Sueros de
pacientes con hepatitis y VIH son conservados a bajas temperaturas en el
Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
Silentes, pero mortales. Así pueden atacar los virus de
inmunodeficiencia humana (VIH) y la hepatitis en sus diferentes tipos y
subtipos, demostrando una vez más por qué ocupan los primeros lugares de la
lista de enfermedades de notificación o declaración obligatoria establecidas
por la Organización de Mundial de la Salud (OMS) y adoptadas por los Estados,
incluyendo a Venezuela.
Cada virus tiene su propia
estrategia ofensiva. El VIH actúa con discreción, destruyendo las células
inmunitarias hasta reducir la capacidad del individuo para defenderse. El
proceso se complica cuando el organismo no puede resistir las constantes
agresiones y surge el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
La hepatitis también es
sigilosa, pero dirige su embestida hacia un solo lugar: el hígado. La inflamación
aguda de este órgano puede ser asintomática y venir acompañada de ictericia,
orina oscura, fatiga intensa, náuseas, vómitos y dolor abdominal. En su fase crónica, puede ocasionar cirrosis hepática y
cáncer.
Tener a la mano una “viruteca”
con los registros históricos de esas patologías y sus características más
relevantes, es una oportunidad que ha sabido aprovechar el Laboratorio de
Virología Molecular, adscrito al Centro de Microbiología y Biología Celular,
del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Allí se
mantienen refrigerados centenares de sueros de pacientes con VIH y hepatitis a
temperaturas que oscilan entre -20ºC y -70ºC.
Aunque los bancos de sueros no
cumplen los criterios clásicos de una colección biológica, también forman parte
de la biodiversidad viral. “Tenemos una colección dinámica que se actualiza con
la incorporación de nuevos sueros y a la cual le hemos descifrado una parte
significativa de su código genético” informó la Dra. Flor Pujol, jefa del
Laboratorio de Virología Molecular del IVIC. La información genética resultante
de dichos sueros es depositada en GenBank, la base de datos de
secuencias de ácido desoxirribonucleico (ADN) de los National Institutes of
Health de Estados Unidos, a la cual se puede acceder gratuitamente.
Vísceras y seropositivos
Se conocen cinco tipos de
hepatitis: A, B, C, D y E; todos afectan al hígado pero lo hacen a su manera.
Las A y E son adquiridas por el consumo de agua o alimentos contaminados,
mientras que las B, C y D suelen producirse por el contacto con humores
corporales infectados.
Desde 1990 se conservan sueros
de virus de hepatitis en el IVIC, en su mayoría de los tipos B y C por ser los
más comunes. La hepatitis B tiene diferentes genotipos o subtipos, siendo el F
autóctono de la parte norte de Suramérica y el más extendido en nuestro país,
según estudios realizados por Pujol en comunidades indígenas de los estados
Amazonas, Delta Amacuro, Zulia y otras localidades. En cambio, el virus de la
hepatitis C es importado de África; ingresó al continente por el tráfico de
esclavos y sigue creciendo a pesar de las pesquisas sanitarias. “No todos los
países han sido estudiados, pero la evidencia sugiere que el origen es
africano” puntualizó.
Del VIH se han descrito dos variantes: 1 y 2. El VIH-1 es el
subtipo responsable de la pandemia, quizás por su rápida variabilidad genética.
El VIH-2, por su parte, es endémico del África Oriental y es menos agresivo;
sin embargo, ambos producen SIDA. Según Pujol, en Venezuela circula mayoritariamente
el subtipo B del VIH-1 y no existen recombinantes o formas genéticas más
complejas como en Brasil, Argentina o Cuba. A su juicio, la ruta más probable
de transmisión del virus en las Américas haya sido África-Haití-Estados Unidos,
siendo el mestizaje el sospechoso número uno de la introducción del virus en
territorio venezolano.
Los sueros de VIH preservados en el IVIC datan del año 2003 hasta
la actualidad y corresponden a pacientes venezolanos y amerindios
seropositivos, estos últimos en menor proporción, informó el Dr. Héctor Rangel,
investigador del Laboratorio de Virología Molecular del IVIC. Dichas muestras
son identificadas con el nombre del individuo pero reciben un número para
garantizar el anonimato del donante.
“Con esa información almacenada se pueden hacer estudios
evolutivos del VIH en Venezuela, determinar los períodos de introducción de la
infección en una zona o en todo el país, saber si la epidemia está en fase
exponencial o si se ha estabilizado, entre otros análisis filogenéticos.
Además, sirven como referencia del estatus del virus en el mismo paciente
durante un tiempo dado para constatar si ha respondido adecuadamente al
tratamiento” dijo.
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