Hay acontecimientos que tienen tanta trascendencia para una nación que no se puede hablar o escribir sobre estos con indiferencia, como lo mencionó el escritor criollo Eduardo Blanco, autor de Venezuela Heroica.
Uno de esos hitos que refulgen en la historia nacional es la batalla de La Victoria, sucedida el 12 de febrero de 1814.
Hace 198 años exactamente eran tiempos de dificultades para los patriotas que pregonaban la independencia de España. La Segunda República se tambaleaba ante un sismo con nombre y apellido: José Tomás Boves. Asturiano de nacimiento, el Jaguar de las Pampas, como lo llamaban algunos, puso en jaque al proyecto de emancipación con su Legión Infernal, que desde el llano arrasó con las tropas republicanas.
“Suelta la rienda, hambrientos de botín y venganza, impetuosos como una ráfaga de tempestad, ocho mil llaneros comandados por Boves hacen temblar la tierra bajo los cascos de sus caballos que galopan veloces hacia el centro del territorio defendido por el Libertador”, escribió Blanco, según el libro Batalla de La Victoria.
Derrota dolorosa
En febrero de 1814, Bolívar ordenó al teniente coronel Vicente Campo Elías hacer frente al avance de Boves. Su misión era interceptarlo con más de dos mil jinetes en La Puerta, actual estado Guárico, para bloquear su acceso a los valles de Aragua.
Sin embargo, la empresa fue desastrosa. El 3 de febrero, las tropas del oficial patriota cayeron ante el filo de los machetes de la Legión Infernal. Los pocos que quedaron con vida se retiraron hasta La Cabrera.
Aquel revés debilitó aún más la Segunda República porque las tropas de Campo Elías eran parte importante del Ejército patriota y la pérdida de la posición en La Puerta dejó el flanco abierto para el avance de los realistas.
Tras su victoria, la Legión Infernal se dividió en dos columnas para avanzar hacia Caracas y acabar con Bolívar: una iría por los Valles del Tuy, dirigida por Francisco Rosete, y la otra por La Victoria, encabezada por Francisco Tomás Morales.
En cuanto a Boves, éste decidió quedarse en Villa de Cura con un destacamento de reserva.
Mientras todo eso ocurría, el general José Félix Ribas empezó a movilizarse en Caracas para reclutar hombres. Así llegó al seminario Santa Rosa y a la universidad, lugares en los que arengó a los estudiantes a participar en el conflicto armado contra Boves.
Aunque no se conoce a ciencia cierta si los jóvenes accedieron voluntariamente o lo hicieron por la obligación de alistamiento que existía en la época, cerca de 700 adolescentes y jóvenes acompañaron al oficial en su marcha hacia los valles aragüeños.
El 10 de febrero llegó Ribas a La Victoria. Desde ese mismo día comenzó a preparar el lugar para la defensa. En total, el oficial patriota sumó para la batalla cerca de mil 500 personas, entre jóvenes, hombres y mujeres. Algunos de los cuales se le unieron en el camino desde Caracas y otros habitantes de esa localidad aragüeña que se quedaron a luchar.
Resistencia gloriosa
Cerca de las ocho de la mañana del 12 de febrero empezaron a sonar los fusiles. Una de las columnas del Ejército de Boves, encabezado por Morales, abrió fuego contra los patriotas.
Los realistas sitiaron el pueblo. Tomaron posiciones clave en el Norte (El Calvario), en el Sur (El Pantanero) y en el Oeste (Río Aragua).
Los republicanos se atrincheraron. Guiados por Ribas convirtieron la Plaza Mayor de La Victoria en una verdadera fortaleza. A balazo limpio de fusil y de metralla de artillería mantuvieron a raya a la Legión Infernal.
“Nueve veces cargó la caballería enemiga y otras tantas fue rechazada con energía (…) Morales, enceguecido por su ignorancia táctica y por su sed de sangre, no podía darse cuenta de esta circunstancia”, escribió el historiador Héctor Bencomo Barrios sobre la justa en el libro El general en jefe José Félix Ribas.
En ese vaivén, el combate se prologó por ocho horas y media, en las que las valientes e inexpertas tropas de Ribas aguantaron el asedio de Morales. En el fragor de la batalla aún resuena la proclama del general: “En esta jornada que ha de ser memorable, ni aún podemos optar entre vencer o morir: necesario es vencer. ¡Viva la República!”
La luz de Campo Elías
Cerca de las 4:30 pm, después de muchas pérdidas en ambos bandos, apareció una luz en el horizonte, por el camino de San Mateo. Ese haz refulgente no fue producto del atardecer aragüeño: “Aquel auxiliar inesperado es Campo Elías, el héroe de (la batalla) Mosquiteros, el vencido en La Puerta; pero a pesar de este fracaso, una de las espadas de mejor temple en el torneo sangriento que se llamó la guerra a muerte”, escribió Blanco.
Al ver a su compañero republicano, Ribas ordenó a Mariano Montilla que con 150 hombres abriera una brecha para facilitar el avance de Campo Elías. El oficial cumplió su cometido.
La unión de las tropas de Campo Elías a las fuerzas sitiadas en La Victoria permitió a los republicanos lanzar un contraataque que los soldados de Morales no pudieron resistir. En desorden, los realistas se vieron en la obligación de huir perseguidos por los patriotas.
Fue así como concluyó aquella gloriosa batalla. Vaya si el destino fue justo en sus designios al tramar que sucediera en La Victoria. Pues eso fue. Una victoria gloriosa que, aunque sólo pudo retrasar brevemente el avance de las hordas de Boves (que finalmente disolvieron la Segunda República), atizó el orgullo de los republicanos y demostró la valentía de un grupo de jóvenes que se colocaron a la altura del compromiso que se les requirió.
Por esa razón, los 12 de febrero se celebra en el territorio venezolano el Día de la Juventud. Por eso vale escribir aquí: ¡Honor a todos los mártires de La Victoria, quienes entre vencer o morir decidieron vencer!
Proclama de Bolívar
Al día siguiente de la Batalla de La Victoria, Simón Bolívar alabó la labor de quienes participaron en el conflicto. En una proclama hecha en el Cuartel de Valencia, el Libertador dijo a sus soldados “Vosotros en quienes el amor a la patria es superior a todos los sentimientos, habéis ganado ayer la palma del triunfo, elevando al último grado de gloria a esta patria privilegiada que ha podido inspirar el heroísmo en vuestras almas”.
En ese mismo manifiesto, Bolívar calificó al general José Félix Ribas como el Vencedor de los tiranos en La Victoria; hombre “sobre quien la adversidad no puede nada”.
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