“Sobre todo, sean siempre capaces de
sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera
en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un
revolucionario”, de esta manera se despediría de sus cinco hijos el
Comandante Ernesto “Che” Guevara, al partir de su querida Cuba hacia
nuevas luchas por la redención de los pueblos.
Altruismo, valentía, solidaridad,
internacionalismo, amor a la humanidad y la vida, compañerismo y entrega
absoluta por la convicción de que nada vale más que la libertad plena
del ser humano, son algunas de las características que describen a este
médico argentino-cubano líder de la Revolución Cubana, quien -como
dijera Fidel Castro- fuera pionero en el trabajo voluntario como ejemplo
moral en la construcción de la mujer y el hombre nuevo, necesarios para
avanzar hacia una sociedad socialista donde impere el bien colectivo.
“Su padre ha sido un hombre que actúa
como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como
buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que
permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo
importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada”, escribiría
en la breve misiva a sus pequeños hijos e hijas, en una muestra de
entrega total a la lucha internacionalista de combatir el imperialismo
donde quiera que esté.
Era el año 1965, seis años después del
triunfo de la Revolución Cubana, Guevara se despide también del
comandante Fidel Castro, y renuncia a sus cargos en la dirección del
Partido, de Ministro y del grado de Comandante, para luego arribar hacia
a la República Democrática del Congo y luego a Bolivia, con el fin de
apoyar movimientos de liberación nacional.
Un año antes, en su discurso ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas, Guevara destaca el ímpetu que
se levanta en Latinoamérica contra los gobiernos dictatoriales, serviles
al imperialismo norteamericano, y condena el asesinato perpetrado por
la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) contra Patrice
Lumumba, líder congolés anticolonialista, vislumbrando las causas que lo
llevan a apoyar el movimiento insurgente del país africano.
“Otras tierras del mundo reclaman el
concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado
por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de
separarnos”, escribió el Che en la carta que en octubre de 1965 leyera
Fidel en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.
“En los nuevos campos de batalla llevaré
la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la
sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el
imperialismo donde quiera que esté”, sentenciaría el comandante Guevara
en la misiva entonada por Fidel como un canto frente a la multitud que
lo escuchaba.
Tras no lograr sus objetivos en el
Congo, en 1966 el Che se dirige a Bolivia para encabezar una guerrilla
en contra de la dictadura militar de René Barrientos.
En esa época el continente suramericano
estaba plagado por regímenes autoritarios represivos apoyados por
Estados Unidos a cambio de esquilmar las inmensas riquezas de la región,
por lo que la lucha armada de diferentes movimientos guerrilleros se
generaba como respuesta de los pueblos empobrecidos y vilipendiados.
Sin el apoyo de algunos sectores de la
izquierda boliviana, después de ganar varios asaltos al ejército de ese
país, pero enfrentando severos problemas logísticos, el líder
guerrillero fue herido en combate y detenido por soldados locales el 8
de octubre de 1967, asesorados por los rangers estadounidenses y agentes
de la CIA, en la quebrada del Churo y trasladado a la escuela de La
Higuera, a 50 kilómetros de Vallegrande, departamento de Santa Cruz,
donde sin juicio previo fue asesinado y sepultado en un lugar
desconocido, hasta 1997.
“Si queremos un modelo de hombre, un
modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que
pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola
mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola
mancha en su actuación, ese modelo es el Che!”, exaltaría el comandante
Fidel Castro, el 18 de octubre de 1967, en una velada solemne a su
memoria en la Plaza de la Revolución de La Habana.
Además de médico, político, escritor y
periodista, el Che Guevara fue ejemplo del Hombre Nuevo, necesario para
avanzar con paso firme en la construcción de una sociedad socialista,
para un mundo mejor. Porque tal como expresara en su escrito El
socialismo y el hombre en Cuba: “la revolución se hace a través del
hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu
revolucionario”.
Un gigante
En una entrevista a modo de documental
titulada “Cuando pienso en el Che”, en 1987, el comandante Fidel Castro,
señala la causa por la que el imperialismo desaparece sus restos
mortales.
“Los yanquis quisieron desaparecerlo. No
obstante, el Che se convirtió en un gran símbolo para el mundo entero.
El hombre ejemplar, revolucionario, heroico”, expresa. Y así es, Ernesto
Che Guevara se convirtió en un gigante que transcendió a la muerte,
como solo los grandes hombres de la humanidad pueden hacerlo.
El Che Guevara se mantuvo firme hasta el
último momento. “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un
hombre!”, dijo al tembloroso soldado boliviano, Mario Terán, a quien le
dieron la orden de ejecutarlo.
Diez años después, Terán confesaría a la
revista Paris Match que fue el peor momento de su vida y que dudó como
40 minutos antes de asesinarlo porque lo veía “grande, muy grande.
Enorme”.
“Muy grande lo veía, era un gigante.
¡Claro que tenía que verlo grande! aquel enano que no fue sino la mano
del imperio tembloroso cumpliendo la orden de ejecutarlo”, expresaría el
comandante venezolano Hugo Chávez, al recordar al guerrillero heroico,
quien es figura ejemplar de los procesos de cambio que desde hace más de
una década vive Latinoamérica.
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