martes, 14 de junio de 2016

El “mejor espía del mundo” vivió en Venezuela

Joan o Juan Pujol García, fue un doble agente especial durante la segunda guerra mundial. Para los británicos era Garbo y para los alemanes su nombre clave era Arabel.  Nace en Barcelona, España el 14 de febrero de 1914, en el seno de una familia moderadamente rica. Sus rasgos personales —como su increíble capacidad inventiva y su persistencia— tiene sus raíces en la Guerra Civil de España. Conflicto que no sólo trastocó la vida del joven Pujol, sino que le generó un desprecio profundo por el totalitarismo en general y el nazismo en particular, que lo llevó a actuar.
Decidió convertirse en espía sin saber que, a falta de contactos y experiencia, no tendría mucha suerte en el comienzo. En Madrid se acercó a las autoridades británicas tres veces sin suerte, antes de lograr su cometido por una vía alterna: Convenció a los alemanes de que espiaría para ellos y, una vez con su confianza en el bolsillo, buscó cómo volverse un agente doble.
Formación de un espía
Los alemanes le dieron un curso rápido de espionaje con las instrucciones de trabajar en Reino Unido. Pero Pujol no viajó a las Islas Británicas, sino que se asentó en Portugal. Desde allá comenzó a enviarles mensajes que pretendían ser reales, pero que en realidad estaban creados con ayuda de revistas, almanaques y libros de referencia que encontraba en una biblioteca. También comenzó a crear su red ficticia de espías. En 1942 los ingleses decidieron finalmente reclutarlo para que les ayudara en algunas de las operaciones más importantes de la guerra.
Con ayuda de Tomás Harris, un oficial británico que hablaba español, Garbo inventó al menos 27 espías ficticios para engañar a los alemanes, cada uno con una historia personal elaborada: Un sargento estadounidense, un venezolano en Escocia y un nacionalista galés.
Estos personajes irreales resultaron fundamentales para que los alemanes no sospecharan de Pujol. Él, por supuesto, no iba a darles información real. Lo que hizo fue proporcionarles información correcta, que sin embargo llegaba demasiado tarde para que pudieran actuar. La culpa recaía entonces en los mensajeros, sus espías falsos.
Día D
Haciendo creer a los alemanes que el verdadero gran desembarco en Europa no era el que iba a producirse en Normandía, sino en unas playas más al norte: “Mi red tenía que suministrar con antelación a Hitler que el desembarco aliado se producirá por Pas de Calais, en la costa francesa más próxima al Reino Unido, e irá precedido de un amago de desembarco por Normandía que será una maniobra de diversión con cierto empaque.” Afirma Joan en una entrevista en 1984.
Su versión fue tan convincente, que llegó a ser condecorado por los nazis con la Cruz de Hierro y por los británicos con la Orden del Imperio Británico.
Destino Venezuela
Al final de la guerra y con los temores de ser descubierto o de que los nazis sobrevivientes pudieran perseguirlo, decidió desaparecer. Lo hizo muy a su estilo: Fingió su propia muerte en Angola por malaria. Tras sus pasos: Una esposa y tres hijos españoles, que se creyeron huérfanos por casi tres décadas.
Sin dejar de temer jamás una represalia nazi huyó de las ciudades congestionadas. Aterrizaría en un campamento petrolero del occidente del país, Venezuela: Lagunillas, se convirtió en su nuevo hogar.
Allí, entre obreros petroleros, migrados en búsqueda del oro negro, fundó “La casa del regalo”. El señor Juan -como lo llamaban- vendía en su tienda: lápices, cuadernos, hojas de papel, tijeras y todos los utensilios de oficina. Era una especie de benefactor. Fue el primero en ofrecer a los obreros, la posibilidad de comprar lo necesario para que sus hijos iniciaran cada año escolar y que luego lo pagaran por cuotas.
La última despedida
Cuando casi todos lo creían muerto, reapareció en 1984. Tuvo una audiencia con el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, y viajó a Normandía para el aniversario 40 del desembarco. Luego de recibir la gloria de la que debió ocultarse gran parte de su vida, la muerte la alcanzó el 10 de octubre de 1988 en la capital venezolana.
Su cuerpo, tal y como lo había pedido, fue inhumado en Choroní. En ese pueblo de pescadores y afrodescendientes que besa las costas del mar. Su lápida es simple, sin ninguna espectacularidad: “Juan Pujol García (14-02-12 / 10-10-88). Recuerdo de su Esposa, Hijos y Nietos”. Quizá esa tumba sea su último engaño.





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