Según algunos expertos en comportamiento animal, se trata de un gesto
ancestral, una remota herencia del lobo que todos los canes domésticos
actuales aún llevan dentro. Por una parte, el perro trata así de confirmar que no le ronda ningún peligro. Por otra, el giro podría servirle para acomodarse mejor
en el terreno, hacer más confortable el espacio que va a ocupar y
marcarlo ante otros miembros de la manada. Hoy, si persiste de forma
obsesiva, puede interpretarse como una manifestación de ansiedad.
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