Son ya 96 años los que han transcurrido
desde aquel trágico 29 de junio de 1919, día en que el científico,
médico, educador y religioso trujillano José Gregorio Hernández
murió al golpearse la cabeza con el borde de la acera, cuando fue
impactado por un automóvil en la esquina de Amadores, La Pastora, en
Caracas.
Fue en Isnotú, un pintoresco y pequeño
pueblo del estado Trujillo, ubicado aproximadamente a 623 kilómetros de
la capital venezolana, donde el 26 de octubre de 1864 nació este
ejemplar y reconocido hombre, hijo de Benigno Hernández y Josefa Antonia Cisneros.
A muy corta edad, Hernández deja su
tierra natal y se va a Caracas, donde cursa estudios de Bachillerato y
posteriormente de Medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Allí obtiene el título de médico en 1888.
Su amor por los estudios y la ciencia lo
llevan a París, tras obtener una beca. En esta ciudad europea
profundiza sus conocimientos, entre otras áreas, en Microbiología,
Patología y Bacteriología. Esta última es una de sus cátedras más
importante impartidas en la UCV, luego de su regreso a Venezuela en
1891.
A sus 55 años, cuando la muerte lo
sorprendió, José Gregorio Hernández ya era admirado por muchos, pues su
nobleza, que bien supo combinar con su profesión, lo hizo ser reconocido
como el médico de los pobres.
Esa abnegación por ayudar a quien lo
necesitaba utilizando sus conocimientos y por profundizar su fe en Dios
han quedado en la historia y permanece en fieles y devotos, lo que hace
que sea venerado por la gran mayoría de los venezolanos, quienes aun
cuando esperan por su pronta beatificación, ya lo consideran un santo y
genuino representante de la religiosidad.
Es así como Isnotú, esa pequeña población trujillana que vio nacer al Venerable, título otorgado por el papa Juan Pablo II
el 16 de enero de 1986, permanentemente es centro de peregrinaciones y
oraciones de fieles y devotos que visitan su santuario para rendirle
honor, pedirle por la sanación de enfermos o simplemente encenderle una
vela en demostración de fe.
En fecha memorable como el día del
nacimiento o el día de la muerte de José Gregorio Hernández, los
espacios de Isnotú se quedan pequeños porque son cientos de personas las
que no dejan pasar por alto estos días para agradecerle o pedirle un
favor al médico de los pobres, cuyos restos mortales actualmente reposan
en la iglesia de La Candelaria, ubicada en el centro de Caracas.
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