De nosotros depende que el grito de dolor de esta madre no se ahogue en el silencio.
“A mi hija paralítica los soldados israelíes me la asesinaron a
sangre fría, y yo no pude salvarla” nos dice, mirándonos con sus ojos
claros velados por lágrimas de dolor, la madre de una muchacha
parapléjica, de apenas 18 años, masacrada en su silla de ruedas a tiros
de fusil por las fuerzas de ocupación sionistas durante la invasión
terrestre en Khuzaa, zona ubicada al sur de la franja de Gaza.
La voz de la madre es como su mirada, diáfana y dolorosa, triste e
intensa. En su tono hay mucho sufrimiento y -aunque es una víctima más
de las atrocidades sionistas- también hay mucha culpa, culpa por no
haber podido rescatar a su hija de una muerte terrible bajo las balas de
uno de los ejércitos más poderosos, criminales y genocidas del planeta:
Las fuerzas de ocupación israelíes.
“Mi hija me pedía que no la abandonara, pero ella estaba en un cráter
formado por una explosión de bomba en plena calle, y yo no podía
moverla de allí, no me daban las fuerzas para llevarla en brazos y los
soldados israelíes volvían a dispararnos, con tanques, con fusiles, con
todo…Entonces llorando le dije que debía irme y la encomendé a Dios”
Lo que ocurrió posteriormente es tan cruel y perverso como el crimen
mismo: Un oficial de las fuerzas israelíes se comunica telefónicamente
con la familia para decir que la muchacha se encontraba con ellos en una
de las viviendas que habían ocupado en Khuzaa. “Vengan a buscarla, ella
está sana y salva” agrega el militar. La familia se alegra y uno de los
hermanos decide salir de la casa donde estaban refugiados con la
intención de recoger a la muchacha. Al abrir la puerta, múltiples
disparos de las fuerzas de ocupación empiezan a impactar la vivienda. El
macabro “juego” sionista se repite, llaman otra vez para decirle a la
familia que salga a buscar a la adolescente paralítica y nuevamente
abren fuego cuando el hermano intenta dejar la casa para rescatar a su
hermana.
“Este tipo de burla inhumana contra los palestinos es muy común de
parte del ejército israelí” nos explican varios testigos de los crímenes
sionistas, “No se contentan sólo con asesinar impunemente, también les
gusta torturar a sus víctimas, burlarse, reírse del sufrimiento de las
familias”.
El cuerpo de la muchacha paralítica, yacía junto a su silla de
ruedas, acribillado incontables veces por las fuerzas ocupantes
sionistas en una de las arrasadas calles de Khuzaa, Gaza.
Duele, pero no sorprende, saber que la muchacha nunca estuvo “a
salvo” en manos de las fuerzas ocupantes, había sido asesinada a
mansalva tiempo atrás, y yacía cerca de su silla de ruedas con múltiples
disparos de fusil en sus extremidades, corazón y cabeza, cuando fue
encontrada días después en avanzado estado de descomposición por su
familia, en la calle principal del arrasado pueblo de Khuzaa, al sur de
la franja de Gaza, un lugar donde la vida no vale nada, donde la masacre
de palestinos es un cobarde juego sin consecuencias para un ejército
tan criminal como enfermo.
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