Uno de los impactos sociales de mayor valor en esta investigación consiste en evaluar mecanismos de transmisión menos usuales para estos virus. El proyecto arrojó la importancia de aplicar pruebas de diagnóstico más sensibles y específicas como la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR) para confirmar los resultados obtenidos por serología
(16/06/2010).- Los pueblos originarios de Amazonas, -piaroa y yanomami- fortalecieron las estrategias de control de los virus de hepatitis B, C y D y la formación para la prevención de éstos por medio de una investigación propulsada y respaldada por el Gobierno Bolivariano, mediante el Ministerio del Poder popular para Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias (MCTI) que permitió el conocimiento de las características epidemiológicas de las zonas.
El proyecto arrojó resultados muy valiosos al campo de la epidemiología y el estudio de la alta prevalencia para la infección por virus de hepatitis B y C en poblaciones indígenas venezolanas, en concordancia con la política de salud pública del Gobierno Bolivariano que contempla un enfoque intercultural que garantice el disfrute de sus derechos y la equidad de oportunidades para mejorar sus condiciones materiales de vida.
La responsable de la investigación, Flor Pujol, jefa del Laboratorio de Virología Molecular del Centro de Microbiología y Biología Celular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic), explicó que el proyecto tuvo como objetivo estudiar los virus de hepatitis B, C y D, ya que se trata de los más severos y se transmiten por la vía parenteral, por transfusiones sexuales y sanguíneas.
La población indígena piaroa -abordada en esta investigación- está ubicada en las zonas de Alto Cuao, Alto Autana y Eje Carretero Sur, mientras que la etnia yanomami estudiada, habita el Alto Orinoco y Siapa, indicó la bióloga que direccionó el estudio respaldado por el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Fonacit).
Vías de control
Uno de los impactos sociales de mayor valor en esta investigación consiste en evaluar mecanismos de transmisión menos usuales para estos virus, afirmó Pujol, especialista en virología, quien destacó la importancia de aplicar pruebas de diagnóstico más sensibles y específicas como la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR) para confirmar los resultados obtenidos por serología.
“Esta información ayudará a la elaboración de estrategias de prevención y control de estas infecciones virales, contribuyendo, de igual forma, a mejorar la calidad de vida de las comunidades indígenas”, explicó la especialista.
Los logros alcanzados profundizan, además, la caracterización molecular de los aislados del virus de hepatitis B (VHB) en infecciones ocultas y en pacientes inmunosuprimidos, es decir, inhibidos de uno o más componentes del sistema inmunitario, y en la evaluación de mutantes en respuesta al tratamiento con lamivudina.
“Esto pudiera contribuir a predecir la respuesta terapéutica a los agentes antivirales a ser utilizados durante la evolución de la infección crónica por el VHB”, precisó Pujol.
Otro alcance del estudio fue la conclusión de que la variante genética del VHB, el genotipo F, determinado a partir del análisis filogenético de secuencias genómicas completas, es predominante en Venezuela, particularmente en poblaciones originarias, dijo Pujol.
La prevalencia de estos genotipos a nivel mundial sigue una distribución geográfica característica, que en términos generales se mantiene a pesar de los movimientos poblaciones masivos de los últimos años. Los genotipos F y H se consideran autóctonos de poblaciones nativas americanas y, actualmente, se los puede localizar en América Central y del Sur.
La investigación abre las puertas para establecer posibles asociaciones entre frecuencia y velocidad de aparición de ciertas mutaciones con el genotipo viral circulante, por medio del análisis de un mayor número de pacientes.
Otro hecho importante observado fue la presencia de muchos falsos positivos, según el análisis serológico realizado a las muestras. Los investigadores sugieren la revisión de los estuches de diagnósticos y otros procedimientos experimentales para el procesamiento de muestras biológicas analizadas, a fin de obtener resultados confiables.
Se trata de un hallazgo importante en el aspecto técnico, porque los “estuches de diagnósticos que funcionan bien en población criolla, en Estados Unidos y en Europa, pueden funcionar mal en población originaria; dan falsos positivos, cruzan”, precisó Pujol en tanto que exhortó a ser muy cuidadoso, porque se pudiera estar diagnosticando 25% de prevalencia de hepatitis C en una comunidad y es falso.
Otro avance interesante que encontramos es la infección oculta del virus hepatitis B, detectadas con el análisis molecular.
En este proyecto participa el Ivic desde su experiencia en virología molecular, la Universidad Central de Venezuela (UCV) y el Centro Amazónico de Investigación y Control de Enfermedades Tropicales (Caicet), responsable de la parte de epidemiología de estas comunidades.
“Este ha sido el esfuerzo más grande en la zona amazónica”, destacó la científica venezolana. En todo Amazonas han estado sometidos a “exitosas campañas de vacunación contra la hepatitis B, gracias a la efectividad de la vacuna”, añadió tras evaluar si esta campaña de vacunación había sido exitosa.
Factores de riesgo
Definir los factores de riesgos para comunicárselos a la comunidad es la última fase de la investigación, precisamente en ese estatus se encuentra el proyecto en la actualidad.
En este sentido, por el Caicet participa un grupo de antropólogos para tratar de evaluar las vías de transmisión, características y la genealogía de estas poblaciones y cómo las costumbres y hábitos étnicos podrían estar influenciando la mayor o menor transmisión de estos virus.
“Aún evaluamos los factores de riesgos pero está claro que la población piaroa adquiere más tardíamente la infección que la población yanomami”, explicó Pujol, al tiempo que atribuyó este resultado a los hábitos y condiciones sanitarias que favorecen más la transmisión en los yanomami que en los piaroa.
Estas comunidades la comprenden 150 individuos aproximadamente, que tienen costumbres que podrían favorecer la transmisión viral. Una de ellas es las madres sustitutas, donde todas las hermanas de la madre son madres potenciales y los hermanos del padre son padres potenciales. No está demostrado que el amamantamiento favorezca la transmisión de estos virus pero sí algunos contactos cercanos.
Los pueblos originarios tienen mucha hepatitis B y, eventualmente, pueden tener D. A través de la investigación “se confirmó que la hepatitis C es como el VIH en nuestro continente; es un producto de importación, que no ha entrado, no ha penetrado demasiado en las comunidades originarias”.
Por el contrario, el genotipo F de la hepatitis B sí está implantado desde hace muchos años. Es un virus autóctono, con un genotipo, una variante viral, distinta a la que circula en Europa, en Norteamérica, Asia y África, detalló la investigadora.
Los infectados en población adulta alcanzan el 53% en los piaroa y el 70% en los yanomami, lo que calificó Pujol de significativo, “considerando el mismo tipo de hábitat, un mismo tipo de conducta y espacios geográficos y exposición en general”.
“No todos están infectados; algunos se curan, siendo las prevalencias de infección activas entre 6 y 10%”, expuso.
El proyecto ha sobrellevado las dificultades de trabajar con estas poblaciones originarias, como el acceso, la logística y aspectos bioéticos; lo cual resultó productivo, porque se logró la comprensión de las poblaciones participantes acerca de los potenciales beneficios.
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