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martes, 14 de abril de 2020

Lentitud, prepotencia, privatización y descoordinación: EEUU es el país con más muertos por COVID-19 en el mundo

Estados Unidos se ha convertido en el centro de tragedia de la COVID-19 en el mundo: desde el pasado fin de semana, es el país con mayor número de muertes atribuidas a la enfermedad, publica BBC.
El país había informado de más de 22.100 fallecimientos y de 558.000 casos diagnosticados hasta este lunes 13 de abril, según datos de la Universidad Johns Hopkins. Más que países como Italia o España, los más afectados después de China, donde apareció el virus.
En los cuatro últimos días se registraron unas 2.000 muertes diarias, la mayoría en la ciudad de Nueva York y alrededores, si bien los expertos consideran que la cifra real puede ser superior ya que se han excluido de las estadísticas oficiales las muertes en hogares, según la agencia Reuters.
"Nos estamos acercando al pico ahora mismo", señaló el director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) este lunes en el programa Today de la cadena estadounidense NBC.
Aquí las cuatro claves que, según los especialistas en salud pública, epidemiólogos y analistas, llevaron a Estados Unidos a estar detrás de esta compleja situación.

Lentitud de la Casa Blanca

Si en algo se ponen de acuerdo los especialistas es en que Estados Unidos tenía que haber tomado medidas más serias y amplias mucho antes de que lo hiciera. El propio equipo de la Casa Blanca al frente de la lucha contra la COVID-19 reconoció esos errores.
El doctor Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU. y quien representa una de las caras más visibles del equipo de respuesta del país a la pandemia, admitió que "nadie negará" que medidas de mitigación tempranas podrían haber salvado vidas.
Estados Unidos informó de su primer caso el 21 de enero y 10 días después el gobierno tomó la primera medida de peso, al decretar la prohibición de entrada a EE.UU. de extranjeros que hubieran visitado China en los últimos 14 días.
Pese a que los expertos valoran la acción, critican que no fuera acompañada de otras medidas para preparar al país. Entre otras cosas, el gobierno no recomendó a la ciudadanía cumplir con normas de distanciamiento social hasta mediados de marzo.
A ello se sumaron las polémicas y contradictorias declaraciones por parte del presidente, que llegó a comparar la COVID-19 con una "gripe", asegurar que el virus se pasaría con "el calor" como "si fuera un milagro" e insistir en que el país lo tenía todo controlado.
Recientemente, y preguntado por sus declaraciones, Trump dijo que quería ser optimista y no alarmar a la población.
El diario The New York Times publicó el 11 de abril una investigación sobre las alertas que Fauci y otros funcionarios trasladaron a la Casa Blanca insistiendo que se tomaran medidas más agresivas ya desde finales de febrero.

Preguntado por ello, Fauci explicó en la cadena CNN que "a menudo, esas recomendaciones son llevadas a la práctica. Algunas veces, no. Pero es lo que es, estamos donde estamos ahora".

"Lo que se tiene en cuenta al tomar esas decisiones es complicado", señaló. "Había mucha presión contra cerrar las cosas por aquel entones".

Problemas con los tests

Los problemas que se registraron en Estados Unidos con los tests de la COVID-19 también dificultaron la batalla del país al principio.
Pruebas defectuosas que tuvieron que ser cambiadas o el limitado acceso a los exámenes estuvieron entre los problemas destacados por los especialistas, que retrasaron la respuesta de la primera potencia mundial al avance de la enfermedad, como explicamos en profundidad en este reportaje en marzo:
"Gran parte de la culpa de la situación se debe al retraso en las pruebas en Estados Unidos. Estábamos al margen, viendo cómo la pandemia se desarrollaba, sin capacidad para hacer tests e identificar casos antes. Y eso resultó en la propagación masiva de COVID-19 por todo Estados Unidos", consideró en declaraciones a BBC Mundo Thomas Tsai, cirujano e investigador de políticas de salud en Harvard, a principios de mes.
El problema comenzó cuando los CDC decidieron que serían ellos quienes fabricarían los dispositivos para examinar a los posibles enfermos, recordaba Krys Johnson, profesora de Epidemiología de la Universidad de Temple (EE.UU.).
"El resultado fue que cuando comenzaron a enviar los kits de las pruebas a los estados se encontró que no funcionaban bien, estaban defectuosos y tuvieron que cambiarlos. Fue un proceso que demoró y por tanto, gran parte de los estados no pudo comenzar a hacer estas pruebas hasta hace muy poco", señaló a BBC Mundo a mediados de marzo.
Durante más de un mes, cada estado debía enviar las muestras de posibles contagios por correo postal a la sede de los CDC en Atlanta, los únicos autorizados para realizar las pruebas.
Las complicaciones no acabaron con la distribución de los kits de los exámenes, pues a ello se sumó el difícil acceso a éstos, incluso siendo parte de un grupo sospechoso.
Con el tiempo, la situación cambió y para mediados de marzo, el número de tests que se realizaban cada día en el país estaba creciendo exponencialmente, según el diario The Washington Post, que cita estadísticas de The COVID Tracking Project.
De media, durante los últimos siete días, Estados Unidos realizó diariamente unos 147.000 nuevos tests.

El sistema de salud

El sistema sanitario en Estados Unidos, en su mayoría basado en seguros privados, complica la situación en un momento en el que se necesita identificar los casos de COVID-19 de manera temprana para contener la propagación, según los epidemiólogos consultados por BBC Mundo.
La falta de cobertura sanitaria es un problema persistente y en este momento se vuelve más crucial: en 2018, 27,5 millones de personas no tenían seguro en ningún momento del año, según datos de la Oficina del Censo, que reflejaron un aumento sobre el año anterior.
Ello provoca que algunas de estas personas eviten acudir a un médico en caso de contagio: una consulta para alguien que no tiene seguro puede llegar a costar cientos de dólares.
"No he ido al médico desde 2013. Cuando multiplicas mi situación por 27,5 millones, el panorama es aterrador", escribía Carl Gibson, un periodista estadounidense de 32 años, en una columna de opinión en el diario The Guardian el pasado mes de febrero.
Los inmigrantes indocumentados, unos 11 millones, también suelen evitar buscar atención médica y eso aumenta los riesgos.
"Siendo indocumentado es difícil tener acceso a asistencia médica. Siempre tienes presente el hecho de que tu nombre aparezca en el sistema legal al acudir a un centro médico, y eso conlleva el riesgo de la deportación", cuenta a la BBC Sebastian, quien ha vivido en el país desde los 3 años, cuando sus padres le trajeron de México.
Pero no solo se presentan problemas con aquellos que no están cubiertos, también aquellos con seguros o con los llamados "seguros insuficientes", con una cobertura básica que solo cubre una pequeña fracción del coste de la consulta o tratamiento.
"Durante la temporada de gripe, nos enfermamos mucho, pero llevar a mis hijos a ver al pediatra cuesta US$100 cada vista solo para un chequeo", explicó Lisa Rubio, de 28 años, quien tiene uno de estos seguros a través de su empleador.
Estas fallas sistémicas también se pusieron al descubierto en otras crisis sanitarias, como con los grandes números de personas con VIH sin diagnosticar, que agravaron la situación, según el doctor Grivois-Shah.
"No he visto nada que indique que será diferente con el coronavirus", dijo a la BBC Grivois-Shah, director de una clínica de salud móvil, gestionada a través de donaciones benéficas.
A todo ello, se suma el hecho de que no existe ningún requisito para los empleadores en Estados Unidos de ofrecer días de baja por enfermedad pagados.

Descoordinación de los 50 estados

La diferente situación por estados en el país se ha puesto de relieve en medio de la pandemia de coronavirus.
Ante lo que muchos analistas consideran una falta de liderazgo por parte de la Casa Blanca, los gobernadores tomaron las riendas.
Mientras algunos estados impusieron restricciones en una fecha temprana y declararon el estado de alarma adelantándose a la explosión de casos, otros territorios optaron por no hacerlo, lo que, a juicio de los expertos consultados por BBC Mundo, pudo haber contribuido también a la escalada de contagios.
California es uno de los ejemplos de éxito destacados por los especialistas en salud pública, con solo 330 muertes de las más de 22.000 registradas hasta este lunes, siempre según la Universidad Johns Hopkins.
A pesar de que el país posee agencias nacionales como los CDC, cada estado cuenta con su propia infraestructura sanitaria pública y "parte del desafío se produce cuando no hay una estrategia nacional coordinada en el país y cada uno de los estados debe pensar en una estrategia de manera individual", apuntaba el experto de Harvard Thomas Tsai, a principios de este mes.
Hasta este sábado, todos los estados ya habían declarado la alarma por la COVID-19.
Nueva York, entre todos, es el que peor sale parado hasta este 13 de abril, con más de 180.000 casos de los 530.000 registrados en el país.
El gobernador Andrew Cuomo, no obstante, dijo el sábado que el número de muertes parecía estar estabilizándose.
Tras anunciar 783 muertes en las últimas 24 horas, Cuomo señaló que las cifras habían sido parecidas los últimos días.
"No es la cifra más alta, y se puede ver que el número está como estabilizándose pero lo está haciendo a una tasa horrible", manifestó.
"Son números inconcebibles, que representan un dolor y una pérdida increíble".


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