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La móvil dependencia o nomofobia como se le ha nombrado, es la adicción al uso del teléfono, que puede generalizarse a otros aparatos tecnológicos. Se caracteriza por la angustia y el miedo que pueden generar el no poder comunicarse por medio de estas herramientas.
Actualmente se considera tan grave como otras adicciones porque el efecto emocional que tiene en las personas el no poder comunicarse o no estar disponible, hace que se valore el celular como una necesidad básica, igualándolo por ejemplo, a la alimentación.
Los nomofóbicos se caracterizan por el estado de desesperación y la ansiedad que experimentan al estar “incomunicados”. Son personas que están siempre manipulando el aparato, inclusive aunque no estén esperando una llamada ni un mensaje, lo revisan cada 5 minutos “por si acaso”; a veces ni siquiera se está usando realmente el teléfono, pero si está pendiente de estar disponibles todo el tiempo.
De ahí la angustia cuando no hay señal o se descarga la batería. Estar siempre en contacto con los demás, es una forma de enfrentar el aislamiento. Los nomofóbicos no controlan el malestar que les genera la sensación de que pueden perderse de algo importante sino están disponibles. En casos extremos se han reportado efectos físicos como palpitaciones y sudoración.
Los móvil dependientes hacen uso de su celular en cualquier lugar: en las reuniones, en la iglesia, las fiestas, mientras comen, antes de dormir, inclusive en el baño; y si no pueden utilizarlo por alguna razón, los consume el estrés.
A esta dependencia se han asociado otras complicaciones. Diversos estudios han intentado demostrar que el uso excesivo de celulares influye en la calidad del sueño, o que las radiaciones de estos aparatos pueden afectar de forma positiva la propensión a sufrir ciertas enfermedades como el cáncer.
¿Cómo saber cuándo es un problema?
Detectar un nomofóbico no es difícil, su conducta es muy perceptible: si la persona no se despega del aparato en todo el día, por ejemplo lo lleva consigo hasta cuando cambia de habitación o de oficina por un breve tiempo; lo tiene siempre cerca aunque no lo esté utilizando, se enoja si no puede revisar sus mensajes o si no hay conexión, la interacción social se sustituye por la tecnológica, entre otros. Definitivamente existe un problema cuando usted llega a pensar que esta persona le responderá más rápido si le envía un mensaje de texto que si le dirige la palabra.
En algunos casos como en el trabajo, la línea entre ser adicto y de verdad utilizar el celular por motivos laborales, es muy delgada y puede ser difícil de delimitar. Cierto que el trabajo de algunas personas requiere una conexión constante de 24 horas en ocasiones, y sin embargo el mismo trabajo debe respetar los espacios básicos de la vida y el celular es una herramienta de trabajo que no debe convertirse en nada más que eso.
En la pareja puede traer serias consecuencias como el detrimento de la calidad del tiempo juntos, disminución de la comunicación frente a frente, disminución de las actividades en conjunto (mientras uno almuerza, el otro revisa las noticias online), disminución de la vida sexual, del tiempo de familia, entre otros.
A nivel familiar las consecuencias se extienden y los hijos aprenden patrones de comportamiento donde “mi papá siempre está al teléfono” o “mi mamá nunca apaga la computadora”, esto adicionado al ya común comportamiento adictivo de los jóvenes con la tecnología. En cualquiera de los dos casos, si usted no desea que sus hijos o su pareja sean móvil dependientes, empiece por no serlo usted.
¿Cómo lidiar con esto?
Si usted es adicto/a al celular, intente controlarse pensando en las consecuencias que ello tiene para usted y su familia. Trate de apagar el teléfono cuando llega a su casa, y concéntrese en la cena y demás actividades familiares. Piense que cuando encienda el teléfono los mensajes seguirán estando allí.
Converse con su pareja o familia sobre algunas pautas a seguir respecto al uso de la tecnología, por ejemplo evite usar el celular en situaciones sociales: la cena familiar, cuando ven una película juntos, el tiempo de lectura, cuando hacen ejercicio, o juegan con los niños.
Destine tiempo al día para revisar su teléfono, es decir planifique en qué momento revisará las noticias, el correo, redes sociales, mensajes, etc. Esto para evitar la compulsión a hacerlo cada 5 minutos aunque ya sepa que no hay nada nuevo. Puede destinar un espacio en la mañana y en la tarde si esto le hace sentir mejor, pero debe respetar los tiempos en los que no debería estar “pegado a su teléfono”.
Si ya ha intentado sin éxito, busque ayuda, un experto podrá recomendarle qué hacer ante esta situación.
Recuerde: los inventos modernos surgen con la intención de facilitarnos la vida, no de perjudicar nuestras relaciones. Mire a su alrededor, valore a las personas que tiene a su lado; los teléfonos y demás aparatos electrónicos son sustituibles, su familia, pareja y amigos no lo son.
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