¿Te has despertado a mitad de la noche con imágenes de terror en tu cabeza?
Corres por un estrecho pasillo oscuro para salvar tu vida de un monstruo que te persigue. Caes por un larguísimo túnel, pero cuando golpeas el fondo, estás en tu cama. Sin embargo, la sensación de terror persiste, tu corazón late más rápido, tu frente está cubierta de sudor helado. Era una pesadilla.
Las pesadillas tienden a tratarse como
una ocurrencia común durante la infancia, pero se supone que en la edad
adulta tienden a desaparecer. Sin embargo, la realidad es que uno de
cada dos adultos sufre pesadillas ocasionalmente, mientras que del 2 al
8% las padece de manera constante. ¿Por qué suceden estas experiencias?
A pesar de que no sea un proceso
consciente, el sueño es una extensión de nuestros pensamientos del día.
En consecuencia, una pesadilla puede ocurrir cuando estamos pensando
durante la fase REM del sueño, intentando dar sentido a nuestras ideas,
resolver problemas difíciles que tuvimos durante el día. Sin embargo,
muchas otras razones pueden verse involucradas: haber comido alimentos pesados, altos en carbohidratos, tarde en la noche -puesto que incrementa la actividad cerebral
y el metabolismo-, reacciones a medicamentos que estemos tomando,
enfermedades como la ansiedad y la depresión, o incluso alergias. Los
desórdenes del sueño, como la apnea y el síndrome de piernas inquietas
pueden también causar pesadillas crónicas.
Tu cerebro durante una pesadilla
En general, las pesadillas tienden a
ocurrir durante el último tercio de la noche. Es en esta fase en la cual
predomina el sueño REM (el más profundo y el que verdaderamente te
proporciona el descanso que necesitas). Esta fase se asocia con una alta
actividad cerebral y movimiento rápido de los ojos. Mientras que los
sueños ocurren durante cualquiera de las fases, las pesadillas son más
frecuentes en la fase REM.
Durante una pesadilla, la parte del cerebro que regula los lóbulos frontales, conocida como amígdala, se activa.
Uno de los roles de la amígdala es manejar emociones como el miedo, y
esto podría explicar por qué su sobreactivación en la fase REM podría
producir respuestas de temor. En esta fase, se activan las regiones del cerebro que nos hacen pensar en imágenes, símbolos y emociones.
Según diversos estudios, factores como la edad, las características
de la personalidad y por supuesto, los traumas que una persona posea
pueden influenciar la frecuencia de las pesadillas. Por ejemplo, un
estudio del año 2014 encontró que las personas ciegas tienen cuatro
veces más pesadillas que las personas con visión normal. Las personas
más sensibles son también más propensas a tener pesadillas, simplemente
porque su día a día es más difícil de sobrellevar y les genera más
ansiedad.
Ciertos traumas de la infancia o de la
juventud pueden llevar a sensaciones de inseguridad o a presentar una
alta necesidad de validación, lo que puede resultar en un disparador
para que experiencias posteriores, que a simple vista pueden parecer
insignificantes -como recibir una crítica- resulten en el origen de
pesadillas.
A pesar de lo desagradables y
angustiantes que puedan resultar, según los investigadores las
pesadillas podrían haber cumplido un propósito adaptativo, ayudándonos a
sobrevivir al actuar como la forma en la que nuestro cerebro conduce nuestra atención
a asuntos que necesitamos abordar, por ejemplo, señalándonos peligros
potenciales. Si bien en el mundo moderno este propósito puede haber
quedado obsoleto, algunas pesadillas pueden ser un indicador de que
necesitas hacer algo con respecto a un problema en particular, aunque
ese “algo” sea simplemente elaborar el problema de manera consciente y
llegar a algún tipo de acuerdo con tu angustiado cerebro.
En el caso de pesadillas recurrentes, la
recomendación suele ser siempre la misma: adquirir conciencia de que
podemos estar en una posición de control de nuestros sueños, y de este
modo elegir un final alternativo, por ejemplo uno en el que le ganemos
la batalla al monstruo o al atacante. Una vez que encuentras la solución
que prefieres, debes ensayarla en tu mente mientras estás despierto, y a
la hora de irte a dormir, recordarte que ése es el final que deseas, en
caso de que la pesadilla suceda de nuevo.
Sin embargo, no está de más, aunque
decidamos cambiar el final y deshacernos de la pesadilla, que tengamos
en cuenta antes el mensaje que nos pueda estar transmitiendo. A veces
una pesadilla puede estarte apuntando en la dirección correcta que
necesitas para resolver un problema mientras estás despierto.
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