. Pero una nueva
tecnología propone actuar desde dentro de los pulmones, quemándolos para
que pierdan la capacidad de cerrarse.
Los últimos datos sobre esta terapia, llamada termoplastia bronquial,
se presentaron el pasado lunes en Ámsterdam, en el marco del Congreso
Internacional de la Sociedad Respiratoria Europea en una sesión
organizada por Boston Scientific.
Astrid Montreau, de la empresa fabricante, recordó que el estudio AIR2
demostró que con el tratamiento se reducían un 82% los ingresos
hospitalarios de los afectados y un 32% los ataques. Esta diferencia
quiere decir que los brotes que se dan son menores y no requieren ir a
urgencias.
El tratamiento
consiste en introducir un catéter por la nariz o la boca del paciente y
llevarlo dentro de los pulmones, como mostró Robert Niven, del hospital
universitario de Manchester, en una simulación. Una vez se ha llegado al
interior de las vías, la punta del catéter se abre como las patas de
una araña y cada una de esas
extremidades metálicas, tras entrar en contacto con la pared interior
del bronquiolo, emite una radiofrecuencia que quema el tejido
circundante. El efecto se puede comparar a la pérdida de flexibilidad de
la piel en la zona donde hay una cicatriz. Lo que sucede es que en la
pared de las vías respiratorias de una persona con asma, hay una capa,
el tejido muscular liso, más gruesa que lo normal. Con esta descarga se reduce su tamaño, explicó Niven.
Pero el mecanismo no se conoce del todo y Aubier
apuntó que hay varios ensayos en marcha que apuntan a otros posibles
factores. “Parece que también se insensibilizan las terminaciones
nerviosas, lo que reduce el movimiento del músculo liso, y que hay otros
efectos en el epitelio”, explicó.
El proceso tiene varias
pegas. Para empezar, es muy incómodo y, a veces, doloroso para el
paciente. En Reino Unido, explicó Niven, se practica con anestesia local
o sedación, pero Michel Aubier, profesor de Medicina Respiratoria de la
Universidad Denis Diderot de París y uno de los que ha participado en
los estudios de la terapia desde el principio, afirmó que tras
intentarlo con dos pacientes decidieron utilizar anestesia total.
Otra complicación es el
postoperatorio. “Se trata de una terapia muy agresiva”, dijo Niven, y
precisamente una de las reacciones posibles es un ataque de asma. “Y
duele respirar”, explicó Rea, una paciente de 24 años
que se ha sometido al proceso. O, mejor dicho, a los procesos. El
tratamiento se aplica en tres sesiones para llegar a los lóbulos
inferiores pulmonares derecho e izquierdo, y también a los superiores.
“Después de la primera, pensé en abandonar”, admitió Rea. “Para la
tercera pedí anestesia total, y que me aumentaran los calmantes
después”.
Pero este proceso es
transitorio. “A los ocho meses se empiezan a sentir los beneficios”. Rea
los tiene claros. Desde 2013, ha conseguido estar más de un año sin ser
hospitalizada por el asma, cuando antes tenía que ingresar varias veces
cada año. Ha empezado a hacer deporte, y ha adelgazado. También ha
mejorado su vida social. Y toma menos pastillas –la medicación no puede
eliminarse del todo– y sus ataques son menos intensos. “Cuando te da un
grave, sientes literalmente que te estás ahogando. Después de sufrir la
enfermedad desde niña, yo ya sé manejar la situación, pero es
angustioso”, contó. Esos episodios pueden tener un desenlace fatal. Se
calcula que cada año mueren 250.000 personas en el mundo por esta
enfermedad.
El tratamiento tiene
otro inconveniente: su elevado costo. Aunque la representante de la
empresa no quiso dar precios –”dependen de cada país”, argumentó–, Aubier
calculó que en Francia salía por unos 20.000 euros. “Pero la medicación
son unos 30.000 al año. Los estudios indican que es costo eficaz”,
recalcó.
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