"El pueblo uruguayo tiene que hacer todo lo posible por ayudar a un Gobierno que arranca", dijo el ahora ex mandatario.
José Mujica se despidió del poder el domingo en Uruguay de
la misma forma sencilla con la que ganó popularidad entre sus
compatriotas y en el extranjero, emprendiendo la retirada en su
inconfundible Volkswagen Escarabajo celeste.
El ex guerrillero de 79 años, que vive en una modesta chacra en las afueras de Montevideo, le devolvió la banda presidencial a su antecesor Tabaré Vázquez tras una gestión con claros y oscuros.
Vázquez asumió el domingo segundo mandato tras convertirse en el 2005 en el primer presidente de izquierda del país.
"El
pueblo uruguayo tiene que hacer todo lo posible por ayudar a un
Gobierno que arranca. Darle toda la fuerza que pueda (porque) si le va
bien, mejor le va a ir al país", dijo Mujica a periodistas al abandonar
la principal plaza de la capital, donde entregó el mando vistiendo un
traje sin corbata y lentes de sol.
"De mi
parte, muchas gracias por lo mucho que me ha dado el pueblo uruguayo.
Tuve el inmenso honor de jugar la suerte con él", agregó el ahora ex
mandatario.
"Algunas cosas lo hicimos y otras no, pero vendrán otros que sean mejores y así sucesivamente".
Mujica,
quien adquirió amplia popularidad internacional por su manera sencilla
de hablar y vestir, así como por sus discursos anticonsumismo, terminó
su gestión con un 65 por ciento de aprobación popular, según la última
encuesta de diciembre de la consultora Equipos.
Entre
los mayores logros de su período se encuentran la estabilidad económica
y la reducción de la indigencia y la pobreza a mínimos históricos,
aunque la educación, la infraestructura, la inseguridad y un alto
déficit fiscal quedaron en el debe de sus propuestas.
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