La mañana amaneció gris, aunque el sol
estaba radiante. Un claroscuro de emociones brotó en Tumeremo.
¡Encontraron los cuerpos!, ¡No fueron olvidados!, ¡Están muertos!.
A las 11:25 de la mañana comenzó el
viacrucis. En el Fuerte Tarabay, un asentamiento militar en medio de la
nada, los familiares finalmente recibieron a sus cadáveres.
Descompuestos, en muy mal estado. “¡¿Por qué Dios es tan injusto, por
queeeee?!”, gritó una señora bañada en lágrimas quien camina abrazada de
la fiscal General, Luisa Ortega Díaz. Su misión ahí era entregar los
restos mortales de quienes tenían 10 días desaparecidos, quienes fueron
asesinados por el dueño de la voluntad de ese pueblo: El Topo.
Tan solo 15 minutos tomó la entrega. Sin
cámaras de video, sin lentes fotográficos. La premisa fue salvaguardar a
los familiares de las víctimas de sus victimarios, y seguramente de la
prensa.
En la mitad de un cerrito medio empinado
pero pequeño hay una mata de mango que resguarda del inclemente sol a
los vecinos de La Caratica, de donde eran al menos ocho de los
fallecidos. Una cancha deportiva esperaba sus féretros, una masa de
vecinos dolidos y sollozos esperaba para darle el último adiós.
Dos horas cincuenta minutos después
comienza el desfile de motos militares por la entrada del barrio La
Caratica. “Ahí viene mi muchacho”, se escuchó de una señora llorosa y
además sudada por el intenso calor. No era la madre de ninguno, pero
sentía al fallecido como suyo.
En un convoy militar venían los cuerpos
de: Néstor Ruiz, José Ángel Ruiz y José Armando Ruiz, tres hermanos
asesinados a sangre fría por El Topo y su gente.
Fuente: Noticiasx7
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