Joan o
Juan Pujol García, fue un doble agente especial durante la segunda
guerra mundial. Para los británicos era Garbo y para los alemanes su
nombre clave era Arabel. Nace en Barcelona, España el 14 de febrero de
1914, en el seno de una familia moderadamente rica. Sus rasgos
personales —como su increíble capacidad inventiva y su persistencia—
tiene sus raíces en la Guerra Civil de España. Conflicto que no sólo
trastocó la vida del joven Pujol, sino que le generó un desprecio
profundo por el totalitarismo en general y el nazismo en particular, que
lo llevó a actuar.
Decidió
convertirse en espía sin saber que, a falta de contactos y experiencia,
no tendría mucha suerte en el comienzo. En Madrid se acercó a las
autoridades británicas tres veces sin suerte, antes de lograr su
cometido por una vía alterna: Convenció a los alemanes de que espiaría
para ellos y, una vez con su confianza en el bolsillo, buscó cómo
volverse un agente doble.
Formación de un espía
Los
alemanes le dieron un curso rápido de espionaje con las instrucciones de
trabajar en Reino Unido. Pero Pujol no viajó a las Islas Británicas,
sino que se asentó en Portugal. Desde allá comenzó a enviarles mensajes
que pretendían ser reales, pero que en realidad estaban creados con
ayuda de revistas, almanaques y libros de referencia que encontraba en
una biblioteca. También comenzó a crear su red ficticia de espías. En
1942 los ingleses decidieron finalmente reclutarlo para que les ayudara
en algunas de las operaciones más importantes de la guerra.
Con ayuda de Tomás Harris, un oficial
británico que hablaba español, Garbo inventó al menos 27 espías
ficticios para engañar a los alemanes, cada uno con una historia
personal elaborada: Un sargento estadounidense, un venezolano en Escocia
y un nacionalista galés.
Estos personajes irreales resultaron
fundamentales para que los alemanes no sospecharan de Pujol. Él, por
supuesto, no iba a darles información real. Lo que hizo fue
proporcionarles información correcta, que sin embargo llegaba demasiado
tarde para que pudieran actuar. La culpa recaía entonces en los
mensajeros, sus espías falsos.
Día D
Haciendo creer a los alemanes que el
verdadero gran desembarco en Europa no era el que iba a producirse en
Normandía, sino en unas playas más al norte: “Mi red tenía
que suministrar con antelación a Hitler que el desembarco aliado se
producirá por Pas de Calais, en la costa francesa más próxima al Reino
Unido, e irá precedido de un amago de desembarco por Normandía que será
una maniobra de diversión con cierto empaque.” Afirma Joan en una entrevista en 1984.
Su versión fue tan convincente, que
llegó a ser condecorado por los nazis con la Cruz de Hierro y por los
británicos con la Orden del Imperio Británico.
Destino Venezuela
Al final de la guerra y con los
temores de ser descubierto o de que los nazis sobrevivientes pudieran
perseguirlo, decidió desaparecer. Lo hizo muy a su estilo: Fingió su
propia muerte en Angola por malaria. Tras sus pasos: Una esposa y tres
hijos españoles, que se creyeron huérfanos por casi tres décadas.
Sin dejar de temer jamás una
represalia nazi huyó de las ciudades congestionadas. Aterrizaría en un
campamento petrolero del occidente del país, Venezuela: Lagunillas, se
convirtió en su nuevo hogar.
Allí, entre obreros petroleros, migrados en búsqueda del oro negro, fundó “La casa del regalo”.
El señor Juan -como lo llamaban- vendía en su tienda: lápices,
cuadernos, hojas de papel, tijeras y todos los utensilios de oficina.
Era una especie de benefactor. Fue el primero en ofrecer a los obreros,
la posibilidad de comprar lo necesario para que sus hijos iniciaran cada
año escolar y que luego lo pagaran por cuotas.
La última despedida
Cuando casi todos lo creían muerto,
reapareció en 1984. Tuvo una audiencia con el príncipe Felipe, duque de
Edimburgo, y viajó a Normandía para el aniversario 40 del desembarco.
Luego de recibir la gloria de la que debió ocultarse gran parte de su
vida, la muerte la alcanzó el 10 de octubre de 1988 en la capital
venezolana.
Su cuerpo, tal y como lo había pedido,
fue inhumado en Choroní. En ese pueblo de pescadores y
afrodescendientes que besa las costas del mar. Su lápida es simple, sin
ninguna espectacularidad: “Juan Pujol García (14-02-12 / 10-10-88).
Recuerdo de su Esposa, Hijos y Nietos”. Quizá esa tumba sea su último
engaño.
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