“No hay ambiente más salvaje que el de una familia”, decía el pensador
canadiense Marshall McLuhan en una entrevista de los años 70. No siempre
es así, pero muchas familias suelen vivir situaciones tensas, agresivas
e insanas, cuando debería ser todo lo contrario.
Lo cierto es que llevarse mal con la familia le resta bienestar al individuo.
Estresa, llena de amargura, envenena el alma. Sin
embargo, la buena noticia es que se puede trabajar para evitar
situaciones así o, en todo caso, buscar mejorarlas.
Según Jenniffer Kass, coach orientada a la felicidad
holística, los patrones que mantienen a las personas en relaciones
familiares no saludables se pueden modificar. Ojo, no es una receta
universal, pero podría ser útil.
PENSAR Y ACTUAR
El primer caso consiste en identificar los miedos. ¿Miedo a dar un abrazo al hermano? ¿Miedo a preguntar por qué se divorciaron los papás? ¿Miedo a contar un secreto a la familia? Ser consciente de las cosas que nos asustan representa el primer paso para cambiar. Así, uno descubre que el miedo es pasajero y hasta inútil.
El primer caso consiste en identificar los miedos. ¿Miedo a dar un abrazo al hermano? ¿Miedo a preguntar por qué se divorciaron los papás? ¿Miedo a contar un secreto a la familia? Ser consciente de las cosas que nos asustan representa el primer paso para cambiar. Así, uno descubre que el miedo es pasajero y hasta inútil.
El segundo paso: elegir el amor. Sacar del camino al
miedo abre la posibilidad real de creer en el afecto. Hay que
convencerse. Finalmente, el tercer paso de Kass es actuar.
Poner en práctica todo lo que se ha pensado anteriormente.
Así, se descubre que dar y brindar cariño ayuda a
experimentar cambios positivos en nuestras vidas y en la de nuestros
seres queridos. Haga la prueba.
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